Cita, pues, de 25 miembros del grupo RocaCoscollá en Forcall, en una mañana al principio fría, con unos 2ºC. Antes de la partida pronto aparecieron los típicos pastelitos de boniato, dulces, pastas, etc. que entonaron los estómagos satisfactoriamente.
El itinerario está emparentado con el PRV-116. Y desde la villa hay que dirigirse hacia la visible ermita de la Consolación, bien cruzando el puente de la carretera; vadeando el río Caldes cerca de dicho puente y pasando posteriormente por el área recreativa de la fuente de l’Om, o seguir la señalización de pintura del PR, como hicimos nosotros, aunque esta rumbo originó una breve duda de seguimiento, que pronto resolvió José Manuel que se había adelantado al grupo, cruzando el río por un vado de gruesas piedras más abajo del paraje de la fuente.
Tras pasar delante de la ermita de la Consolación y más arriba por el depósito de aguas, el itinerario enfiló la subida por un bonito sendero hacia la impresionante Peña del Mediodía. Tramo de gran belleza, con la peña en lo alto dibujando sus airosos perfiles y bloques de roca entre los desprendimientos, decorados briosamente por ramales de hiedra.
Se gozó en esta parte de la ruta admirando la grandeza vertical de la peña, que atesora despejada plataforma en su base que brinda vistosas perspectivas sobre Forcall y las depresiones amoldadas por los respectivos cursos de los ríos. En este punto las sesiones fotográficas abundaron ante la belleza geológica de la roca engastada de plantas rupícolas y salpicada de oquedades y grietas.
El sendero pasa por la base de la vertical pared de la peña y orienta su magnífico trazo por un bosque de carrascas y pinos, cuyo ramaje envolvía regiamente la ruta tejiendo pasillos umbríos de notable hermosura. Un lienzo de rocas dominaba por la derecha el recorrido, con el musgo salmodiando su viveza y verdor, mientras que el valle del Bergantes se profundizaba por la izquierda, con el terreno escalonado, donde el incipiente friso de verde claro de los sembrados contrastaba con los tonos verduscos del pinar y los cobrizos de los robles.
La vegetación, el roquedo, las inclinadas pedrizas, las emboscadas pendientes, las vistas hacia Morella entrelazadas en el pinar… fueron atractivos que enriquecieron el recorrido. El paréntesis del almuerzo registró los mejores aditamentos navideños, copioso entre nuestro regocijo, mientras el sol alegraba la hermosa mañana posado sobre la Mola Garumba.
Un par de grandes águilas emprendieron el vuelo desde unos peñascos antes de llegar al vértice geodésico de la Mola, cuando el sendero orilla unas balmas. El elegante aleteo de las águilas rasgó señorialmente el azul del cielo y el verde esmeralda de los prados.
En breve llegamos al punto más alto de la Mola, con sus 1.144 m. de altitud. Fue el marco precioso para que Emilio y Carmen celebraran su aniversario entre los aplausos de todos. ¡Felicidades, amigos! Y sobre un emergente peñasco, al lado de la torreta del vértice, se hizo la foto del grupo, luciendo todos el tradicional gorro navideño, con la figura de Morella vislumbrándose al fondo.
Muy animados descendimos hacia Forcall, tomando el vallecito donde se ubica la masía de la Muela con su aire vetusto. La bajada registró un alarde de canciones navideñas entonadas alegremente por el numeroso grupo, con el tintineo de las esquilas de algunas vacas cercanas, amenizando nuestra alegría.
A la altura de la masía nos adentramos en el cauce del barranco y por un senderillo seguimos descendiendo por el pedregoso lecho, con tramos donde el ramaje de las carrascas trazaba sus arabescos con notable riqueza y frondosidad. El sendero se separó del cauce del barranco por la izquierda y la suave salmodia de la fuente del Racó nos saludo cuando pasamos a su lado. El denso bosque nos acompañó con sus verdes ropajes en nuestro descenso hacia la masía del Racó, ahondándose el barranco entre las franjas de paredes verticales que doblan a ambos lados de la ruta, único paso por este lado de la Mola Garumba.
Entre animada charla descendimos por la vertiente NW de la Mola hacia Forcall. Seguimos una pista cementada y un perpendicular azagador -construcción patrimonial de piedra en seco- que nos devolvió a la villa, tras cruzar el río Caldes.
Ya en Morella, recorrimos con nuestros gorros rojos sus principales calles y la mayor, la de Don Blasco de Alagón, con sus pórticos construidos en la primera mitad del siglo XIII. En un céntrico restaurante celebramos la comida de Navidad. De entrada, la típica olleta de Morella. Y a los postres obsequiamos cariñosamente a José Manuel con unos crampones y un libro de Rafa Cebrián, homenaje de todos los que participamos cada sábado en las rutas que con plausible entusiasmo nos prepara José Manuel. Hubo reparto de felicitaciones y buenos deseos para estas fiestas y el nuevo año entre todos.
En resumen: Una magnífica excursión circular por la Mola Garumba y una brillante despedida de año en la medieval Morella.
F E L I C E S * F I E S T A S