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domingo, 13 de abril de 2008

El Faig Pare


Todos los colores revolotean como una bandada de gráciles aves por la Tinença de Benifassá. El gris de los peñascales, los verdes persistentes de los pinos, que se remarcan radiantes en los bojes, en los tejos, en los avellanos... Arboles dominantes en tan complejo territorio, formando una comunidad intensa, bella y espectacular. Pero es en el otoño cuando un árbol transforma el paisaje de este extraordinario macizo calcáreo compartido entre la Comunidad Valenciana, Aragón y Catalunya: El haya, la reina de los árboles caducifólios; y sus gradaciones se imponen con vigor, pasando del ocre al cárdeno. Los arces y los acebos también vibran en finura con los vivos colores de sus hojas caducas, y su riqueza cromática invita a contemplarla, a gozar del paisaje vigoroso y mágico entre la gigantesca floración de pináculos, agujas, torrecillas y paredes en sentido vertical que blasonan fantásticamente el barranco de la Fou, desplegando su abrupta y enérgica morfología.


Un soleado sábado del otoño del 2007 me fui a la Tinença para visitar los monumentales valores geográficos que encierra el barranco de la Fou. Desde la Senia llegué al embalse de Ulldecona, tomando la pista que recorre este barranco por la casa forestal y aparcando en la fuente de Teix, a 10 kms. del embalse. El recorrido a pie lo hice hasta el Faig Pare. En la ida por la pista, admirando el espléndido bosque del Retaule, y al regreso, por el sendero que pasa por el umbroso entorno de la fuente del Retaule, y que permite en un corto y empinado desvío llegar hasta el Pi Gros.


El barranco del Avellaner dibuja una cabecera de escarpadas pendientes que cierran el espacio, anfiteatro de relevante prestancia geológica, donde el pinar trepa y se escalona hilvanando vistosas guedejas por las soberbias quebradas y superpuestos graderíos que descienden de las zonas altas, donde los audaces cinglos en su afán de pujar con las nubes y charlar con el sol exultan sus tonos grises y anaranjados, hogar paradigmático de la Capra Hispánica y de otros animales de estas montañas.

Todo el itinerario hasta el Faig Pare estuvo frecuentado por numerosos excursionistas que, como yo, querían gozar de las extraordinarias excelencias geológicas y forestales que nos sorprendían en cada tramo de la ruta.


Tras detenerme en el Mirador, cuya vista sobre el profundo valle que había recorrido es sumamente pintoresca, con el contrapunto del morro del Turmell, seguí por la serpenteante pista, corredor neurálgico flanqueado por la plenitud del otoño, pintando opulentamente de tonos amarillos y rojizos las hojas de los arces y de las hayas, toda un encaje de colores admirables y fantástico.


Y si te sorprende la Faguera del Retaule, el tamaño del Faig Pare te cautiva con sus 25 metros de altura. Es la haya soberana del bosque con su espectacular entramado de raíces superficiales, que se retuercen y estiran como un espectro sobre el inclinado suelo, acolchado de hojas caídas que fortalecen la tierra con su tono cobrizo, árbol monumental y emblemático como el Pi Gros, un pino negral, centenario, de grandes proporciones con sus 4,8 metros de circunferencia. Ambos ejemplares declarados árboles monumentales por la Generalitat de Catalunya en 1992.


El Faig Pare

Pero si el otoño es enormemente atractivo por su cambiante colorido, la encantadora primavera es otra estación ideal para caminar por los solitarios, densos y amistosos parajes de la Fou y Retaule, considerados como los más bellos de la orografía del Port, cargados de salvaje romanticismo.