Del Moncayo al monasterio de Veruela

 

Bueno, después del Moncayo decidimos visitar el monasterio de Veruela. Pero antes disfrutamos durante el viaje del denso bosque que conforma el parque natural de la Dehesa del Moncayo. Un bosque que se desarrolla escalonadamente, diferenciada la vegetación en los diferentes pisos bioclimáticos: coscojares, encinares, rebollares, sabinas, abedules, fresnos, pinos, hayas… El fotógrafo de imágenes sensacionales, no debe perderse este bosque en el otoño. Se ilumina de mil colores distintos. Es un prodigio natural en la honda calma del deshojamiento, formando una extensa alfombra encantada de oros, de calor suave.

Llegamos al monasterio. Sacamos las entradas y vimos primeramente el museo del vino del Campo de Borja. Estupendo museo.

Seguimos por el umbroso paseo de acceso. Evidentemente,  después de contemplar el amurallado acceso y la torre del homenaje. Caminamos lentamente, llenándonos de la calma, de la paz, de la serenidad de este soberbio cenobio de la Orden del Cister. Un guía, con desenvuelta verbosidad,  nos enseñó tan magnífico complejo monumental, enseñoreado por la arquitectura cisterciense: Auditorium, cocina, refectorio, claustro, el lavabo, sala capitular y la iglesia, una de las más bellas del cister en España.

Nos gustó mucho el monasterio de Veruela. Lugar romántico de los Bécquer, puso el digno colofón a tan magnífica ruta, donde el Moncayo nos sembró de emociones, de sueños hechos realidad por sus senderos,  donde se escucha la canción del viento muy cerca del cielo, donde se estimula la voluntad, la contemplación y la felicidad.