Por la laguna de La Dehesa de Soneja

La fuente de Jállar la dejamos a la derecha de nuestro itinerario.

-¿Y no vamos a verla?

-Esta vez, no.

Seguimos el PR, cuyo trazo aprovecha caminos agrícolas. La cueva de Jállar se distingue a la izquierda, salpicando el frontis de una pared rocosa. Cruzamos terrenos poblados de pinos y almendros, que se asoman sobre antiguos ribazos.

Ya vemos el monte de la Dehesa, con su cohorte pinariega, espesa, triunfante en la altitud. En su cumbre, como un medallón acuoso, se emplaza la laguna de la Dehesa, nuestro objetivo, y paraje natural municipal.

Pero, primeramente, tenemos que cruzar campos de olivos. Y luego de naranjos. Y abocamos a la pista asfaltada de Almaróz. Y la abandonamos, para coger otra pista, ésta de tierra. Pero….

-¡Aquí hay dos más…!!

Y es que desde hace un rato,  además de andar,  cogemos espárragos. Estas lluvias pasadas han hecho crecer las matas.

¿Qué, como va la cosa?

-Bien, ya llevamos un buen puñado…

Y llegamos al señalizador vertical del PR. Desde este punto vamos a desarrollar una ruta circular. Seguimos de frente, para iniciar la ascensión a la meseta de la montaña por la rocha de las Muelas, entre las excelencias de una  vegetación mediterránea en su apogeo.

-Vaya camino más pedregoso…!! Exclamamos.

-Por aquí no se ven espárragos.

Y ascendemos sosegadamente, mientras el cielo despliega ornamentos azules,  entre nubes variopintas…

Ya estamos cerca de  la laguna. Y la visitamos, tras dar buena cuenta de un nutrido almuerzo, siempre con el toque tinto del vinico de Juan…

Nos hacemos la foto del grupo en el mirador…

-Otras veces hemos visto más agua.

Y nos recoge el alhumajo del monumental pino piñonero. De troncos y ramas rojizas. Y abrazamos su tronco, para que nos transmita su energía.

Me acuerdo de esta frase de Hermann Hesse, que decía: “Los árboles tienen pensamientos dilatados, prolijos y serenos, así como una vida más larga que la nuestra. Son más sabios que nosotros, mientras no les escuchamos. Pero cuando aprendemos a escuchar a los árboles, la brevedad, rapidez y apresuramiento infantil de nuestros pensamientos adquieren una alegría sin precedentes. Quien ha aprendido a escuchar a los árboles, ya no desea ser un árbol No desea ser más lo que es. Esto es felicidad”.

-¡Cuánto sabía el premio Nobel!

Y recorremos parte de la laguna, entre una vegetación exuberante, abundando lianas hermosas, de un verde rutilante, que se aferran a los troncos de los alcornoques y del pinar con vehemencia, con pasión…

Y abandonamos la laguna… Pero no estamos solos…. Llegan ciclistas de Sagunto, de por ahí… Paran, hablan y descansan.

Nosotros ya bajamos por la pista, en dirección a Canasta, donde hubo una mina de barita.

-Por aquí hay más espárragos…!!!

Alguien cenó una riquísima tortilla.