Por Els Ports... ¡pisando fuerte!

Mientras caminamos por el GR-7 pienso que el “sauvatge”, que sigue siendo el animal más emblemático de las montañas del Port, y por ello se erigió el monumento a la cabra hispánica en la carretera del Port, por las curvas del Caragol, es una especie ya engendrada en los espacios rocosos de las sierras de la provincia de Castellón; que se ha extendido extraordinariamente, y que esta proliferación alegra la marcha del senderista.

Hemos  dejado atrás el bello paraje de El Toscar, en el Baix Ebre. Llegamos  a este paraje por la carretera que conduce al pueblo de Alfara de Carles, cerca de Tortosa. Es muy frondoso, y es muy notable la presencia del agua y registra otros alicientes, como las ermitas de San Julià (de estilo románico), la de Santa Magdalena, al lado de la fuente del Toscar,  con sus chorradores cristalinos, y los restos del castillo de Carles.

Empezamos a andar. Y enseguida el camino se eleva, como la emoción, que nos llena al  pisar en pocos días  estas tierras de los Puertos. Caminamos tres amigos, Kiquet, su hermana Carmen y el que suscribe. El día parece que va a ser bueno. Buena luminosidad,  temperatura y un cielo inmensamente azul. Pero…. hace viento.  Y dicen  que por las despejadas cumbres de los Rases del Marraco arremete contra todo elemento material que se mueve, y que no lo piensa dos veces bambolearte a gusto. Ya veremos como empuja por allá arriba.

Vemos enseguida asomándose por las yermas y elevadas cumbres de los Rases las imágenes de cuatro globos tripulados, con sus colores chillones. Suspendidos en el azul, volaban hacia las cúspides del Mont Caro. Buena aventura, si señor. Nosotros también la disfrutábamos, a  nuestra manera.

Está claro que el sendero es bueno. Y que en tiempos fue utilizado por los vecinos de los pueblos de ambas vertientes del Port. Vense incluso antiguos  tramos empedrados. 

Pronto llegamos a una bifurcación. Por la izquierda se sube al collado de Carabasses; por la derecha se va al barranco del Bosc Negre y cueva dels Adells. Decidimos ir por la derecha, para regresar  por el citado collado.

En este punto tengo que dar las gracias a nuestro amigo Pablo, por suministrarle a Kiquet el perfil y la cartografía de esta sorprendente ruta. Por esta razón, se pudo hacer circular, extendiéndola  por las despejadas y venteadas  lomas de los Rases del Marraco.

Después de pasar por la cueva, cavidad que es utilizada para guardar ovejas,  y elevarnos por una sucesión de terrazas salpicadas de multitud de florecillas, que se emplazan en la solana de les Feixes, el track de la ruta nos enfiló hacia la embocadura del inmenso y grisáceo circo de los Rases, moteado por las descolgadas lenguas de las pedreras, que se escurren como torrenteras cuando se tocan.

La subida sobre zigzags se hizo seria, entretenida, pausada… La rocosa cresta se ensanchaba y se estrechaba. Parecía que los tres jugábamos a “la oca”… “de piedra a piedra, y tiro para arriba”. Descansábamos. Y nos deteníamos más por presenciar absortos, entre la esterilidad de las rocas, las inmensas y luminosas vistas hacia el Mediterráneo, pasando por el Delta del Ebro.

Coronada la cresta, el viento creció con fuerza, pero no fue obstáculo para avanzar por las desoladas cúspides de los Rases del Maraco. Íbamos al encuentro del GR-7, admirando en la dirección que llevábamos las erosionadas anfractuosidades del barranco del Carrer Ample y la aguda efigie de la Espina. Todo nos llenaba, el magno y desolado relieve,  imperante en sus erosionadas estratificaciones, las vistas, con el Caro como faro geológico de los Puertos.

Ya en el GR-7 pronto un majestuoso bosque de pinos y bojedales nos atrapó. Sombras, túneles de verdor, un sendero mullido alfombrado por pisada hojarasca…. Un sube y baja constante,  hasta llegar al refugio de las Clotes, mientras la vista se recreaba con todo el salvaje relieve de los Puertos, rastreada por pistas y senderos que conforman la comarca de Terra Alta.

Desde el refugio alcanzamos pronto el collado de Carabasses, donde se ve un pilón de cemento en lo alto de unas rocas. Dejamos el GR-7, que seguía por la derecha bajo los desplomes de Tosseta Rasa, y tomamos otro sendero señalizado con pintura roja,  que nos llevaría al punto de partida, el área del Toscar.

Al bajar por el tortuoso y empedrado sendero me sentía parte del bosque, de su frondosidad, de sus aromas, de sus secretos, de sus colores, de su relevante verdor…. Mis amigos iban adelante, con sus pasos dibujando huellas (nuestros sueños) sobre la superficie del sendero….

Datos de esta magnífica ruta:

Longitud: 10 km.

Desnivel: 830 m.

Duración: 5 h. 30 minutos.