Camino bajo un cielo blandamente azul, con la satisfacción a flor de piel. Las navas afloran el resurgimiento verde del cereal. Se esponja, como un galardón sensual sobre los campos de tierra ocre.
El viento merodea por el pinar, agita el ramaje y su rumor crea una suave cantilena, como el roce de una piña de gasas desgajadas de su arrullo. A la media hora andando, el tiempo cambia bruscamente. El cielo se entolda de nubes de color ceniza. Se enturbia la atmósfera. La temperatura desciende inesperadamente. Hace frío. Y empiezan a caer finos copos de nieve, que el viento esparce a su antojo sobre el suelo.
Cruzo un denso coscojar, que
arracima su oscuro ramaje. Una senda, abierta por los rebaños, me conduce a un
camino. Me gusta ver como se precipita la nieve. Forma trazos blancos, granulados, que chapotean al viento con ritmo, y en su
contacto con el suelo, desaparecen. Pero cuando chocan con mi cara, me enfrían
la piel y se muestra tensa. Pero… sigo caminando.
He ido a buscar el sol y he encontrado la nieve.
El viento canta entre el
enmarañado ramaje de las coscojas y
peina las hierbas enanas. Y por el cielo flotan nubes grises, que se tornan
oscuras por las cumbres de Javalambre, donde se difumina la nieve. Me siento
como un alma desterrada del sol. El frío es intenso. Mi osadía, mi tenacidad me
lleva hasta el congosto del río Mijares, donde el cauce se hunde tenazmente,
dibujando laderas de fuertes pendientes, coronadas por albarazados cinglos de veteada
caliza.
Al llegar al río, su rumor se
mezcla con el murmullo de los chopos. El viento se enreda por el desnudo ramaje
de estos árboles. Y agita las ramas de
las sargas, que empiezan a mostrar la primavera con sus brotes, formando un
andén particular junto al río.
Me siento sobre una roca. Veo
como se deslizan rápidas las aguas del río. Hay soledad sin silencio, porque el
viento provoca una serie de zumbidos intensos.
El cielo se abre y asoma el sol,
que se apea por los farallones, por los estrechos del Mijares. Con lentitud,
abandono el estrepitoso caudal del río. Y vuelvo a subir hacia el altiplano. El
cielo aparece cuajado de hebras neblinosas. El sol recrudece el tono del
cereal. Por los alcores suelta su cabellera luminosa. Ya no nieva. Pero el frío
sigue siendo intenso. Sin embargo, no hago caso de esta climatología adversa.
Bailo para mis adentros. Y más cuando me acoge el calor de mi vehículo en marcha,
donde escucho la voz melodiosa de Sergio Dalma, que toma otro relieve por el altiplano.
6 comentarios:
Las fotografías son preciosas, mucho colorido, son excelentes, me han encantado,tu relato único, fuiste buscando el sol, en el camino no lo encontraste, aún así disfrutaste el recorrido y la meta, la obtuviste, el agradable sol
Besos Luis, un placer leerte, siempre
Que ganas tengo de coger el palo e ir por cualquier camino, a ver si este tiempo me deja algún día, hoy borrasquea como en puro invierno !!
Preciosas las fotos que complementan tus sentimientos.
Preciosas, cuanto me gustan tus entradas. Besos.
Las fotografias maravillosas y el relato fantástico, es un gran placer visitarte.
Un abrazo
¡Hola Luis!
Preciosa semblanza del tiempo invernal que aún se resigna a dejarnos,mientras que los primeros brotes empiezan a asomar por las ramas aún dormidas de los árboles. Preciosas fotos.
Un abrazo.
Hola Luis, muy aparente Sergio Dalma, par bailar "pegados" aunque sea para tus adentros.
Un abrazo
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