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El Tiempo en Segorbe. Predicción

El Tiempo en Segorbe

miércoles, 30 de enero de 2013

Mis lecturas, ahora


Aparte de mi pasión favorita que es el montañismo, también me gusta, y lo sabéis los que seguís mis trabajos en el blog, la buena música, el cine, la lectura…

En esta ocupación habitual que es la literatura, y con ella, las lecturas, me permito ocasionalmente destacar las novelas que leo o he leído recientemente. Y en esta ocupación, que es la literatura, acabo de leer una novela que me ha encantado. Y va por no se cuantas ediciones. Si título es:




“El abuelo que saltó por la ventana y se largó”, de Jonas Jonasson. Es la historia de Allan Karlsson, sus experiencias, sus aventuras… Se ha convertido en un éxito literario en Suecia. Este anciano se fuga de la residencia y empieza su odisea, sus peripecias, pues a sus cien años “aún le queda mucho por vivir”. Recomendable. Una de las mejores novelas que he leído últimamente.







Y el libro  que estoy leyendo ahora se enmarca en el género de viajes. La última obra de un viajero incansable, Javier Reverte. Su título “Colinas que arden, lagos de fuego”. El autor regresó otra vez al continente africano. Tengo todas sus obras de viajes y ésta me está gustando mucho. Es como volver cada día a los lugares donde disfrutas, que te conmueven, a través de los paisajes, de sus gentes… Y cito con este pensamiento el contexto de mis obras de viajes… Y de ahí la frase de Reverte: “Volver a las colinas, las praderas, los bosques y los lagos del este de África, después de varios años de ausencia, acelera los latidos del corazón y renueva los fluidos del espíritu”.


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PRESENTACION DE MI LIBRO “FIESTAS DEL ALTO PALANCIA” EN JERICA

Este sábado, día 2 de febrero, a las 18,30 horas, será presentada en Jérica (Castellón), mi reciente obra “Fiestas del Alto Palancia”. El acto se celebrará en el Centro Socio Cultural “El Socós” (antigua iglesia del Convento de Agustinos del Socorro), y está enmarcado en las destacadas fiestas que Jérica celebra a su excelsa patrona Santa Águeda.

A todos mis amig@s y lector@s y simpatizantes de este blog, me complace mucho invitaros a  este acto.






domingo, 27 de enero de 2013

En la sierra d'En Garcerán, entre reliquias vegetales y paisajes barridos por un viento enrabiado




Arribamos  al último sábado de enero y llegó la ocasión de realizar una ruta inédita para el grupo por la castellonense Serra d’En Garcerán. Y que mejor que echar mano a la cordial información que nos facilitan otros compañeros senderistas en sus respectivos blogs. Y el objetivo era ascender a la mayor altura de la sierra, el Tossal de Saragossa, de 1.078 m. de altitud, que constituye,  por su posición,  una atalaya ideal para obtener una de las mayores panorámicas del Maestrazgo.

Nos reunimos en esta ruta seis amig@s, con ganas de disfrutar de la jornada excursionista. Pero, aunque los pronósticos para este sábado, eran  que el viento iba a soplar muy fuerte, fue tal su furia, llegando a alcanzar los 118 km. por hora, que nos impidió desarrollar toda la ruta, como teníamos previsto.

Eso sí, una vez más gozamos con la excelente compañía de los amigos, de la charla y de todo lo que pudimos ver.

Pasamos por el núcleo poblacional de Els  Rosildos,  para llegar al punto de inicio de la ruta, en el mas d’En Pollo,  localizado en el acceso al barranco de la Roca Roja. Formamos el grupo Carmen, Pilar, María José, María Angeles, Angel y Luis.

Y a la hora convenida partimos para encontrar nuevas emociones en la naturaleza, para contemplar el cielo, las montañas, los campos las rocas, los árboles, los verdes, los ocres…. Y ver unas tierras llenas de proezas del pasado, con todas sus reliquias patrimoniales, remodeladas por ramblas y barrancos.

Pero, como digo, el viento reinó sobre nosotros y su fuerza e ímpetu nos dominó totalmente. Cuando llegamos a Els  Rosildos el cielo estaba encapotado por encima de la Serra d’ En Garcerán. Además, unas cuantas gotas de lluvia caprichosa centellearon entre almendros floridos. Pero cuando empezamos a caminar, el viento barrió las nubes y asomó el sol, que, sin el acoso del viento, nos hubiera brindado un día espléndido.

Y metidos en el barranco de la Roca Roja pronto empezamos a disfrutar de sus tesoros botánicos, de sus formaciones geológicas. Pasamos, enseguida de adentrarnos en él,  por dos paneles, que informan de la serie de escaladas en bloc, con sus nombres y graduación,  que se pueden practicar en este tramo inicial del barranco.

Un magnífico sendero nos elevó por el barranco. Pasamos delante del pozo Domingo. La vegetación es extraordinaria, entre formaciones rocosas que asoman por los altos, como la cresta dels Murons. Cruzamos pedreras, subimos por ellas con tramos de mayor desnivel y dureza, mientras la vegetación acompañante es prodigiosa, entre carrascas, enebros, romeros, musgos y numerosos  ejemplares de arces, que mostraban el incipiente crecimiento de sus hojas.

Al llegar cerca de la cabecera del barranco, la vegetación, sobre todo de encinas,  forma sombrajos asombrosos. Mientras como vegetación relicta aparecen un buen numero de tejos, de globuloso y verde ramaje.

Pero otra vez el viento arreció con fuerza al llegar al despejado Pla de la Creueta, donde se localiza un poste vertical del PR-CV 349. Lo seguimos en dirección a Serra d’en Garcerán, con la idea de ascender al Tossal de Zaragoza. Pero eran tan fuertes las rachas de viento, que por los altos se encolerizaban más. Y como pudimos nos acercamos al punto donde nace el sendero que conduce a la cumbre del tossal. Y en este problemático avance, me acordaba de un proverbio hindú, que dice: “No hay árbol que el viento no haya sacudido”. Ni arbusto, vaya!!; todo estaba dominado por el viento,  que nos llevaba a remolque. Queríamos avanzar,  tratando de caminar contra él, pero era una “misión imposible”. El viento se oponía rotundamente  a nuestro ascenso. Aullaba lastimero. Y podía echarnos fácilmente al suelo. Y… desistimos con buen criterio,  de subir a la cumbre.

Vuelta para atrás, al collado de la Creueta nuevamente. Y seguimos el marcado sendero  en dirección a la Serratella. Pero en las despejadas lomas Eolo seguía mostrando su endiablada combatividad, flotando  sin remordimientos con nosotros. Me parecía que se mostraba como  un personaje mitológico, capaz de desorientarnos. Teníamos que almorzar. Y como un refugio seguro localizamos,  relativamente cerca, al lado de la Bassa del Bosch, una caseta de buena hechura, construida de piedra seca, donde dimos cuenta de un reparador y plácido almuerzo, resguardados de la furia del viento y disfrutando de las inigualables “vistas” desde la caseta. Vamos, como si estuviéramos en un hotel. Son estas casetas una inventiva del pasado, un legado cultural muy presente en los espacios naturales del Maestrazgo, que usaron la técnica de la piedra, unidas   unas piedras sobre otras y trabadas sin más sustentación que su propio peso y la forma de su construcción, acondicionando su interior con estabilidad y firmeza.

Teníamos que seguir. El viento resonaba aún más. La visibilidad, eso sí,  era excelente. Y retrocedimos hacia el barranco de la Roca Roja, para bajar nuevamente por él, desechando continuar por la ruta circular, donde,  por las despejadas vertientes orientadas a poniente, el viento  hubiera obstaculizado enormemente nuestro avance.

Al llegar a los coches, en el mas d’ en Pollo,  quedamos en que volveríamos con mejor tiempo a hacer esta ruta, pues nos pareció que reúne una notable calidad excursionista.

 Nuestra batalla contra  el viento quedó arriba, en los alcorces del Tossal de Zaragoza.



 GALERIA DE FOTOS DE ESTA RUTA





















jueves, 24 de enero de 2013

Presentación de mi libro "FIESTAS DEL ALTO PALANCIA" en JERICA




El próximo sábado, día 2 de febrero, en la Casa de la Cultura de la población de JERICA (Castellón), tendrá lugar el acto de presentación de mi libro "FIESTAS DEL ALTO PALANCIA". El acto se celebrará a las 18,30 horas, y se enmarca dentro del programa de actos que Jérica celebrará en honor a su excelsa Patrona Santa Águeda.

En mi libro se recoge un capítulo dedicado al sobresaliente festejo del "Vole" y la "Bacalá",  cuando en septiembre toda la población de Jérica celebra sus fiestas en honor de la Divina Pastora.

Y el primer párrafo dedicado a este brillante festejo dice así:

 "En el regazo de la noche se esconden las huertas y los montes, pero Jérica sobresale con su alegría luminosa entre la oscuridad. La torre del homenaje es un impávido punto de luz sobre el cerro del castillo, al lado de los vertiginosos cortados de la Peña Tajada que recaen al río Palancia, que, incisivo, se encorva por la Vuelta de la Hoz. Pero es la torre de las Campanas o de la Alcudia, con su bella silueta octogonal, la que refulge nítidamente, mostrando con la fuerza de los focos los elementos decorativos de su bello semblante mudéjar, sobresaliendo gallardamente, como una eterna musa, sobre las escalonadas calles de la aupada villa".




martes, 22 de enero de 2013

El alma de la aurora se fue engrandeciendo…




La luz plateada de la luna rastreaba la superficie de los lagos. Las montañas parecían siluetas pardas entre los fulgentes velos de la noche. Las rocas cercanas formaban grandes barricadas, por donde se descolgaban las estrellas.

-Qué noche más hermosa… ¿verdad, Luis?

Mis amigos se sentaron a mi lado. Mi  abstracción se recreó con la charla extendida con ellos. El refugio Josep María Blanc constituía un cálido broche en medio del paradisíaco valle de Peguera, ocupando un emplazamiento privilegiado en el Estany Tort.

La luna tenía un resplandor solemne. Parecía enmudecer las estrellas. Y nuestros sueños revoloteaban como orladas mariposas por la recoleta habitación del refugio.






A las cinco y media de la madrugada ya estábamos levantados. El alma de la aurora se fue engrandeciendo por el valle del Peguera. Así como un fantástico abanico de colores. La luna desgarró su luz. Este nuevo día amanecía con tiras de nubes en el cielo, que el alba empurpuraba con desenfreno.

Iniciamos la andadura. El día se abría. Y la ruta aparecía clara. Lagos y laguillos amenizaban la marcha. Se desparramaban sobre la tierra….

Las piedras de señalización dirigían los pasos. Los arroyuelos murmuraban y saltaban por todas partes. La naturaleza parecía escuchar nuestros pasos. Nuestro estado de felicidad era grande, lejos del mundanal ruido. Éramos como águilas, volando libres, como la luz y las sombras de estas majestuosas montañas.






Al fin alcanzamos el collado de Monastero (2.720 m.).

-Vamos…

Y los tres iniciamos la ascensión al pico más emblemático y alto del parque, el Peguera, con sus 2.982 m. de altitud.

Encaramos la cresta. Sólidos bloques calcáreos. A veces, había que apoyar las manos… La cumbre la teníamos más cerca…

-¡Cuidado…!!

Una roca cedió bajo mis pies. El paso impresionaba. Y tuve suerte de que mis manos estaban agarradas a las rocas. Las piernas casi pendían hacía el vacío. Acudieron rápidamente mis amigos a auxiliarme…. ¡Uf, qué susto!! Y me devolvieron a terreno seguro… Sí, el susto muy mayúsculo. Un poco más, y…  adiós vida. Y tras recuperarme de la fuerte impresión, reanudamos la ascensión por el arriesgado trayecto hasta llegar a la cima. Me tranquilicé, contemplando las impresionantes vistas,  que alcanzaban toda la grandeza del parque y de los picos lejanos, pasando por la Maladeta, el Perdiguero, la Pica de Estats…






Al descender y encontrarnos de nuevo en el paso de Monastero, sobre terreno fácil y firme, recordé momentos donde el rayo está presente. Las tormentas en el Pirineo sobrecogen, son terribles. Y surge el miedo cuando un ruido extraño revuela por la atmósfera cargada de electricidad. Como explicaba Russell,  evocando una de estas tormentas: “A veces, todo se pone a silbar, los cuchillos y los relojes, la punta de los dedos y los cabellos, y pequeñas corrientes pasan de una persona a la otra, como el ruido de una cerilla que se enciende”…. ¡Cuidado, el rayo está muy cerca…!

A veces, las fuerzas más brutales del Pirineo atronan con furor. Y surge el drama. Fue lo que pasó con el alpinista Ernest Mallafré, que dejó en estos lugares “la última firma de su vida”. Así lo relata su amigo Agustín Faus, en su obra “Huellas profundas”. Fue sepultado por un alud.

El Peguera también me dejó una huella profunda en mis recuerdos… Pero volví otra vez al valle, uno de mis preferidos en el Parque Nacional de San Maurici.


sábado, 19 de enero de 2013

Aquel viaje al Pirineo Catalán iba a ser distinto para mí




-Puede que en Espot no haya nevado tanto, me dijo la dueña del hotel de Salardú.

La idea de visitar el Valle de Arán se vino abajo. Todo el valle, sobre todo el Cap d’ Arán, aparecía completamente nevado. No podía realizar las ascensiones previstas. Pasé la noche casi sin dormir. La calefacción de mi habitación estaba a tope. El calor era insoportable. Dos horas más tarde cedió. Y cuando amaneció el nuevo día, dejé pronto Salardú. Todo nevado. Menos mal que el puerto de la Bonaigua (2.072 m.) no estaba cerrado.  Se podía pasar en coche. Y con mucha precaución fui ganando terreno a la carretera por las apretadas lazadas que descienden hacia Esterri de Aneu, salvando un desnivel de más de mil cien metros en un recorrido de 23 km. Eso sí, el paisaje era fantástico, centrado sobre todo en el impresionante bosque de abetos centenarios de la Mata de Valencia.

Y llegué a Espot. ¡Albricias! La nieve no era tan copiosa como en Arán. Incluso algunas cumbres aparecían sin la nívea capa. Hice noche en el hotel Roya y al día siguiente un taxi me trasladó hasta el lago de San Mauricio.






Dijo Cela en su libro “Viaje al Pirineo de Lérida”: “Espot es la llave del legendario país de los lagos de Lérida; detrás de Espot quedan lo menos cien lagos azules, recoletos, de frías y claras y misteriosas aguas… Por el país llaman estanys, estanques, a los lagos, con un manso y civil criterio doméstico que los hace más próximos y familiares”.

Recuerdo que soplaba un viento febril, que rizaba el bellísimo lago. Uno de los lagos más visitados desde tiempos remotos. Entre los majestuosos abetos despuntaban los enervantes colores otoñales prendidos en arces, hayas, abedules… El lago es el punto de unión de los valles de la cabecera del Escrita. Y sobrevolando esta idílica zona lacustre están los legendarios Els Encantants, dos afiladas agujas gemelas que, según la leyenda, representan a dos cazadores petrificados, que se negaron a honrar a San Mauricio en una jornada cinegética oyendo misa en su ermita, al largarse detrás de un sarrio,  y se convirtieron en sendas y altas rocas, separadas por profunda brecha.






Me puse en marcha. La naturaleza pirenaica en octubre me brindaba sus más ubérrimos colores. Caminaba a gusto. El amor a estos paisajes me encogía el corazón, que saltaba de contento. Todo bullía a mí alrededor. Las brisas, que se descolgaban de los abetos. Los torrentes de Subenulls y del Portarró, cuya armoniosa espuma brillaba opulentamente. El bosque verdinegro del abetal. El orden geológico, que crecía con ardor bajo las imponentes crestas y cimas que navegaban cerca del cielo con sus ribetes blancos…






Transitaba por el pintoresco camino del Portarró d’Espot. Me atrapaba todo. Y recordaba lo que había leído: Que fue  una ruta medieval  entre el condado del Pallars y el señorío de Errill, con su porte románico,  en la Alta Ribagorça. Y me hallaba recorriendo una de las más bellas rutas que pueden realizarse en el Pirineo. Y era feliz. El día amaneció acicalado. Hacía sol, el viento se había apaciguado y suspiraba de placer cada paso que daba. Recibían mis piernas estímulos amistosos, como caricias poéticas que emergían de la tierra, de los suaves prados. Culminé la ascensión. Me encontraba a 2.425 m. de altitud. En el portentoso mirador del Portarró. Abajo se estiraba el valle hermano: el de San Nicolau con el bellísimo Estany Llong. Y reconocía casi  todas las cumbres que se espigaban alrededor: Los picos de Contraix (2.957 m.), el de Serradé (2.941 m.), el Tuc de Colomers (2.932 m.) y… el gigante del parque: el pico Peguera, de 2.982 m.,  que tuve la suerte de ascender el año anterior,  haciendo noche en el solitario y precioso refugio de Josep María Blanch, situado en un bello emplazamiento lacustre, a orillas del Estany Tort de Peguera, en el escalonado valle de Peguera.

Pero lo que pasó en esta ascensión ya lo relataré en otra ocasión.


miércoles, 16 de enero de 2013

El desfiladero de Mont-Rebei




Entre mis experiencias  montañeras entrelazadas en mis dilatadas incursiones por el Pirineo, destaca el impresionante desfiladero de Mont Rebei (Lleida).

Pienso volver este verano para verlo nuevamente, para echarle una mirada de gozo y entonar mis piernas  fluyendo por el corredor aéreo que surca sus elevadas paredes,  que rozan los 500 metros.






Este año quiero ver un sol nuevo en el Pirineo. Vibrar con sus paisajes,  cuando las nieves vayan abandonando sus cumbres y el deshielo hilvane innumerables  trenzas cristalinas. Sentirme acunado por los mesurados susurros de los garbosos riachuelos, de sus cascadas plateadas, y vaciar mi espíritu entre los verdes  prados,  salpicados de lilas, de malvas y de gramíneas blancas, amarillas y rosadas. Mi Pirineo, tierra de colores inverosímiles, donde la serenidad acompaña a mil gigantes de piedra, con sus cinturones aromados de grises, como un ritmo de hidalguía, donde el esfuerzo se convierte en galardón, en alborada conquista,  como una sinfonía vagneriana.






Pero, como digo, antes, como suculento preludio, recorreré el susodicho desfiladero. Desarrollaré mi caminata por un camino suspendido en el vacío, a cuyos pies discurre el río Noguera Ribagorzana.






Es una excursión que deja huella en el recuerdo. El sendero, tallado en la roca, se eleva sobre el río a una altura de unos treinta metros. Cada paso es una sorpresa. La vista se recrea con esta maravillosa garganta. Multitud de plantas rupícolas adornan estas formidables escarpas, mientras sus tonos rojizos y dorados  contrastan con la mansa corriente esmeraldina del río. Las plantas y los arbustos se crían en la misma piedra. Y el avance que realizas por el sendero es un triunfo para la adrenalina. Las paredes, cortadas a pico, te sobrecogen. El paso es entretenido, cauteloso. Evidentemente la tectónica de Mont-Rebei es todo un espectáculo, una fantasía geológica, un triunfo de la naturaleza.







¡Hay que verlo!


domingo, 13 de enero de 2013

Por el Maimona, donde se agarran los cantiles llegando a Fuente la reina





Al llegar a Villanueva de Viver no entramos en el pueblo. Y desde la carretera de circunvalación tomamos el desvío que nos remonta hasta la ermita de San Martín. La temperatura al empezar a caminar es de -1º. El aire es claro y el cielo está veladamente limpio…

Bien abrigaditos- el que suscribe con un catarro de aupa-  nos hemos reunido en esta ruta -la segunda del nuevo año montañero-, siete amigos: Chonín, Martín, Juan, Jose, Manolo, Angel y Luis.  Desarrollamos el avance primigenio por caminos, ribeteando algunos bancales de almendros y tropillas de pinar,  hasta enlazar con el camino de herradura que cruza la partida del Sabinar y nos baja,  entre la verdosa cohorte de sabinas, enebros y pinos, al cauce del barranco de la Maimona.






Localizamos la fuente Pierres, que sigue fluyendo con un buen chorro,  alimentando una esmeraldina badina,  y nos recreamos con su circunspecta belleza y con los hermosos ribetes vegetales que la adornan.

En la fuente de las tejas,
te juré que te quería,
y los suspiros del amor
se convirtieron en  rubias trenzas
ajardinando mi corazón.


Buen sendero, bien definido,  y magnífica cobertura vegetal.

Preciadas sensaciones visuales…

…y  animada marcha de los amigos. 








-Esto es precioso.

Caminamos y somos felices. Y descorchamos alguna cancioncilla. Y algún retazo lírico… El senderismo es felicidad.

Desde la citada fuente, un magnífico sendero recorre la margen derecha geográfica del Maimona. La égloga vegetal te atrapa, así como las altas rocas que coronan el barranco. El sendero está salpicado por una relevante alfombra de musgos, mientras la hiedra tapiza con pasión el dislocado roquedo.






Allá donde mirábamos nos atenazaba la sorpresa. El Maimona por estos lares ya empieza a estrecharse en bellos congostos.

-Hay que volver en el verano, Luis.

Y es que la corriente del barranco formaba cristalinas y transparentes pozas, de todos los tamaños, claras como un cielo de color verde…. Ideales para el baño estival.

Por el cortejo vegetal que adornaba el sendero se filtraba el fino rumor de la corriente del Maimona. Y las rocas alzaban sus soberbias frentes salpicadas de  graduaciones ocres. Una antigua acequia se deslizaba a los pies de los paredones rocosos, recortada por los flecos de plantas trepadoras y tramos de acueducto.

El sol resbalaba por el sendero, lleno de arabescos de esmeralda nacidos de la espesura. Y una ristra de piedras nos sirvió de mantel físico para celebrar el almuerzo,  regado por el buen vino de Juan. Tan lleno de ingredientes que nos sazonó de alegría: El exquisito dulce de membrillo hecho por Chonín, los bombones de coco y…. la esperada bebida espirituosa de manzana silvestre con anís: el “patxaka”…. Que  placer de licor, de amarillo oro!!! Y brindamos por el nuevo año montañero, para que nos llene de actividad todo el año.






Y después del dulce y nutritivo almuerzo,   seguimos el hermoso sendero,  embebido de carrascas y rebollos, surcando túneles de verdor y grandes bloques de rocas desprendidos de los lienzos superiores, formando una compleja y dislocada morfología.







Llegamos a Fuente la Reina por el área de la fuente de las Mangraneras. Superamos un tramo costanero, con calles de igual configuración topográfica,  y arribamos a la plaza de la iglesia, donde calentamos el cuerpo con buenos cafetitos,  servidos en el bar del Jubilado.







Un rato por la carretera en dirección a Villanueva de Viver y la abandonamos para tomar un buen PR. En cómodo paseo, entre pinares, algún charco cobrizo y suaves ondulaciones del terreno llegamos a la ermita de San Martín, donde nos agrupamos para hacernos la acostumbrada foto,  con el fondo del pueblo.








Y… a esperar la próxima ruta, amig@s.


viernes, 11 de enero de 2013

Errante en la aventura...




Camino. Y tengo sed. Pero no necesito el agua. Necesito energía y fuerza, los motores vitales que me van a impulsar avanzar por la inclinada vertiente pedregosa, sembrada de deslizantes guijarros. Loca ilusión la mía. ¿Acaso necesito este tipo de aventura? No lo se. Pero estas experiencias me atraen, mientras me embriaga el sonido, el entrechocar de las piedras sueltas cuando las piso. Y solo quiero subir, para llegar a las rocas superiores, blancas o grises, da igual. Pero coronan la cima y rozan el cielo.

Tengo sed. Pero de soledad y silencio. Mientras, mi corazón se exalta lleno de aliento, errante en la aventura…