Ver Valencia. II

Camino ahora por la calle de la Barchilla (barcella en valenciano). La forma arquitectónica del aéreo pasaje con su arco me recuerda los umbrosos callejones venecianos. Y penetro en la plaza de la Virgen, donde se encuentra la basílica de la Virgen de los Desamparados y la artística puerta de los Apóstoles de la catedral, con su traza gótica, dominada por el cimborrio y el gigantesco Miguelete y escenario del famoso Tribunal de las Aguas. Siempre hay devotos en la basílica, rezándole a la excelsa patrona de Valencia. Afuera, la plaza aflora su carácter peatonal, que le otorga vida y relax y que hasta el siglo XIX fue el centro urbano de Valencia.

El vuelo incesante de las palomas y el canto de la fuente central animan el ambiente de esta popular y sugerente plaza. La fuente ubica una escultura de Neptuno, que representa al río Turia, con las femeninas siluetas de las ocho acequias que existen en Valencia.

Al lado de la plaza de la Virgen se levanta el monumental edificio del Palau de la Generalitat, que data de 1418, como establecimiento de las Cortes del Reino de Valencia. Es la sede de la Presidencia de la Generalitat Valenciana y donde se inicia la calle de los Caballeros, en la que se conservan un excelente número de palacios y casas nobiliarias y de donde parten un dédalo de callecitas estrechas, con una íntima geometría de zig-zags, donde palpitaron los viejos barrios artesanales con sus talleres.

Reanudo el recorrido por la peatonal calle de Novellos, siempre muy transitada, que cruza la plaza de San Lorenzo, donde está el edificio de las Cortes Valencianas, y que tiene continuación progresiva con la calle de Santa Ana, que conecta en sentido perpendicular con la calle del Conde de Trénor, paralela al majestuoso Jardín del Turia. Cerca queda la plaza de los Fueros, donde se levanta el monumental Portal de Serranos, obra modélica del gótico, con sus torres simétricas de figura poligonal.

Siguiendo el pretil del antiguo cauce del río se arriba al puente de la Trinidad (siglo XV), uno de los más primitivos de Valencia, con sus piedras de cantería y arcos ojivales. Cruzando el puente, el viajero visita el Museo de Bellas Artes, que se aloja en el antiguo Colegio Seminario de San Pío V. La detallada colección de obras que muestra es muy variada y excepcional, sobresaliendo la pintura “considerada como una de las más ricas de España”, no faltando nombres de la pintura universal.

A continuación de este edificio sigue una verja, que aloja los Jardines del Real. Magnífico territorio con sus avenidas de notables árboles, parterres, fuentes, lagos, rosaledas, etc.

Frente a dichos jardines nace un paseo de noble vestigio en su pasado. Es la Alameda, denominada así porque a mediados del siglo XVII estuvo plantado de álamos, y de cuyo siglo proceden las típicas torres de los Guardas, con artísticas cubiertas de tejas barnizadas.

Paseando por los señoriales jardines de la Alameda, que ocupan los flancos del paseo en más de un kilómetro de longitud, el viajero cruza el moderno puente de la Exposición, obra del ingeniero y arquitecto Santiago Calatrava, cuya estética llama la atención, con su arco inclinado 70 grados sobre el plano del suelo. Llega a la Glorieta, que contiene varios monumentos y gigantescos ficus. Colindante con este espacio público están los jardines del Parterre, presididos por la colosal escultura ecuestre de Jaime I, obra de Agapito Vallmitjena. Es un espacio relajante y cautivador, insertado en el eje de las visitas turísticas y comerciales de Valencia.

(Continuará)