Hace una temperatura sumamente
agradable en el santuario de San Juan de Penyagolosa. 20º que no están nada
mal. La ropa de abrigo se ha quedado en el coche. El sol rebota en el Penyagolosa
y se cuela por los pinares. Son las 17 h. de este viernes último de abril. Y en
los puestos comerciales de los porches cubiertos flotan perfumes de cremas y
aceites. Se crea un ambiente especial, implantado. Y espero a mis amigos, que participan en la peregrinación
como excursionistas.
Van llegando los primeros
caminantes por el GR-33, el “Camí dels Peregrins”. El sol garabatea claros y
sombras sobre el terreno herboso. Hay flores pequeñitas, de color violeta, que
estampillan el suelo. Hay una quietud
melosa en la atmósfera. Parece que en
todo este recoleto espacio del eremitorio se recrea el espíritu de la
peregrinación.
-¿Espera a alguien?
La pregunta me la hace una mujer,
que me dice que espera a su marido.
-Cinco años que acude a la
peregrinación. No ha fallado uno. Le encanta. Aunque se cansa, siempre llega
hasta aquí con cara de satisfacción, una emoción que me transmite siempre.
Llegan los primeros amigos.
Saludos afectuosos. Con los conductores bajamos con mi coche hasta Les Useres.
Volvemos a subir hacia San Juan. En Vistabella encargamos la cena. Una vez en
el ermitorio saludo al resto de amigos. Y esperamos la llegada de los
peregrinos. La multitud congregada impresiona. Y un silencio ceremonial, muy respetuoso, recibe a
la comitiva. Llegan al peiró, cantan el “Omnes Sancti”, se detienen a descansar.
Algunos peregrinos fuman algún
cigarrillo.
La noche va cayendo, mientras en
el cielo se refugian los últimos claros. Se organiza la procesión. Los cantores
entonan el “O Vere Deus”. Los cantores van con los faroles… La noche se ha
echado encima. La campana de la ermita
emite sus toques intermitentes. Todo
es solemne, respetuoso…. El silencio y los cánticos glorifican la noche en San Juan...
Leo a mi amigo Alvaro Monferrer:
“En Les Useres los niños han jugado a pelegrins desde siempre”.
Los amigos tenemos una nueva cita, la cena en Vistabella.
La reserva la hicimos en el bar-restaurante El Dau. Buenos platos, riquísimo
todo. Y un ambiente fraternal, que es nuestro lujo.
Un afectuoso saludo a mis amigos:
Carmen D., Begoña, Manolo, María José, Vicente, Manolo Moliner y Angel.