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martes, 24 de febrero de 2009

Por las faldas de la sierra del Negrete

Santuario del Remedio. Utiel

El punto de partida y llegada de esta excursión circular que nos propuso José Manuel para este sábado fue el Santuario de Nuestra Señora del Remedio de Utiel, situado a 10 km. de esta población, en un bello paraje armonizado por el pinar de la sierra del Negrete, en las faldas del pico homónimo, de 1.292 m. de altitud.

Forma el santuario un albo conjunto cuyas construcciones datan de los siglos XVII y XVIII. El templo descuella su airosa espadaña de tres cuerpos, toda blanca, dominando una plazoleta exornada de cipreses, en cuyo centro, sobre un poligonal basamento escalonado, se alza una cruz de hierro coronando una columna de piedra labrada.

El santuario enmarcó la salida del numeroso grupo. Eran las 8 de la mañana y la sierra del Negrete era nuestro objetivo, siguiendo la señalización del PR-CV 177.2.

Las neblinas se engarzaban en el altiplano reseñando la amanecida. Pronto cruzamos el área recreativa del Remedio, y entre cerros y lomas poblados de pinos y carrascas bordeamos recoletas navas donde despuntaban delicadamente los sembrados. El contraste de colores era denso, entre el ocre de la tierra y el verde de los montículos. Nos detuvimos a contemplar el pino de las cuatro garras, que, solitario en un calvero, remarca su catalogación de árbol monumental. Acompañados por el silencio campero, pasamos más adelante por la rambla de la Chula, incluso por debajo de una robusta encina, y también por la casa de los Mancebones, donde un viejo olmo mostraba el seco verrugon de su tronco.

Allí estaba el olmo, entre el sol del día y las estrellas de la noche. A su alrededor y bajo sus frondas se agruparían las familias de la casa en los cálidos veranos, donde llegaba el aliento de los animales y los olores del campo. El olmo, que hoy es solo un vestigio roto, quebrantado, como otros muchos, fue testigo de un mundo rural que generó todo un tesoro de historias.

Eran las 9,15 h. cuando cruzamos el asfalto de la carretera de Estenas. Llegamos a la fragosidad de la rambla poblada de juncares, donde se cuajaba la humedad. A la luz de un sol achicado surtían, sin embargo, ramilletes de gotitas brillantes. La fina salmodia de la fuente de la Toba nos anunció nuestra llegada a Los Mancebones. Cruzamos esta área recreativa y nos internamos nuevamente por la rambla de Estenas, rebasando un sombrío tramo con un lecho sembrado de grises rocas de todos los tamaños.

Y por camino, entre viñedos y almendros, entramos en la aldea de Estenas. Eran las 10 h. Caminamos por la calle de la Carretera y paramos en la plaza del Reguero, donde, sentados placenteramente, dimos buena cuenta de nuestras viandas y demás yantares energéticos.

Proseguimos nuestro recorrido entre senderos y caminos de tierra. Íbamos paulatinamente ganando altura. Bordeamos campos de viñas asentados en desniveladas vaguadas y terrenos donde surgían los ocres de de las formaciones acarcabadas y los verdes de los tupidos pinares que cubren suaves cerros, avanzadilla de la cadena principal de la sierra del Negrete, cuya cota mayor la teníamos cada vez más cerca con la coronilla de sus antenas.

A las 12 arribamos al santuario del Remedio. Lo visitamos admirando la morada de la patrona de Utiel. Y bajo los soportales, que abren sus arcos a la naturaleza y a la luz, nos agrupamos para la foto de nuestra participación en la ruta.

Antes de dirigirme al aparcamiento, hecho una última mirada al santuario, leyendo esta antigua inscripción que figura en la fachada principal: “Santuario de Ntra. Sra. del Remedio, situado a 1.090 metros sobre el nivel del mar. Altura de la sierra, 1.320 metros”.

El pino de las cuatro garras

Llegando a la casa de los Mancebones

El olmo de los Mancebones

Bajando a la rambla de Estenas

Acercándonos a la aldea de Estenas

Saliendo de Estenas

El Negrete

Caminos de la sierra del Negrete

Pinares y cárcavas

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