GENEROSOS AMIGOS QUE ME SIGUEN

El Tiempo en Segorbe. Predicción

El Tiempo en Segorbe

miércoles, 31 de julio de 2013

La edelweis "pequeña y blanca".



La primera vez que las vi casi que las piso. Iba caminando por la Senda de los Cazadores, en ruta al refugio de Górriz,  para ascender al día siguiente al Monte Perdido. Y al lado del transitado sendero, sin apenas destacar del suelo, aparecieron una notable cantidad de pequeñas flores, de formas minúsculas, como recatadas, sin un colorido esplendoroso.

-Es la edelweis!!, exclamó mi amigo.

Y allí estaban, formando una composición admirable. Su descubrimiento me maravilló, pues no es fácil verlas. Porque, amigas y amigos de este blog, la edelweis es la flor más impresionante, preciosa y emblemática de la botánica pirenaica y alpina. Representa el mundo de las cumbres, su pureza, la perfección, lo mismo que otras flores que en la primavera ajardinan  maravillosamente los prados.




Pero ella, la edelweis, es la "flor de las nieves", pues crece a mayor altura, cerca de las cumbres, subrayando, en su soledad, su misticismo, la unción con lo más sobresaliente del mundo natural.




No debe ser cortada, pero ocupa un puesto de honor en clubs y asociaciones montañeras, y está presente con todos los honores en las vitrinas de los museos dedicados al Pirineo.

Y si la descubrimos en nuestras incursiones, seguro que, el hallazgo,  despertará  una emocionada sorpresa, porque la edelweis existe, "como la belleza".




¿Habéis visto la película "Sonrisas y lágrimas"? Julie Andrews popularizó la canción "Edelweis", en este inolvidable musical.

"Edelweiss, Edelweiss,
cada mañana que me saludas
pequeña y blanca, limpia y brillante.

Pareces feliz de encontrarme,
flor de la nieve que floreces y creces.

Florece y crece por siempre,
Edelweis, Edelweis,
acompáñame por siempre".


domingo, 28 de julio de 2013

Diosa del Palancia



Buscó mi ciudad la altura, para sentirse diosa del Palancia, para enmarcar senderos de gloria sobre la tierra fuerte, sobre el paisaje de sierras agrestes, que le envían sus enhebrados efluvios con sonoridad celeste.





Segorbe. Luz de historia. Piedra y gloria de belleza. Arte y crisol de cimbreantes sentimientos, donde la percepción sigue ardiente como un tintineo de esquilas.

Cada día, cada momento que callejeo sus calles, cada instante donde mi pensamiento se enciende, como ahora, vivo ese sentimiento y disfruto con él.  Y creo palabras, como canciones de paz, donde se almacenan mi andadura de siempre....







....tocando mis manos sus piedras doradas,  besadas por el sol rasante del estío. Y aflora todo un ramaje de recuerdos que son el velamen de mi vida, como nubes que crecen en la altura, como llamas que revolotean por el corazón, formando resplandores nuevos, como rostros enamorados, acompañándome en mis fieles andaduras.




Segorbe. 

Es grande con sus acuarelas de ternura. 

Y sabes que me encanta entablar diálogos hacia el intradós de tu historia, de tus monumentos, de tu arte.... Y deslizo por mi pensamiento un haz de coplas, como un río deslumbrante...

Y ando sus paisajes, cada tarde,  cuando el sol se desliza sobre los miradores de la Calderona... Y me gusta que me abrace ese sol que envía sus luces doradas..... 

Cada paso aroma mi vida, mientras el paisaje desentierra un abrazo enamorado entre sonrisas claras. Que me sigue hasta que la noche casi me envuelve al llegar a mi hogar, donde alimento aleluyas de esperanza desde los andenes de mi juventud, donde descubrí esta tierra mía, que fue mi luz primera...


viernes, 26 de julio de 2013

Siempre hay una cumbre para hollarla



A lo largo de la Sierra de Albarracín hay cumbres muy relevantes. Elevaciones de notable porte que configuran un relieve majestuoso por el Sistema Ibérico. También es marco de nacimientos de ríos importantes de la península. Un conjunto orográfico enmarcado en esta sierra, pero que, asimismo, conforma alineaciones que tienen su propia personalidad física, en forma de subunidades.

El techo de estas esbeltas montañas está en el Caimodorro, de 1.920 m. de altitud. Pues bien. Puedo decir que he subido a todas las cumbres más sobresalientes de esta pintoresca y hermosa sierra. El citado Caimodoro, la Sierra Alta (1.852 m.), el Jabalón (1.692 m.), la Muela de San Juan (1.814 m:)), la Peña de la Cruz (1.538 m.), el monte Carbonera (1.540 m.)…

Observando el plano de la sierra, me fijé en una cumbre aislada, creo que apenas conocida en el ámbito senderista, y que tiene una altitud importante, 1.849 m. Sí que se mezcla con otras elevaciones que se emplazan al sur de la sierra del Tremedal, que sobrepasan elocuentemente los 1.700 m. Esta montaña es Peñablanca. Y me fui a conocerla.

Aparco al lado de la carretera de Griegos a Orihuela del Tremedal. En los prados de Piedra Mancheta. Una pista desemboca en la carretera. Registra las marcas rojiblancas del GR 10.1. Una señalización indica  la dirección a Griegos. Comienzo a andar.  A ambos lados de la pista se despliegan extensos pinares. El paisaje es plácido, atemperante. Camino por tierras que se sitúan a 1.600 m. de altura, conformando un bastión pinariego de los más espléndidos de España. Por aquí hay mucha paz. Y por estos maravillosos bosques, tan frondosos, tienen su hábitat ciervos y corzos…

A los 30 minutos abandono el GR. Continúo por un camino a la izquierda, que sigue elevándose suavemente. Los pinares sueñan y los prados también. Y los arroyos verdean. A lo lejos, se abruman los ariscos peñascales. Y los bordes del camino están sembrados de florecillas blancas, pequeñitas, frágiles… Parecen quietas mariposas tomando el sol.

¿No eres tú, mariposa,
el alma de estas sierras solitarias,
de sus barrancos hondos
y de sus cumbres agrias?

(Antonio Machado)

Pero no. No hay cumbres agrias en la sierra de Albarracín. Hay poesía y frondosas tierras pinariegas. Y el silencio es espectacular.

Y empieza a soplar una ligera brisa, que se apelmaza por los collados, y que hace bailar a “las mariposas”.

Un desvío del camino me conduce a la anchurosa cumbre de Peñablanca (1.849 m.). Jóvenes pinos entrelazan sus copas formando un pasillo sombrío. Percibo una marejada de perfumes silvestres. Compactas sabinas rastreras eslabonan los prados. Pronto veo la torre metálica que jalona la cumbre con su tono amarillento. Al lado, se estira el vértice geodésico. Puede tener unos diez metros de altura. El pequeño cilindro del vértice roza las copas de los pinos.

Y no hay panoramas para ver a causa de la pinada que lo impide. Y eludo trepar por la oxidada escalerilla. Así que me dedico a almorzar, con el sol bañándome con sus rayos,  y los insectos danzando por las espigadas florecillas que adornan el terreno.

Bueno, Peñablanca se emparenta con el Caimodorro, porque igualmente los pinos limitan las perspectivas. Tengo que avanzar un poco por la pinada en dirección NE. Y entonces, bajo mis pies se abre un inmenso valle, profundo, con idílicas praderas. Enfrente se eleva la corpórea cumbre del Caimodorro, oscura, solemne,  compacta,  de inacabables pinares…

En la carretera que une Orihuela del Tremedal con Noguera se obtiene una magnífica perspectiva de Peñablanca y de su altura sobre el alargado valle de La Pinada. Y en una curva de la carretera me paro para visitar la Peña del Castillo, un manojo de rocas volcánicas procedentes del Paleozoico. Observo la textura de estas rocas, que forman un cono pintoresco, dominando la depresión del río Garganta. Alrededor, se agrupan multitud de robles marojos, que contrastan con los cercanos bosques de pinos…

Cerca de Albarracín las márgenes de la carretera están bordadas de rojas amapolas. Con su estridente colorido parece que ríen, o que celebran sus esponsales con la transparente corriente del río Guadalaviar, que baja de los alcorces de la Muela de San Juan. Por allí andaré este otoño.


















miércoles, 24 de julio de 2013

Rubielos de Mora, otra vez a tu lado



Acabo de regresar de esa villa de Teruel que remoza siempre el placer de mi memoria. Que enriquece mucho mi vitalidad de viajero impenitente, callejeando sus estrechas calles, sus plazas armonizadas con la mejor arquitectura popular. Así veo siempre a Rubielos de Mora, donde afloraron amistades que nunca olvidaré. Amistades que me enseñaron muchas cosas, amigos del alma, de la cultura, del arte…. El gran escultor Pepe Gonzalvo, Miguel Igual, Luis Clavel, Juan Antonio Usero, Angel Gracia…. Y en ocasiones, charlo con otro buen amigo, David Montolío,  hijo de esta maravillosa tierra, gran tenor  y una excelente persona, encariñado a este Rubielos que le vive en la sangre, entregándole sus ofrendas musicadas.

La vida sigue. No igual como la entonó Julio Iglesias. Pero mis pasos son iguales, como hace veinte años, recorriendo esta villa encantada y encantadora, aliento de mi literatura, con sus casas nobiliarias, palacios y conventos, con la lluvia soleada de su historia, tan gremial, tan universal desde el medievo. Fachadas de piedras labradas, portales, balconajes, aleros, escudos nobiliarios, fuentes… Encendido patrimonio, florón para el turismo, hilvanado magistralmente  entre la sensibilidad de la cultura aragonesa.


Sí, Rubielos de Mora ¡uno de los pueblos más bonitos de España!,  siempre ha sido y es motivo de gozo, de remembranzas, nacidas muchas veces en el sabor de amenas y gratas tertulias, entre tapiales añosos, alguna capea y al arrimo del mostrador de un bar de culto. Faro de mi alma viajera. Perla de la sierra…Gúdar, agreste y amable. Serena y verde en el verano. Blanca cuando el invierno impone su pulso.


Imágenes de esta bella villa
















lunes, 22 de julio de 2013

Creer en nosotros mismos. El río Martín



Acabo de leer un comentario por la bloguería que da mucho que pensar. Viendo esos lugares, como se muestra en la fotos, me digo: Que si supiéramos su historia, nos atraparía, como el cava,
saboreándolo con la cariñosa expresividad de una buena compañía, entre la frondosidad colorista de un espectacular ocaso.

Hay que creer en lo que hacemos, creer en nosotros mismos. Los españoles no somos peores que otros. Y en muchos casos les damos mil vueltas... Como tener pueblicos que son un ensueño estival, donde los días son otros, donde la tranquilidad suma y no resta, donde el silencio es como una melodía carismática entre sones de violines románticos, donde la paz y la libertad restaura ánimos y los convierte en paladines del corazón.
 
Y hacia ese relumbre del pasado me fui ayer domingo.  A verlo. A patearlo. A hablar con las gentes. Y escogí Teruel. Y un escenario natural que es una maravilla. El río Martín y sus paisajes. Vamos, que el Ebro debe estar muy contento con tener este afluente, que anda jubiloso entre cantiles, farallones y cortados. Pero de una manera espectacular, entre vistosos relieves de rodeno.
 
Bueno, pues por tramos de su curso anduve. Y disfruté gozando de vitalísimos “bañicos”. Rastreando como un explorador moderno todo el relumbre de cañones de Peñarroyas y Torre de las Arcas. Y me alcé a sus miradores. ¡Caray!!! Y esto está aquí..,!!! exclamaba.
 
Y que se viaje a lugares fuera de nuestra España para ver cosas peores que aquí…!!! Así pensaba,  mientras disfrutaba con la maravilla rojiza de algunos parajes, con los saltos de agua del Martín, la frescura de sus pozas de esmeralda, el verdor de las pinadas,  cubriendo las empinadas laderas como cabelleras estilizadas….
 
Ah!! Recordado e inolvidable Labordeta, que me dedicaste uno de tus libros con este expresivo texto: “A Luis Gispert, compañero de oficio y de esperanzas”… Como sabías encontrar lo mejor de tu Aragón amado. Y estuviste en Alcaine. Y le dedicaste palabras admirativas, hablando del pueblo “que se amorra al río Martín”, de “sus viejas torres de vigilancia”, y de sus gentes. Y te acercaste a ellas... “ellos para conocerte. Tú, para conocer la tierra”.
 
Así es. Para conocer la tierra. Para acariciarla con la mirada y las palabras. Para conocer la evolución histórica de los pueblos, de las ambiciones de muchos, de la estructura estable de los territorios, que hoy, más que nunca, precisan de una política lógica; que no todo son “playas” y “urbanizaciones”… Que así nos va…










sábado, 20 de julio de 2013

De mi cosecha



1. He aprendido en poco tiempo que las cosas sencillas que la vida nos ofrece son más estimulantes que hacer, por ejemplo, costosos viajes. No digo que mirar el cielo sea una de ellas, pero adentrarse en la naturaleza es una invitación a coleccionar esas percepciones sencillas que tanto nos llenan. Y es una forma de cosechar valores para ofrecer lo mejor de ti mismo, con las manos y el corazón abiertos a los demás, con un mayor rendimiento anímico.




2. Muchas veces se miente. Gratuitamente. Para salvar una situación. Pero esas mentiras resquebrajan la confianza entre, por ejemplo, las amistades.

Utilizando las mentiras nos sentimos decepcionados. Porque provienen de personas a quienes queremos. Y esa actitud duele.

Fingir acciones no es bueno. Decir la verdad es la mejor forma de relación, y, la mayoría de las veces, un bálsamo.

La honestidad es la cualidad que no necesita maestro, debe de estar siempre conectada a la verdad.




3. Estoy leyendo un libro que habla del alejamiento de la naturaleza. Y hay un párrafo muy significativo, que transcribo: "El alejamiento de la naturaleza nos enferma, y solo retomar el contacto con el medio natural puede devolvernos la confianza, la felicidad sostenible"

Hay que estar conectados con la naturaleza, porque "nos ayuda a sentirnos completamente vivos". Nacimos para caminar, para andar, para correr, para reir, para hacer excursiones. "Necesitamos estar en movimiento". El estar al aire libre, nos hace más libres, nos sentimos eufóricos... A veces nos sentimos como si estuviéramos volando a través de las nubes...

Como se dice en este libro: "El siglo XXI será el siglo de la reinserción humana en el mundo natural". 

Ojalá sea cierto.


viernes, 19 de julio de 2013

El delicioso tren de Artouste



Sigo aún pensando que algún día haré la ruta alrededor del pico del Midi d' Ossau (2.885 m.). Este pico se asoma por todas las partes, enhiesto sobre el precioso valle de Ossau. Su figura, altanera, altiva, aparecía delante de mi posición, en la estación del tren de Artouste. Como siempre, su bella apariencia subyuga. Parece amenazante, como diría Henry Roussell. "Es fantástico, árido, solitario, y su perfil está lleno de majestuosidad".

El Midi domina todo. Pero esta vez la ruta no iba a ser a pie totalmente. Me encontraba en el Parc National des Pyrénées Occidentales. Este territorio es distinto al español. Más frío y húmedo. Más boscoso. Con decenas de ibones o lagos de alta montaña.

El valle de Ossau está salpicado de tres centrales hidroeléctricas: Artouste, Miegebat y Hourat. En el lago de Artouste fue construida una presa que permitió elevar el volumen de su reserva natural. Los trabajos finalizaron en 1932. Y las obras tuvieron proyección turística.

Un telecabina te sube desde el fondo del valle hasta la estación superior del pico de la Sagette. Y el panorama es inmenso. Una seducción para los sentidos, con el Midi atrayendo todas las miradas.

Allí me esperaba el trenecillo de Artouste. Parecía sacado de un recinto ferial. Es verano. Sensación de felicidad. Día despejado y una temperatura de 20º. 

Sí, este tren parece de juguete. Con vagones sin techumbre. Ves el cielo. Asientos de color crema y refuerzos rojizos. Su avance es lento, para que los viajeros se entretengan con placer al viaje, a las vistas, a la charla admirativa... Su traqueteo es musical. Y mientras avanza, para desarrollar los 10 km. de recorrido, abajo se extiende  el bello valle de Sousouéou, acicalado por hermosos bosques de abetos, como el de Herrana.. Y las montañas hilan sus crestas, sus dominantes cotas, sus cadenas, perdiéndose en el infinito.

Al llegar a la estación terminal del tren, camino hacia el cercano lago de Artouste. Inmenso, con un azul imponente. Contorneado por picos de afiladas cimas: Arrius (2.780 m.), Lurien (2.825 m.), y el Palas, el gigantón con sus 2.974 m.,  el "pico perfecto".

Y dejo atrás el tren, y por cómodo sendero asciendo por medio de lazadas hacia el refugio de Arremoulit. Al día siguiente me esperaba una buena ruta: "la travesía de los contrabandistas".