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El Tiempo en Segorbe. Predicción

El Tiempo en Segorbe

sábado, 30 de octubre de 2010

Poesía entre las rocas (I)

Es como un jardín botánico, recamado de colores otoñales. Relevante barranco en el regazo de la sierra de El Toro (Alto Palancia). Un sorprendente mentidero de matices, una sinfonía cromática trenzada por la genial composición de la naturaleza. Formando una pintura explosiva, radiante, flameando un caudal de ocres, amarillos, verdes, rojos… Colores que destellan entre los recios eslabones de la roca caliza y entre el gentil abrazo del pino…

Escaramujos, arces, quejigos, acerolos, espinos…. Cada arbusto, cada árbol, revela su imagen más colorista. Una riada de tonos que resulta espectacular desde los puntos más altos. Para enamorar,  con su acariciante hálito poético.





jueves, 28 de octubre de 2010

Desde mi terraza


Hiperbólicos atardeceres, difuminaciones etéreas, entresijo de fulgores...




martes, 26 de octubre de 2010

El castillo de Peracense, lugar de interés turístico




El colorido del rodeno, blasón de estas tierras, me acompaña con su embrujo, mientras me acerco desde Ródenas al espacio donde se ubica el espectacular castillo de Peracense.  Y surge asentado sobre grandes bloques de areniscas rojas. El rodeno se escarpa debajo de la fortaleza, al pie del embriagador cerro de San Ginés.

Este “enclave defensivo de primer orden” se acrecienta en la Edad Media y se amplía a mediados del siglo XIV.

Completamente restaurado en 1987, asoma con sus principales recintos. El exterior, donde se guarecían ganados y caballerías; el intermedio, ocupado por la plaza de armas, y el superior, donde se emplazan a distintos niveles la falsa torre del homenaje, las estancias menores, los aljibes y el salón principal, con bóvedas de cañón apuntado.

A destacar el recorrido por las almenas, por los caminos de ronda, salpicados por las torres vigías, dominando las zonas más abruptas del rodeno, con la emergencia de grandes bloques acuñando el espacio.








domingo, 24 de octubre de 2010

Hacia el Peñarroya




La luna se despidió de Alcalá de la Selva con la alcurnia de su nimbo rojo. Iniciamos la ruta siguiendo un tramo del  GR-8. Éramos como un grupo de damas y caballeros  al encuentro de la magia del bosque y de los castillejos que dominan las alturas. Rondamos el bosque de pinos rodenos, albar y negro. Los lujuriosos mantos  de sabina rastrera despedían sus penetrantes aromas, y los arces y escaramujos pintábanse de ocres y rojos.

La cumbre del Peñarroya, techo de la sierra de Gúdar con sus 2.024 m. de altitud, abrazó al grupo con su quietud otoñal y broches de esmeralda. El sol platicaba entre las coníferas  y el roquedo,  y definía los oros de los chopos de la Virgen de la Vega.

El descenso, que afrontó una fuerte pendiente entre el bosque,  transcurrió casi en su totalidad siguiendo los trazos del GR-8. El sol resaltaba las gamas verdes de los prados y todas las escalas de amarillos del marcial choperal. Desfilábamos entre un ambiente atávico, donde el pasado danzaba entre la piedra seca y generosa y los campos moteados por el rastrojo. Las masías del Monegrillo, del Monegro Bajo y del Tarín pregonaban con su soledad este patrimonio.







viernes, 22 de octubre de 2010

Ródenas: La fantasía del rodeno




Tras descender del cerro de San Ginés, visito  Ródenas. Un pueblo para detenerse y admirarlo, enclavado entre roquedos y labrantíos, formando parte de la arenisca –la piedra rodena-, característica de la comarca y con la que se han construido edificios y calles, que revelan el dominante color rojo.

Su tradicional arquitectura y su belleza y armonía, son incentivos turísticos para ser visitado, de la que también forma parte la gastronomía, tan típica de Albarracín, como son las carnes a la brasa, el cochinillo, el cordero, el chuletón…

Por amable indicación de una vecina, visito el antiguo lavadero del Navajo. Tenía carácter comunal y me sorprende mucho su construcción, que se remonta a la época medieval. Está constituido por ocho piletas de una sola pieza, tres grandes (que servían para lavar la ropa del hogar) y cinco pequeñas (para las prendas de vestir). Construidas de arenisca rodenas, se abastecían de agua de dos pozos; uno romano, de boca cuadrada, y otro árabe, de boca redonda. Éste  “daba bromada”, es decir, que producía espuma, mientras que el pozo romano se destinaba al aclarado.






Caminando entre antiguos pajares del color del terreno,  me acerco a otro de los atávicos hitos de Ródenas: El aljibe, que se remonta al periodo árabe (siglo X). Está construido de sillería, con grandes losas inclinadas de rodeno, por donde serpentean unos canalillos tallados en la roca, por donde se deslizaba el agua de lluvias y deshielos, siendo recogidas en este depósito o cisterna, de forma abovedada y coronado por una torrecilla circular de ventilación






Paseando por Ródenas veo que muestra orgulloso algunas casonas, como la casa Julianes, que tiene un aspecto imponente. Procede de una de las familias más notables de la población. En su portada destaca un arco de medio punto adovelado. Los sillares de rodeno enfajan balcones y ventanas, y al pie de la fachada un gran banco corrido de piedra “invita a descansar del paseo”.




Culmino el callejeo atraído por el ineludible olor de carne a la brasa. Y antes de contentar a mi sufrido estómago, me detengo a ver la iglesia, que está dedicada a Santa Catalina. Descuella su construcción, a base de mampostería y cantería de arenisca roja. Es el ropaje en todo Ródenas.



martes, 19 de octubre de 2010

Simas y celadas en la Sierra de Albarracín



En las parameras calizas de Bronchales se encuentran unos singulares accidentes geológicos, como son las simas y dolinas, denominadas “celadas” en estas zonas. Son profundas hoyas en forma de embudo y con aspecto de cráteres.

La ruta para conocer estas espectaculares formaciones geológicas nace del km. 25 de la carretera A-1511, muy cerca de Bronchales y después de pasar Pozondón.

Camino por el páramo al encuentro de estas celadas, mientras voy observando las características de estas superficies calizas, cuyo proceso se estableció hace unos 20 millones de años. La vegetación es típica de estos terrenos rocosos, invadidos por el frío, el calor y los fuertes vientos. Asoma el verde y oloroso manto de las sabinas rastreras, el enebro, la encina, la aliaga, el escaramujo, el agracejo y el tomillo, así como algunos arbustos espinosos.

Una a una voy contemplando  las celadas, cuyas laderas presentan la antedicha forma de embudo, conteniendo, además, gran cantidad de fragmentos de roca caliza.

En el recorrido, salpicado de rastrojos, que brillaban como lentejuelas al estar bañados por el rocío, me detuve para ver “la sima”, una dolina en forma de pozo de unos 50 m. de profundidad y paredes verticales. Pude observar en la fracturación algunos nidos de aves y el rocoso suelo maculado de excrementos.

Desde las planicies cerealistas subí hasta el monte de San Ginés (1.603 m.). Crucé bosques de pinos y rebollos y alcancé la cima de este cerro, que registra repetidores de telecomunicación. Tras contemplar los detalles de una inmensa panorámica orbital, abarcando las comarcas  de la odisíaca sierra de Albarracín y el espacioso valle del Jiloca, abandoné el ancestral pedestal de la cumbre y me encaminé hacia Ródenas.










domingo, 17 de octubre de 2010

El Tossal d' en Canader



Ayer estuve en la Tinença de Benifassà. Me hechizan sus paisajes y procuro no distanciar mis visitas senderistas por tan mágicos parajes. El Tossal d’ en Canader es el techo de este bello relieve con sus 1.393 m. Vértice geodésico que limita con las tierras colindantes de Teruel. Preside espacios de soledad y silencio, donde el excursionista siempre tiene una cita.

Aunque deseo hacer pronto la ruta a esta cumbre desde la población de El Boixar, nuevamente partí desde Fredes por la pista al Carbo. Caminar por estas tierras es gozar del augusto silencio, del balar de las ovejas, del rumor de las pinadas, del vuelo de los buitres, del sol y de las brisas, que se repliegan en las corazas del roquedo; del ostracismo de las masadas…

Y en el aéreo vértice uno se embebe de distancias, de horizontes, de valles y montañas, que conforman la bravura de la Tinença.

Montañas bajo los cielos,
hechizo que ilumináis mi alma,
mi sed senderista,
mis sueños…
de ilusión potente.








miércoles, 13 de octubre de 2010

El Tossal de la Nevera, corona natural de Catí



La yeguada, como elemento atractivo en el inicio de la excursión,  pastaba plácidamente en medio del valle. Sentado sobre una  piedra aplanada, contemplo como triscan las hierbas, haciendo sonar los esquilones en cada movimiento de sus cabezas. Me siento feliz en el abrigo del valle, surcado por el  barranco de la Masada. Muy cerca de donde me hallo, la fuente de la Masada, con su frontis de sillarejos, rasguea su fino rumor golpeando sobre el alargado abrevadero. Las mariposas revolotean felices, y sus vivos colores resplandecen con los besos del sol. No me levantaría, perfumado por esencias naturales, entre matas olorosas como  ajedreas, tomillos, lavandas y el azul sortilegio de los endrinos.

Pero sigo ascendiendo por el valle, entreverado de piedra suelta y entre un frondoso y umbrático bosque de carrascas, que me obsequia con la humedad del terreno y con  sombras que articula el ramaje, formando  una amable hilada de bóvedas vegetales.

Al arribar a la cabecera del valle, la vista se expansiona por todos los lados. Arriba se alza  con sus 1.286 metros de altitud el Tossal de la Nevera o Tossal de Gibalcolla. Y abajo, enlazando rapidísimas laderas, encastilladas y grises,  se dibuja el barranco de la Canaleta.

Es tan grande la impresión que recibo ante el espectáculo de esta majestuosa montaña, que tengo el humor de coronarla. Paso junto al mas de la Serra, ejemplo de arquitectura popular y de valor documental. La puerta, enfajada de sillares, muestra sobre el dintel el año de su construcción: 1720.

Sigo la ruta subiendo la empinada ladera hacia la cercana Nevera Vella, un depósito donde se  depositaba la nieve para comerciarla, construido en el año 1638. Contemplo, mientras continuo con mi periplo, la morfología del valle, formado por tablas horizontales dispuestas en graderío, tapizadas de verdor, que alimenta los afloramientos de una cercana fuente y coloreadas de rojo por la tropilla de majuelos que existe.

Lentamente voy ascendiendo hacia la cumbre. Las vistas se amplían y columbro una imponderable  extensión de montañas y valles del histórico Maestrat. La piedra seca está presente en el paisaje, con sus muros y cabañas. Cuando alcanzo el pilón del vértice geodésico, una juguetona brisa me espabila. Me deleitan las vistas y las cumbres que he ido conquistando años atrás, como algunas de Els Ports de Beseit, el Turmell, el Mont-Caro, el Penyagolosa, la Mola de Ares, Irta…. Las panorámicas alcanzan una grandiosa geografía de las tierras del Maestrat y Els Ports, divisándose, asimismo, la costa norte de la provincia de Castellón.

Al arribar nuevamente a la fuente de la Masada, saludo al dueño de la caballada. Y mientras proseguimos el descenso, Joaquín, que es un veterano ganadero de Cati, me cuenta muchas cosas de estas tierras, de su profesión y de los años que lleva ejerciéndola. Con su cayado sigue presto a su labor. Son 75 años, los que tiene y me asombra su jovialidad y su dinamismo, sus ganas de aferrarse cada día al encuentro de sus rebaños. Me hizo pasar a su finca y me  alegré de este encuentro con Joaquín. Y mientras partía con mi coche por el camino del Bosc, me  saludó nuevamente cuando cerraba la portilla del cercado.










martes, 12 de octubre de 2010

Felicidades a las Pilares



Contemplo en mi ciudad una mañana lluviosa, gris y silenciosa, pero brilla en cada hogar español donde hay una Pilar la alegría de la onomástica. Por consiguiente, a todas las amigas y lectoras que se llamen Pilar...


¡¡¡FELIZ   SANTO!!!



Foto cedida por Zaragoza Turismo. Autor, Daniel Marcos.


domingo, 10 de octubre de 2010

Diálogo de matices




 Las brumas desdibujan el paisaje y se diluyen en matices serenos, como un poema pictórico decorando un cielo nuevo.

viernes, 8 de octubre de 2010

Catí y el santuario de l' Avellá




Llego a Catí, población de Castellón (una de las provincias más bonitas de España), en una alegre mañana, donde el sol protagoniza el veranillo de San Miguel.

Leo el siguiente párrafo: “Entrar en Catí es retroceder en el tiempo, sumergirse en el medievo, como si la población sesteara con impavidez primitiva, sin haber despertado aún de su pasado”.

Esta localidad me encanta. Tiene elementos que seducen: Sus calles, que se alzan  suavemente  como queriendo avizorar el paisaje circundante, su gótica arquitectura y los blasones que pregonan sobre los dinteles,  su historia y su hidalguía.

Pedro el Ceremonioso la fortificó de murallas. Y quedan de estas fortificaciones algunos portales. Los palacios se inscriben en la calle Mayor. Uno de ellos lo ocupa la Casa de la Villa. Destaca la lonja con sus arcos ojivales, la iglesia, de estilo gótico y con una interesante puerta románica que da a la calle Mayor,  y otros edificios señoriales con ventanales de ostentosa belleza y fachadas con arcos de medio punto, una casticísima panda de escudos y emblemas,  ventanales enrejados y otros elementos provenientes de la mejor época que tuvo Catí,  con la ganadería  y el comercio de la lana, desde los siglos XIV al XVII.

La gastronomía de Catí tiene fama. Están sus quesos, que conservan las formas artesanas y tradicionales; el turrón, de gran arraigo en la historia de esta población; el agua de l’ Avellá, y, entre otros placeres, el plato tradicional que se come en la romería de Catí a Sant Pere de Castellfort, que es el “fesols i arròs de Sant Pere”.

De Catí tomo rumbo al santuario de l’Avellá. Antes de llegar al caserío donde se ubica, alojado en plena naturaleza a 960 m. de altitud, tengo que atravesar un largo túnel. Hay hospedería y una fuente, cuyas aguas provienen de un manantial que abastece a un balneario, datado ya en el siglo XVI.  Aquí tuvieron los romanos sus baños. Y arropado por el silencio y la bondad de tan milagroso lugar, observo un panel cerámico, que representa, según relata mi amiga Matilde Pepín, en su obra “Ermitas de la Comunidad Valenciana”, “el hallazgo de la Virgen posada en un avellano, enmarcado en un dintel de sillería renacentista que en sus orígenes estaba rematado por una cruz. Dos caños de agua, que sale helada de la montaña, manan en una pila. Y a cincuenta metros, la planta embotelladora propiedad del ayuntamiento de Catí, comercializa el Agua de l´Avellá”.

Desde l´ Avellá, como una llamada de sirena, me sumerjo en la naturaleza, manantial de efervescencias rurales y botánicas, geológicas y bucólicas. Un racimo de sensaciones naturales me hacen avivar mis pasos. Y camino feliz, entre la verde masa de carrascas y pinos, escuchando, por caminos tradicionales y romeros, las enervantes voces del campo.

Notas:

  1. Por obras en el túnel de l’Avellá, actualmente la comunicación entre Catí y este lugar está restringida a unas determinadas horas del día. Para consultar horarios de paso, llamar al teléfono 964409015 (Tourist Info Catí).

     2. Las fotos de l’ Avellá han sido cedidas por gentileza del Ayuntamiento de Catí.










Font de l' Avellá

L' Avellá



Ermita de l' Avellá