El grupo en la fuente Donace (Algimia de Almonacid)
De nuevo acudimos a la sierra Espadán. Esta vez la cita fue la ascensión desde la población de Algimia de Almonacid, al techo del parque natural: el pico de la Rápita. Creo que ya formamos parte de esta sierra, admirando siempre su belleza, sus cumbres, la gallardía de sus crestas, sus senderos y… su ¡silencio!
El medio de esta ascensión fue sentir la diversidad de aspectos que ofrece el bosque de la sierra, sobre todo la belleza del árbol por excelencia, el alcornoque. Y también los airosos puntos donde se contemplan impresionantes vistas de Espadán. Y el fin hollar la Rápita, que, con sus 1.106 m. de altitud, es la máxima cota del parque.
Las vías de esta sierra, es decir, sus senderos, nos llevaron hacia Matet. Por el camino, el perfume de los pinos y de las plantas aromáticas, nos llenaros de gozo y alegría.
No, no añoramos la vida civilizada cuando nos encontramos tan bien sin ella. El cruce con el pasado lo tuvimos en la nevera de Matet, y, de regreso a Algimia de Almonacid, pasamos entre campos de olivos y almendros, más vivencias para ilustrar nuestro espíritu montañero entre la contemplación del señero pico Espadán en la distancia.
Sí, con Espadán ese espíritu vibra siempre. Sus detalles, sus matices y sus riquezas nos conquistan, nos hacen quererla. En sus cimas uno se emborracha de luz, de cielo, de brisas, de horizontes…, futuros campos de actividad excursionista para nuestra felicidad.
Hacia el pico de la Rápita
El pico de la Rápita y el valle del Cañar
Acercándonos a la segunda cumbre: El Alto Lorenza (1.042 m)
La nevera de Matet
Acercándonos a Algimia de Almonacid