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El Tiempo en Segorbe. Predicción

El Tiempo en Segorbe

domingo, 21 de diciembre de 2008

La Mola Garumba y la olleta de Morella

Eran las 9 de la mañana de ayer sábado cuando llegamos a Forcall. Pintoresca población que fue el punto de partida de la última ruta antes de Navidad que nos propuso José Manuel: La Mola Garumba, con el complemento festivo de comida incluida en la monumental Morella, como celebración animada del fin de año.

Cita, pues, de 25 miembros del grupo RocaCoscollá en Forcall, en una mañana al principio fría, con unos 2ºC. Antes de la partida pronto aparecieron los típicos pastelitos de boniato, dulces, pastas, etc. que entonaron los estómagos satisfactoriamente.

El itinerario está emparentado con el PRV-116. Y desde la villa hay que dirigirse hacia la visible ermita de la Consolación, bien cruzando el puente de la carretera; vadeando el río Caldes cerca de dicho puente y pasando posteriormente por el área recreativa de la fuente de l’Om, o seguir la señalización de pintura del PR, como hicimos nosotros, aunque esta rumbo originó una breve duda de seguimiento, que pronto resolvió José Manuel que se había adelantado al grupo, cruzando el río por un vado de gruesas piedras más abajo del paraje de la fuente.


Tras pasar delante de la ermita de la Consolación y más arriba por el depósito de aguas, el itinerario enfiló la subida por un bonito sendero hacia la impresionante Peña del Mediodía. Tramo de gran belleza, con la peña en lo alto dibujando sus airosos perfiles y bloques de roca entre los desprendimientos, decorados briosamente por ramales de hiedra.

Se gozó en esta parte de la ruta admirando la grandeza vertical de la peña, que atesora despejada plataforma en su base que brinda vistosas perspectivas sobre Forcall y las depresiones amoldadas por los respectivos cursos de los ríos. En este punto las sesiones fotográficas abundaron ante la belleza geológica de la roca engastada de plantas rupícolas y salpicada de oquedades y grietas.

El sendero pasa por la base de la vertical pared de la peña y orienta su magnífico trazo por un bosque de carrascas y pinos, cuyo ramaje envolvía regiamente la ruta tejiendo pasillos umbríos de notable hermosura. Un lienzo de rocas dominaba por la derecha el recorrido, con el musgo salmodiando su viveza y verdor, mientras que el valle del Bergantes se profundizaba por la izquierda, con el terreno escalonado, donde el incipiente friso de verde claro de los sembrados contrastaba con los tonos verduscos del pinar y los cobrizos de los robles.


La vegetación, el roquedo, las inclinadas pedrizas, las emboscadas pendientes, las vistas hacia Morella entrelazadas en el pinar… fueron atractivos que enriquecieron el recorrido. El paréntesis del almuerzo registró los mejores aditamentos navideños, copioso entre nuestro regocijo, mientras el sol alegraba la hermosa mañana posado sobre la Mola Garumba.

Un par de grandes águilas emprendieron el vuelo desde unos peñascos antes de llegar al vértice geodésico de la Mola, cuando el sendero orilla unas balmas. El elegante aleteo de las águilas rasgó señorialmente el azul del cielo y el verde esmeralda de los prados.

En breve llegamos al punto más alto de la Mola, con sus 1.144 m. de altitud. Fue el marco precioso para que Emilio y Carmen celebraran su aniversario entre los aplausos de todos. ¡Felicidades, amigos! Y sobre un emergente peñasco, al lado de la torreta del vértice, se hizo la foto del grupo, luciendo todos el tradicional gorro navideño, con la figura de Morella vislumbrándose al fondo.

Muy animados descendimos hacia Forcall, tomando el vallecito donde se ubica la masía de la Muela con su aire vetusto. La bajada registró un alarde de canciones navideñas entonadas alegremente por el numeroso grupo, con el tintineo de las esquilas de algunas vacas cercanas, amenizando nuestra alegría.



A la altura de la masía nos adentramos en el cauce del barranco y por un senderillo seguimos descendiendo por el pedregoso lecho, con tramos donde el ramaje de las carrascas trazaba sus arabescos con notable riqueza y frondosidad. El sendero se separó del cauce del barranco por la izquierda y la suave salmodia de la fuente del Racó nos saludo cuando pasamos a su lado. El denso bosque nos acompañó con sus verdes ropajes en nuestro descenso hacia la masía del Racó, ahondándose el barranco entre las franjas de paredes verticales que doblan a ambos lados de la ruta, único paso por este lado de la Mola Garumba.

Entre animada charla descendimos por la vertiente NW de la Mola hacia Forcall. Seguimos una pista cementada y un perpendicular azagador -construcción patrimonial de piedra en seco- que nos devolvió a la villa, tras cruzar el río Caldes.



Ya en Morella, recorrimos con nuestros gorros rojos sus principales calles y la mayor, la de Don Blasco de Alagón, con sus pórticos construidos en la primera mitad del siglo XIII. En un céntrico restaurante celebramos la comida de Navidad. De entrada, la típica olleta de Morella. Y a los postres obsequiamos cariñosamente a José Manuel con unos crampones y un libro de Rafa Cebrián, homenaje de todos los que participamos cada sábado en las rutas que con plausible entusiasmo nos prepara José Manuel. Hubo reparto de felicitaciones y buenos deseos para estas fiestas y el nuevo año entre todos.

En resumen: Una magnífica excursión circular por la Mola Garumba y una brillante despedida de año en la medieval Morella.

F E L I C E S * F I E S T A S

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sábado, 13 de diciembre de 2008

La Serrella, una sierra para volver


La primera vez que realicé una excursión por la sierra de la Serrella me “aventuré” por los Frares de Quatretondeta. Y la experiencia me gustó mucho. Iba solo. Y cuando llegué a las faldas de la montaña me impresionaron grandemente las escarpadas pendientes que atesora, una inclinación que califico de cinco estrellas con las típicas canchaleras tapizando el terreno.


Pero era la imagen de los enhiestos y robustos monolitos de roca caliza la que me fascinaba. Los hay de todos los tamaños: voluminosos, en forma de aguja, como afiladas espadas… Y tienen nomenclatura imaginativa, como figuras de frailes, desafiando estoicamente la ley de la gravedad.


El paraje me colmó de emoción cuando iba ascendiendo por las inestables pedreras, por los senderos que facilitan el avance por la pendiente. El ceniciento reino de la piedra achicó mi aislada figura. Me parecían los monolitos gigantes de piedra acechando mi atrevimiento, mi osadía. Sus tonos grises, con alguna que otra graduación ambarina, contrastaban enérgicamente con el rotundo verde de la vegetación. El carrascal enramaba su orla entre el majestuoso roquedo. Me rodeaba una belleza geológica inimaginable desde la distancia. Pero me encontraba en su regazo, en sus dominios, y el abrazo de este fantástico paraje, donde el silencio tiene algo de religioso por su connotación frailesca, me animaba a prosperar por el empinado terreno, cruzando los movedizos torrentes de piedra, buscando la cabecera de la magna canal.


En lo alto se elevaba la cúspide de la Penya de l’Heura. Paulatinamente iba subiendo por un nuevo derrumbadero de piedra suelta, buscando la firmeza de sus costados. Abajo quedaba la augusta afloración de los monolitos, encajados como piezas de ajedrez en un emblemático recinto mágico, un desnivelado paraje entre los más espectaculares de nuestras tierras.


Y culminé mi gradual ascensión coronando la cumbre de l’Heura, sus 1.359 m. de altitud. Presencié la cima del Pla de la Casa. Estaba muy cerca. Imponente, como toda la Serrella. Pero yo ya había tenido bastante con los Frares. Así que bajé hacia el collado Borrell. Y por el barranco del Cirer regresé a Quatretondeta.




A la Serrella he vuelto varias veces. Es una sierra para volver, para ser visitada más de una vez. Me gusta. Sus perfiles, sus cimas, sus crestas, sus pendientes, sus collados… muestran el peculiar empaque de la alta montaña. El Pla de la Casa, los barrancos del Moro y de la Canal, el Portet de Fageca y la Mallada del Llop son nombres que hermosean el senderismo por esta encumbrada sierra, elevada sobre el pintoresco valle de Guadalest, encerrado por grandes montañas: Aitana, la Serrella, la Xortà, la ostentosa Bernia y el gallardo Puig Campana.

domingo, 7 de diciembre de 2008

Rambla de Almedijar-Mosquera-La Dehesa


Esta mañana he disfrutado con la ruta que he realizado por la Sierra Espadán. Es un recorrido circular que tiene el punto de partida y llegada en Almedijar. Es sumamente atractiva, porque descubres la morfología y la belleza más íntima de la sierra, sus valores naturales y paisajísticos acromatizados por el rodeno, y el hechizo que ejercen las panorámicas desde las atalayas de la sierra. Y lo más importante, tiene la ruta mucha calidad montañera.


En la ida he recorrido todo el valle drenado por la rambla de Almedijar hasta el collado de la Ibola. Me he detenido en cada detalle del valle, enriquecido por la admirable y frondosa formación vegetal que lo reviste, dominado en lo alto por un rodal de cumbres de las más sobresalientes del parque natural, encabezadas por el pico Espadán.


El retorno lo he hecho coronando las cumbres que configuran el alargado dorsal rocoso que arranca en el collado de la Ibola y desciende hasta Almedijar, pasando, al final, por el collado que separa las montañas de La Dehesa y El Cañar, enlazando con el núcleo urbano por la pista de Boguera, que parte del paseo que preside la fuente del Cañar. Las vistas hacia el valle del Palancia son estupendas, agrandadas hacia la cabecera de la comarca.


En este lineal enlace de cumbres y puntales se agrupan el Cerro Gordo, la Peña Blanca y La Dehesa. Las dos primeras forman parte del itinerario “Las 7 cumbres de Espadán”, de fuerte desnivel y dureza en su inicio al ascender la primera cumbre. Una ruta que perfectamente se le puede aplicar el calificativo de fascinante.


Desde el collado de Peña Blanca, y en el descenso hacia el valle de Mosquera, otra reliquia forestal de la sierra, se afincan los más longevos alcornoques, ejemplares centenarios de majestuoso porte.


Desde la masía de Mosquera he andado por el camino de acceso al valle que parte de la carretera Almedijar-Aín, hasta el punto donde cruza un colladito, antes de bajar a dicha carretera, siguiendo entonces por la izquierda del collado, por un rastro de sendero -que registra orientativas señales verdes e hitos de piedras-, que recorre toda la cresta en su prolongada elevación hasta muy cerca de la última cumbre, el pico de La Dehesa, de prominente alzada sobre Almedijar y el valle de Mosquera, de inclinadas laderas, donde se abren espacios tradicionales de escalonados cultivos representados por el olivo, el algarrobo y el almendro. El sendero con los trazos verdes de pintura, rodea por la izquierda el cono de esta montaña. Lo abandoné para ascender hasta su cumbre y descender por otro empinado sendero hasta el enlace con la cementada pista de Boguera que sube del Cañar.