GENEROSOS AMIGOS QUE ME SIGUEN

El Tiempo en Segorbe. Predicción

El Tiempo en Segorbe

jueves, 28 de febrero de 2013

Aquel verano...



Con esta serie de crónicas dedicadas al Pirineo recupero los recuerdos más vivos y queridos, casi siempre en compañía de personas cuya amistad nació y creció en el regazo de esta mágica cordillera, amigos que ya no coincidimos en andanzas pirenaicas, pero que seguimos en contacto a través de la comunicación de las redes sociales.

Las montañas, en todas, con la combinación de sus aspectos bellos, nos ofrecen este privilegio, de sentir y vibrar con el amigo a través de la actividad compartida, cimentando una relación personal afectiva  y reforzada en cada ruta. Ese es el encanto del montañismo, del senderismo… Como dice Agustín Faus: “Cualquier lugar y cualquier amigo de la montaña pueden dejarnos una huella suficientemente profunda para impactar vigorosamente en nuestro recuerdo”.


Aquel verano fue distinto para mí. Casi una semana pasamos en el reino del románico catalán. En el espectacular valle de Boí. Fueron días de ver lagos. De crestear alguna cumbre. De sentirnos felices en el grandioso marco del Parque Nacional de Aigüestortes. Taüll fue nuestro hogar. Nuestra base de operaciones. Y el descanso. El paseo.  Y la charla íntima cuando el crepúsculo tendía sus ramas de colores sobre los profundos valles.

Sí, fueron jornadas que sigo sin olvidar. Aún resuenan en mis oídos el rumor de las aguas torcidas, cabrilleando alegremente a la sombra de los esbeltos abetos, formando mantos cristalinos, transparentes, por donde nadaban confiadas las truchas.

Me gustaba tenderme sobre la mullida hierba de los coruscantes prados, teniendo muy cerca las vacas, que me recitaban el sordo lenguaje metálico de las esquilas. Y veía correr las nubes, empujadas por el patriarcal viento de las cumbres, allí donde la nieve se aposenta en invierno y crea su reino, formando velos de novia e imágenes fantásticas, haciendo recrear el hechizo con hilvanes de ignotas aventuras; un universo intacto, donde la sensación de libertad es total y alboroza el corazón.









martes, 26 de febrero de 2013

Un clásico sobre el Valle de Arán


Me gustaba subir desde Boí para estar junto al Estany Negre, recrearme con su belleza y observando, asimismo, los impresionantes Bessiberris, cuyo pico Sur, de 3.030 m. de altitud, alcancé en el verano de 1996, acompañado por un guía de Taüll.



Hace años que no visito el Valle de Arán. Lo conozco perfectamente. He recorrido sus preciosos pueblos hasta el último rincón, donde crecen con gracia y se hermanan ortigas y margaritas. He admirado su románico, condensado en sus estilizadas iglesias, con sus torres rematadas por puntiagudos chapiteles... Y me he alzado a sus cumbres más prosaicas y elegantes: El Montarto, el Ratera, el Mauberme, el Gran Tuc de Colomers…

Estos días me he dedicado a ordenar mi biblioteca. Nuevas estanterías y una colocación más metódica de los libros. Al tener en mis manos cada ejemplar, me han suscitado recuerdos de lecturas, y con ellas un arco iris de sueños, romanticismo, esperanzas y melancolías… Libros leídos en mi casa, en un jardín, en las orillas de un río, en una playa, en un hotel de verano, concurrido por bellezas de buen ver. Y me he encontrado con libros ilustrados con dedicatorias de insignes escritores: Cela, Delibes, Gironella, Manuel Vicent, Alberto Vazquez Figueroa, Mario Benedetti…

Hay un libro que no recordaba tenerlo. Habla del Valle de Arán. Un libro que roció el barómetro de mi imaginación y me elevó hacia el espaldarazo de la aventura. Su título: “Forastero en el Valle de Arán”. Su autor: Miguel Angel Castiella. Publicado en el año 1965.

Su autor, afincado en la naturaleza, como destaca el prologuista, vivía de las bellezas naturales. Romántico y sensible. Captaba líricamente las sugestivas escenas de la vida rural. En la naturaleza hallaba la huella del hombre. Era muy humano. Y el Valle de Arán le “clavó su lanza de amor”. Maragall, el ilustre poeta catalán, le impulsó, le iluminó. Y Castiella viajó por este precioso valle. Lo cantó y amó. Encontró paz y amor. Y la sonrisa de la naturaleza le llegó a su alma. Y escribió su viaje. Y dijo cosas tan bellas como ésta: “Volveré a ti. Pero ahora es necesario partir un momento. Quede contigo este latir agobiado del que se ha detenido para contemplarte una vez más en tu corazón sin mancha, del que ha de alejarse, para llevarte a caballo en su vida, campeándote por el mundo, para recordarte mejor, para regresar siempre…”




Con amigos, en ruta a la cumbre del Montarto, de 2.830 m. de altitud, entre prados y muchísimos lagos. Al fondo, las Agulles de Travessani (2.755 m.).



Un descanso, antes de llegar al refugio Ventosa i Calvell (2.220 m.). Entonces no llevábamos los familiares bastones de senderismo.



Llegando a la cumbre del Montarto. Fue la primera vez que hice esta ruta desde Boí, pernoctando en el refugio anterior. Y volví al Montarto varias veces más. Es un privilegiado mirador del Valle de Arán y de las montañas de la Maladeta, Alta Ribagorça y Pallars Sobirà.



domingo, 24 de febrero de 2013

Por las Arteas de Bejís, con un día soleado y ventoso



Partimos del mismo sitio que el pasado sábado: El acueducto de Bejís (lo echábamos de menos)


 

Siguiendo el GR-7, en el collado de las Arteas.
-Marchando, una ración de viento helado...!!
Detrás, la Peña Juliana.




Llegando a Arteas de Abajo, con parada, almuerzo y delicioso y aromático café.




Entonando el ¿o sole mio! en las calles silenciosas.... Abajo, la ermita de San Juan, de Arteas de Abajo.




"Arteas: Que estos pocos nombres nos recuerden a todos los que por aquí anduvieron".




Postal de Arteas de Abajo




Junto al poste del GR-7, en Arteas de Arriba




Bancales de Arteas de Arriba, y perfil de la Peña Juliana.




Bien tapadicos.... Amigos ¡demasiado viento arruina mi peinado...!   Saco la foto rápido!!
Detrás, asoma Peñaescabia.




En el mirador de San Cristóbal, siguiendo el SL-V54. Detrás, Bejís.




Bajando por el sendero de los Miradores y pintoresca postal de Bejís.


 


Y una riquísima comida nos esperaba en el restaurante El Chorrillo de Viver, para rematar "el sufrimiento" de la mañana ventosa, y una charla aún mejor y divertida entre tod@s l@s amig@s... ¡Caramba!, no hemos salido todos.




Buena pinta... ¿verdad?

y ...  ¡otro día más!

miércoles, 20 de febrero de 2013

y III. El Puig Llorença, abierto a grandes serranías y al mar


La sierra de Bernia



Mi pasión montañera me hizo subir… ¡en coche! hasta la cima del Puig Llorença, de 445 m. de altitud. Nada, a escasa distancia del mar.

Y vaya atalaya, amig@s, con unas vistas que cortan el aliento.

Fantástico balcón de La Marina. Evidentemente,  coroné el vértice geodésico, donde se colaba una brisa marinera. Y  la mirada hizo un recorrido por todas las direcciones. Eso sí, la constelación de urbanizaciones es enorme, identificando el boom inmobiliario,  que cambió el perfil de la costa. Agrupadas en el valle, en los montículos, entre pinares, al borde de los acantilados…Y calles, laberinto de enlaces, carreteras y caminos aldeanos uniendo pueblos…

Ahora, lo único que miraba era lo que me interesaba ver. Seducido, imantado, maravillado… Una atalaya única, que atrae a muchos fotógrafos…. Y me recreé contemplando al norte el colosal Montgó, con su grafía berroqueña, ciclópea, como un gigante acostado, con los pies sumergiéndolos en el mar, configurando el cabo de San Martín.

Asimismo, muy cerca, al este, el cabo de la Nao, con el espaldarazo del pinar repleto de urbanizaciones, con la isla del Descubridor cortejándolo, y,  a lo lejos, paseando la vista por el mar hacia el horizonte… Ibiza, aprovechando la enorme diafanidad de la atmósfera.

Ya lo dijo Byron: “Prefiero las montañas para contemplar mejor el mar”. Y admiro ese enjambre de cabos, de islotes, de arrecifes…  que ribetean la costa, como “timones al viento”. Una atracción geomórfica relevante, espectacular…

Los extranjeros descubrieron el paisaje y el clima de La Marina. Y también el destello de la arquitectura popular, encalada, a través de los “riu-raus”, el modelo tradicional, con las típicas secciones de arcos formando la “naya” o galería abierta, donde también se escaldaba la pasa.

Por doquier esas “Cumbres del sol” visten la tierra uniformada de verdes. Pero mis observaciones se centran en el éxtasis que se desprende al ver el Cap d’Or de Moraira y el impresionante Peñón de Ifach, el Morro de Toix, Bernia y la serra Gelada…… Un conjunto de imágenes mágicas, edénicas calificaría, realzadas por el azul del mar, por ese velo casi neblinoso que abraza el sol, el Mediterráneo y un paisaje colosal, hecho de piedra, ardiente ramaje que se enreda por los ojos, jugoso, bravo, delicado, romántico…

Cuando bajo de la montaña, me siento en un bar, retrepado en un rincón con cierto aire de aggiornamento y con vistas al mar. Y mientras pido unos montaditos de bacalao al ajo tostado y un vaso de vino blanco,  pienso que…

… volveré para seguir soñando.

Mar, mar, mar….
y tú, hechizo de mediodía,
me llevas en volandas,
por piedras doradas…
para buscar  mi diosa blanca.

L.G.




Vértice geodésico del Puig Llorença


El cabo de la Nao, la isla del Descubridor, y, en el horizonte... Ibiza!!


El Peñón de Ifach


La sierra Gelada, el Morro de Toix y Calpe


El imponente Montgó


La población de Benitatxell


El Cap d'Or de Moraira


El Peñón de Ifach, Calpe y la Sierra Gelada


Calpe, el Morro de Toix y la deslumbrante sierra Gelada



lunes, 18 de febrero de 2013

El valle de la Hoz, gran atalaya del Alto Palancia

En esta ruta, cerca de la cabecera del Alto Palancia, hubo sol, horizontes rellenos de livianas  brumas grises, con raigambre de tierra, lo pasamos estupendamente, como siempre, cantamos menos y derrochamos ganas de andar, con los ojos retando paisajes familiares... Ah....! Y solo acudimos los chicos... 



Empezamos a caminar en Bejís, teniendo como testigo de nuestra partida el restaurado acueducto.



Después de una cuesta fatigosa, recuperamos la sonrisa y las miradas al paisaje montaraz.



Peñaescabia y las Peñas de Amador...¡qué marejada de recuerdos senderistas!



Como somos unos chavales románticos, buscamos la mejor imagen entre floridos almendros.



Unos cantando, otros contándose chistes (Made in Spain, chistes blancos, chistes rojos), y yo.... empalmado a las fotos.



Uno dos, uno dos... pasos marciales por caminos apacentados de silencio, pilotando la nave de los sueños.



Delante de una casona medieval venida a menos.... ¿Acaso, fuese la mía, hace 700 años?



Cruzando Los Pérez, entre charlas de vecinas y la cantinela de perritos ladradores.



.... y al fondo, por donde corre el Palancia, aparece Las Ventas.



Torás, y en en  horizonte... la montaña mágica, el ¡Penyagolosa!... donde crece el alma.



domingo, 17 de febrero de 2013

II. Benitatxell: La ruta de los acantilados





-Aparque ahí el coche. ¿Y ve ese algarrobo? Pues en ese punto nace la ruta.

Le agradecí al vecino de Benitatxell la amable indicación, y pertrechado con lo indispensable para caminar, me puse en marcha. En efecto, al lado del algarrobo estaban las tablillas de la ruta, del Moraig a la cala Llebeig, por el sendero SL-V 50, distancia, 2.345 m.

Conforma una de las rutas más bellas de todo el litoral de la Costa Blanca. Y disfruté con ella, con su  glamour, con el mar, que estaba en calma, aflorando una superficie tersa, azul, espléndidamente azul. Era la mar llana, lisa como un espejo, donde cabrilleaban los rayos de un sol vivaz, enérgico, formando con su gloriosa luz estelas de oro.

La mañana se estiraba por las inexpugnables paredes. Palpitaba por todo el lienzo rugoso de los acantilados. Y al observar todo el espectáculo de mar y geología, de luz y de vida marina, germinaba de mi interior una especie de alumbramiento vital, de éxtasis, que temblaba como las olas, al chocar con las rocas desprendidas de los paredones, donde con gracia las gaviotas hilaban sus giros con la galanura de sus chillidos.

Nunca hasta hora había experimentado tales sensaciones. Y me las brindaba la fenomenal ruta que iba realizando, repleta de vegetación, especies comunes del litoral alicantino, como lentisco, aladierno, lavanda, esparto, palmito, la albada….y el algarrobo, que evoca, junto a la higuera,  antiguos abancalamientos, abiertos al abismo, con pinos en difícil equilibrio.

Y salpicando el sendero de ronda aparecen cuevas, como la de los Morretes, del Tío Domingo l’Abiar, de Pepet el Morret…. Eran espacios o habitáculos cerrados con muros de piedra seca,  que fueron ocupados por pescadores y agricultores.

Me encantaba caminar por la senda, siempre arrimada a las rocas, escuchando el murmullo del mar y los gritos de las gaviotas. El sol se pegaba  a las paredes,  y una brisa que galopaba como sumisa ante tanta grandeza, espabilaba la mirada, ahíta de tanto azul, de los colores de las rocas exudados en las covachas, balmas y centenares de protuberancias aéreas.

Concluí el recorrido de ida  a la vista de la cala de Llebeig, dominada por el Cap d’Or de Moraira, donde asoma, en lo alto, una construcción escapada de otra época: la torre vigía, del siglo XVI. En la web de Benitatxell se lee: “En esta pequeña cala hay algunas cuevas construidas por vecinos de Benitatxell, que acuden, desde siempre, en agosto a remojar el esparto, a pescar y a tomar los tres baños anuales recomendados por una tradición secular”.

Mañana amable, de claridad madura. Me vuelvo. Y reinicio sensaciones felices. Voy modelando paisajes de mar y rocas, de multitud de flores que salpican el blanco sendero, hecho de pisadas ajenas, pero que forma parte del trabajo de las gentes de este pueblico tallado de brisas, sol y de efluvios marinos.



GALERIA DE IMAGENES DE ESTA ESPECTACULAR RUTA