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El Tiempo en Segorbe. Predicción

El Tiempo en Segorbe

domingo, 30 de septiembre de 2012

"FIESTAS DEL ALTO PALANCIA", MI NUEVA OBRA.



Mi nueva obra "FIESTAS DEL ALTO PALANCIA", estará a partir del 1 de octubre en las librerías de Segorbe y de la comarca del Alto Palancia. Su distribución también será nacional.

Se realizarán presentaciones en las poblaciones de Segorbe, Viver, Torás, Pavías, otras localidades de la comarca, en las capitales de las tres provincias valencianas, en Vinarós, etc..

Quiero agradecer, una vez más, a todos los vecinos que me facilitaron información en su día sobre cada uno de estos festejos descritos en mi obra. Ellos son los verdaderos protagonistas de estas fiestas, que cada año avivan la ilusión y el entusiasmo general, entre grandes y chicos.

Matilde Pepín, escritora y amiga, que me ha hecho un prólogo que es todo un lujo para mi, dice, entre otras cosas:

"Esta nueva obra de Gispert Macián, enriquece el patrimonio etnográfico y cultural de la comarca, motivando al lector a conocer de primera mano, las fiestas atávicas del Alto Palancia.

Consideramos que es un libro imprescindible para:

-Conocer las fiestas.
-Disfrutar de las tradiciones.
-Obsequiar a los amigos que desconocen la riqueza cultural del calendario festivo de la comarca".


Este es el índice y las fiestas que se describen en cada localidad:

-Geldo. San Antonio Abad.
-Matet. San Antonio Abad.
-Algimia de Almonacid: San Antonio Abad.
-Pavías. Los congretes.
-Bejís. San Blas.
-Sot de Ferrer. El Carnaval.
-Navajas. El Huerto de Pascua.
-Almedijar. Feria de Oficios.
-Viver. San Francisco de Paula.
-Castellnovo. Romería de la Santa Cruz.
-Chóvar. Fiesta de la Rosa.
-Teresa. San Isidro Labrador.
-Pina de Montalgrao. Santa Quiteria.
-Caudiel. Fiesta de la cereza.
-El Toro. Fiesta de la siega y la trilla.
-Benafer. San Salvador y San Roque.
-Sacañet. San Isidro Labrador.
-Barracas. Procesión de San Roque.
-Vall de Almonacid. Hogueras a San Gil.
-Segorbe. La entrada de Toros y Caballos.
-Gaibiel. Procesión del Santísimo Cristo de la Sed.
-Torás. Santísimo Cristo de la Misericordia.
-Jérica. El Vole y la Bacalá.
-Soneja. La cabalgata de septiembre.
-Azuébar. Olla de San Mateo.
-Altura. La Virgen de Gracia.
-Higueras. Día de la Purísima.











jueves, 27 de septiembre de 2012

Cerca del Moncayo...





Cuando llegué a Tarazona, en mi ciudad se celebraban las fiestas patronales… Pero allí, en esta ciudad tan maña, monumental e histórica, se registraba un ambiente de sólida tranquilidad, entre ramalazos de fuerte calor.

Es Tarazona para mi una de las ciudades más bonitas de Aragón. Ahora que se puede visitar la catedral gótica, el recorrido cobra mayor interés. Desde la calle su imagen es muy artística, entronizada en sus espectaculares torres.






Y cuando llegas a la vieja plaza de toros y rozas su ombligo, uno se siente transportado a otras épocas. Así me lo dice una agraciada moza,  que me ve con mi cámara en la mano y no tiene ningún reparo en dirigirme la palabra.

Y solo con andar apenas cinco minutos Tarazona se ofrece como es, investida de mil valores turísticos, representados en sus casas colgantes, la judería, la fachada barroca de San Atilano o la renacentista del Ayuntamiento.






Y tras adquirir un cargamento de jugosas pastas, que guardé en mi bolsa avellanada, puse rumbo a ese Moncayo cuya imagen me atenaza siempre, y que preside un hermosísimo territorio selvático, que el otoño se encarga de transformar en una sinfonía cromática realmente mágica. Para ver y sacar humo a las tarjetas fotográficas.

Conforma el Moncayo una dehesa densa, con formaciones subalpinas de notable porte, entre pinares, hayedos, robles, acebos…







Quise alentar mi afán andariego por la senda que sube a la cumbre, embebiendo por un tiempo el silencio que se catapulta hacia el valle. Un silencio que emborracha y seduce el alma. Pero acabé bajando al santuario. Y me asomé al balcón de las evocaciones  para rememorar pasadas y felices andanzas, en un marco donde todo es grande, solemne y que embriaga el espíritu con su innegable altivez.

Además, quise contentar el estomago como se merecía. Y me adentré en el acogedor restaurante del santuario, donde un vinico de Borja me entonó toda mi persona, como un sol que enrojece horizontes, mientras una gentil camarera, con el pelo recogido en un moño, iba depositando sobre la mesa, adornada por la belleza de un aster,  una retahíla de manjares.





Al terminar el feliz condumio, le regalé a la camarera la flor de la mesa, que me agradeció con una dulce sonrisa, que transformó  aún más los aires sonrosados del Moncayo.

Ahora, cuando escribo estas notas en la distancia, entre el alcor sereno de mis libros, y a las puertas de que se descuelgue  octubre, con sus fiestas del Pilar, creo que soy una persona afortunada por mis aficiones vinculadas en todo con la naturaleza. Por ello, seguiré caminando sin detenerme, sin dar tregua al descanso, aflorando siempre los sentidos y el esfuerzo sano entre horizontes serranos, haciendo que la vida sea más hermosa y placentera junto a los míos, derramando la gracia de la felicidad sobre los entrañables senderos de nuestros amores, como una luz que nunca se apaga.







Estoy cerca del Moncayo contigo,
siguiendo tus firmes pasos,
viendo tu figura transformada en una
grácil princesa,
al  encuentro
de tu trono de cristal.




miércoles, 26 de septiembre de 2012

Entre Benicasim y Oropesa




Como muchas tardes “se me cae la casa encima”, usando esta expresión idiomática, la de hoy quería darle otro rumbo. Y en una horita me he plantado en Benicasim. Y he vuelto a caminar por la magnífica vía verde que une estas dos poblaciones.


Un gozada. El mar al lado, como sustancia viva. Como dijo el poeta “no le quitéis el mar” a estas dos villas. Vibran turísticamente con el Mediterráneo. Oigo su canción. Una melodía que te rodea, que te hace feliz, que te anima….





Mar y tierra. Y pinares, donde hay una soledad musical patente, donde poder anclar la alegría a rienda suelta.

Y veo las torres de vigilancia, donde la lejana historia hilvanó páginas heroicas. Camino por mi lado, llevando la ilusión que se hace mensajera. Y la veo revolotear sobre las olas, cuyo rumor es música de fondo de mis pasos.






Tierra y mar. Sí. Energía para el deporte, como un oleaje de conquista, sembrando líricos encuadres que me vencen.





Me detengo a soñar. Cara al mar, que lo tengo debajo. Soy como una partícula en medio de la plenitud de la costa. Y me arrollan sus bonancibles embestidas. Y pongo flechas de admiración en el cielo, cuando se une al mar en el lejano horizonte. Mientras, el sol enamora la roca, que lagrimea la marejada de las olas.





Al volver a Benicasim, me detengo en la barrandilla que orla la vía verde. Y archivo recuerdos. Con el aire de mis ojos acariciados por el aroma de mar, que emborracha.





lunes, 24 de septiembre de 2012

El pico Palomera, otra vez





Antes de mi viaje a Cullera y habiéndose suspendido para este pasado sábado otro viaje con reunión turística en Calpe, necesitaba estirar las piernas, encontrar el desahogo feliz en los espacios abiertos, ir remendando mi espíritu aún transido por los fuertes ramalazos del verano. Así que, decidí salir de ruta. Y nada mejor que acercarme otra vez al vistoso pico Palomera, cerca de Teruel.

En un par de horitas hice el viaje y empecé a caminar a media mañana. Como había almorzado en casa, llevaba en la mochila la bebida suficiente y la comida deseada: Pan, cecina, jamón y un par de buenas naranjas.

Pisaba a gusto la tierra, ya con regusto otoñal en el epílogo del verano. Los campos mostraban su paisaje puro, resplandeciente; los carrascales seguían ensortijando su ramaje, pintado de grises y verdes. Todo era solemne. Mis piernas se movían bien,  sacando metros a la altura. Y más altura. Y collados. Y el pico a la vista. Nueva emoción. Seguir el tacto de la hierba, la inmensidad de los paisajes, de las llanuras, con tantas semblanzas de colores. Me impactaba tanta visión. Y mi silencio era el silencio natural que me llenaba. Andaba con la ilusión de la aventura. Hacia el cresterío del pico. Mis ojos comían un paisaje de hermosura total

¿Por qué soy tan feliz en estos espacios, donde el alma sin remedio se pone a cantar?

Llevo muchos años queriendo obtener una respuesta. Y sigo haciendo camino, donde la naturaleza pone su brazada emocional… Por eso sueño caminos, senderos, despliegues de luz……Por eso subo a estos castillos, hechos de piedras, de abismos, de asombro bajo los pies….

Y al coronar el enorme vértice geodésico, exclamé felizmente: ¡Por fin!!

Y en la cumbre el silencio jugaba a ser silencio. Y los valles entonaban su imperio colorista. El cresterío de la Palomera emborracha. Por eso vuelvo. Para alzar mi copa y brindar por la emoción de la montaña, vigía impresionante de paisajes adentro. Estiro  las manos y cerco la roca, como un altamar donde navega mi velero por mares agrestes...
















sábado, 22 de septiembre de 2012

A CULLERA, EN TREN





A las 14,35 sale el talgo con destino a Alicante. Estoy en la Estación Norte de Valencia. Mi tren, con destino a Gandía,  sale a las 14,56. Pero no llego a esta importante ciudad. Me bajaré en Cullera.

En la estación rondan los murmullos de los viajeros. También el run-run de las locomotoras. Las azafatas lucen pantalón negro y camisa blanca. Veo a viajeros que corren hacia su tren. La hora se les ha echado encima. En el centro del amplio vestíbulo de viajeros se ofrece una amplia oferta de camisetas blancas y rojas. Algunas ostentan el dibujo de la tomatina de Buñol.

Mi tren sale puntualmente, tras anunciar la megafonía el último aviso. A esta hora de la tarde luce un sol radiante y el cielo está emborrachado por empellones de nubes cirrosas. El tren se para en todas las estaciones. A partir de Silla se suceden las tierras planas, donde el arroz impone su supremacía, desplegando el rastrojo un amarillo de oro viejo. Sobre los bancales,  los caminos se enderezan o se arquean. La espaciosa planicie aparece salpicada de puntos blancos, que son las casitas de almacenaje de aperos. Sobre la llanura se recortan solitarias palmeras. Parecen retazos de otras épocas, esparcidos entre la inmovilidad y el estatismo del paisaje. Un cielo azulino se desploma perezoso sobre el lecho áureo de los campos.

La avanzadilla urbana de Cullera queda cortejada por la abigarrada cuadrícula de los huertos de naranjos. Y ya en la estación, un autobús me acerca a la playa. Con sus 1.750 m. de longitud y una anchura de 75 m., la playa de San Antonio, con sus zonas de baño y deporte, tiene una arena de grano fino,  como un vestido de seda dorado, y caminar sobre ella depara un ejercicio exultante y casi rehabilitador.

Pero en esta tarde el baño no está permitido. Un viento racheado se hace dueño del paisaje marítimo. Las olas se encrespaban y batían la arena entre los hervores de espuma blanca de sus crestas, mientras la pincelada de una vela blanca recortaba la línea del horizonte. El ruido de las olas es una cantinela constante. Y han alzado la bandera roja, por si acaso.

Paseo entre sol y sombras, entre lunares de oro,  mientras veo jugar a la petanca,  y una pareja de enamorados se besan en un banco. El viento mueve la gracia fresca de la rubia melena de  la chica, sin enterarse. Me acerco a la desembocadura del Júcar. Lo veo apaciguado, con alguna barca descansando. Me gusta más el Júcar serrano, con los elevados pinares, con la ciudad encantada, con sus hoces, deslizándose verde y rumoroso.

A la playa de San Antonio le sigue la de la Escollera, con sus diminutas dunas. Entre las playas Escollera y Marenyet el Júcar desemboca al Mediterráneo.

Después del paseo, me siento en una terraza. Me apetece tapear. Y me inclino por unas puntillas y unos pulpos a la gallega, regados por un endiosado tinto riojano.

Pasa el tren turístico. Este trenecillo ofrece rutas al Castillo y a la cueva-museo de Dragut, ubicada cerca del mirador del Faro.  El castillo domina la antigua villa y la moderna Cullera. Procede del siglo XIII. Al lado está el santuario de la Virgen del Castillo, de estilo neo-románico. Y entre los museos que tiene  Cullera, está el museo de Dragut, que alberga una exposición temática sobre la piratería mediterránea en el siglo XVI.

De regreso a Valencia, mientras por la ventanilla del tren contemplo el extenso marjal, con los campos de arroces segados, y alguna cosechadora mecánica sesteando al sol,  con el descanso de la tierra,  hasta que el 1 de noviembre  tenga lugar la “perellonà”, cuando las compuertas se abren y los campos se inundan, pienso que tengo que volver a Cullera. Y volver a hacer el PR-CV 336, una magnífica senda por la montaña del castillo, partiendo del Faro. La haré cuando el otoño esté avanzado. Tengo ganas de disfrutar de los hermosos paisajes que ofrece esta ruta, contemplando huertas, el marjal,  las playas y montañas lejanas, atemperado por el frescor  del viento blanco,  que hace bailar la epidermis vegetal.
















miércoles, 19 de septiembre de 2012

LA SIERRA ALTA



Necesitaba volver a los Montes Universales. Deseaba hollar nuevamente la despejada cumbre de Sierra Alta (1.852 m.). Deseaba embalsamar mis pulmones de ingrávidos perfumes naturales, la vista de extensas panorámicas y el espíritu de soledades maternales




Pisé las calles de Bronchales. Puse rumbo a la sierra. El marco es literalmente forestal. Pinos albares y robles marojos. Prados húmedos y afloramientos rocosos.




Qué placer andar entre praderas y pinos. Sólo. Con la voluntad a flor de piel. Con alguna brisa que te brinda su caricia sobre la tierra fuerte. Y,  ya en la cumbre, placer, felicidad, hermosura agreste, delicia, júbilo...




Mientras, Sierra Alta pone su brazada emocional, como un castillo invisible, donde uno se convierte en señor de los altos silencios, donde canto mi himno de esperanza.....




.... hacia un futuro incierto, donde espero seguir plantando pasos a los senderos con entrañable brío, entre un altamar de suspiros amistosos, pilotando sueños en íntima escalada.




Lo deseo. 







domingo, 16 de septiembre de 2012

Con sonrisa libre...




Me emociona la roca cuando se pinta de rojo. Y por el Desierto de las Palmas este color revienta por todos los rincones.

Llegamos a su regazo en un mediodía distinto, con el sol en lo alto, con el paisaje oliendo a pino, a jaras y a silencio. El silencio fecundo, ennoblecido, que rodea con sus latidos al monasterio. El silencio que se alza hacia el Bartolo, donde el mar está más cerca y donde el aire crece en pureza.










Y bajamos a tocar ese mar, donde Benicassim es todo. Color. Ritmo. Espejo. Esperanza. Agua con surcos de aventura. Por donde andamos con la ilusión en calma, como el arrebato de las Palmas, la montaña sagrada, bandera para abrir la puerta del gozo, para andarla con sonrisa libre, resbalando hacia el Mediterráneo.