La mañana es espléndida de luz.
Corre una brisa vivaz, con ínfulas ventosas. El terreno es llano, cargado de
campos de arroz. Es la piel del inmenso arrozal, convertido en simétricas
lagunas. La superficie líquida está rizada por las barreduras del viento. Y el
sol rastrea los campos inundados, haciendo cabrillear ansiosamente las aguas.
El sayal de estos campos lo conforman los cañizares, las márgenes de hierba,
los juncales, donde retoza alguna garza, los carriles y los rectos caminos. En
los confines de los horizontes se hallan las poblaciones cercanas, que
despuntan su geometría urbana y sus torres de colmena. Todos estos paisajes lo
envuelve un cielo azul, intenso, donde navegan airosos cúmulos de fondos
brillantes. Las sierras de Cullera y Corbera articulan la inmensidad arrocera,
con sus cuerpos neblinosos. Donde el terreno aparece con menos capa líquida, se
ve una tierra ocre, fangosa…. Y las acequias son como conductos neurálgicos que
se estiran hacia la albufera.
Hoy los caminos de los arrozales
tienen otro piso, algunos asfaltados y otros notablemente cuidados. Antaño
estos pisos de tierra aparecían salpicados de carriladas, llenas de polvo, que
marcaba el rodar de los carros, con su armazón de madera y cargados de espigas
de arroz. Las aves desgranan sus vuelos sobre el carrizal, sobre la lámina de
cristal gigantesca del marjal, rastreados por los aires marinos. O se posan
sobre la tierra húmeda, en busca de alimento, entre centellas de luz cegadora.
En el siglo II estos espacios
eran ocupados por la albufera. El paisaje primigenio fue reduciéndose, hasta
llegar a los actuales campos de arroz, que cubren 14.000 ha . del parque
natural.
Me detengo en el tradicional puerto
de Catarroja. Se alarga por la ancha canal. Y los “barquets” descansan a un lado,
juntos, como una flotilla de ovejas llenas de color. El sol se pavonea
dibujando una especia de cartabones áureos por las aguas encalmadas, temas
favorables para la visión sensible del pintor. A ambos lados de la canal, se
estiran paseos, para discurrir por las mañanas o por las tardes, donde los
ocasos dibujan por aquí crepúsculos mágicos. La hostelería de la albufera está
presente. Productos autóctonos, como el “all i pebre” o donde el arroz es el
plato estrella, como la paella.
Cuando el puerto termina me llama
la atención una replaza, donde la actividad está presente. Veo a varias
personas en ese taller al aire libre, trajinando en trabajos de reparación de barcas,
o en la construcción de nuevas. Hablo con Boro. Es calafate. Trabajo manual. En
el suelo, alrededor de la barca, han colocado unas tablas de madera para no
pisar un suelo húmedo. Le hago una foto. Me explica que también organizan
paseos en barca. Me entrega una tarjeta y leo: “Paseos en barca “El Torrentí”.
-Cobramos diez euros, con una duración de unas dos horas. Llegamos
hasta la albufera. En este precio incluimos también el bocata y la bebida.
Y añade: Llevamos a los
visitantes a los más preciosos rincones. Y disfrutan preguntando y haciendo
fotos.
También me informa que el 23 de
este mes de marzo empieza la temporada de regatas. Y destaca:
-Es un espectáculo único en la Albufera.
Me despido de Boro, tras indicarle que me apetecería mucho presenciar
las regatas. Y también acudir con mis amigos a disfrutar de un paseo en barca. Culminando
con un “all i pebre” en algún restaurante de la zona. Sería estupendo.
Pasan coches en dirección a los
arrozales. A esa encrucijada de caminos donde reverbera el agua y con el tiempo
formará un mantel verde, rodeando las aisladas casas de campo, con su imagen
blanca, tan pintoresca, al lado de un caminito que se pierde entre el herbazal
de sus orillas.
PANEL FOTOGRAFICO
3 comentarios:
Que hermosura, huele a primavera y aquí ... aún volverá la nieve !!
Siempre es un placer pasear por el entorno natural y poder captar estos momentos vivos de la naturaleza.
Una abraçada
Pep Sans
Hola Luis, bonita colección de fotos sobre la albufera. Leyendo tu relato me ha venido a la mente una buena paella de arroz valenciano.
Un abrazo
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