Ayer lunes me fui a Vilafranca. Hace tiempo visité sus museos al aire
libre, dedicados a las construcciones de la piedra seca, como casetas,
corrales, azagadores, apriscos, contadores, balsas…. ubicados en el Pla de
Mosorro, Les Virtuts y La
Parreta. Todo un testimonio real y vistoso de la arquitectura
de la piedra seca. Un paisaje evocador, extraordinario, patrimonial, enmarcado
en unos espaciosos parajes de notables valores naturales, relevantes….
La piedra, la tierra, la vegetación…
Todo este conjunto conforma en Vilafranca una formidable red de itinerarios magníficos… Y uno de ellos
es el que desarrollé.
Salí de Vilafranca con el cielo pintado de azul. Iba
ilusionado por ver horizontes recortados por paisajes atávicos, donde la piedra
ilustra el terreno, imprimiendo su sello
secular. La emoción por descubrir paisajes desconocidos “donde el silencio
habla”, hacía que mis piernas se deslizaran ágiles sobre el terreno, siguiendo
el itinerario balizado, el PR-CV 309, que me encaminaba hacia recónditos espacios.
Otrora por aquí abundaban los
rebaños… Balidos, sones de esquilas….Ando por un espacio vegetal que me
encanta. Voy solo. Pero me acompañan, como siempre, las sensaciones que recibo,
que, como oleadas enriquecedoras, alimentan mi afán montañero…. Un territorio
vasto, ancho, testimonial…. El cereal verdea en los acotados campos con repujos
esmeraldinos. Y las esquilas de las vacas se cuelan entre brisas amables.
Sigo el PR hasta el Peiró de Sant
Pere. Un vestigio permanente en el Maestrazgo. Peirones o cruces de término,
símbolos rurales, que representan la religiosidad de los pueblos, obras de
arte, que jalonan encrucijadas a la vera de los pueblos, pequeños núcleos o santuarios.
Voy caminando ahora por el
Assagador de l’Empriu, entre muros laterales de piedra. Va transponiendo una
serie de lomas que sobresalen por estas planicies de Vilafranca. Avisto algunos
pozos, como el de la Vila,
que se utilizaban para abastecer a los rebaños.
Las masías abundan por estos
lares. También me acompaña su grata fisonomía. El paisaje parece estar quieto,
inamovible, persiguiéndome con su adusto encanto. Y yo camino feliz, embriagado
por el poder exultante de una naturaleza atávica y antrópica.
Arribo al barranco de les Carabasses. Visito la serie
de cavidades donde dicen que hay pinturas rupestres. Ni una distinguí. A lo
mejor era que iba con las gafas de sol. Y después sigo las marcas blanco
amarillas del PR que se encauzan por un assagador hasta donde se levanta un
indicador vertical. La carretera del Portell pasa muy cerca. Y sigo la
indicación del PR-CV 402 hacia las fonts del Llosar. La señalización llega
hasta el mismo lecho del barranco de les Carabasses. Las balizas me conducen
hacia otro assagador, que ya no lo abandono hasta Vilafranca, dejando a la
derecha los desvíos señalizados a La
Parreta y a las Fonts del Llosar.
La ruta, netamente circular, me
ha supuesto 3 horas y 15 minutos. La mañana fabulosa, soleada y con una
temperatura de 21 grados. Las brisas han jugado con mi rostro, y los paisajes
en su adustez destacan las explotaciones de antaño. Y allí donde se afianzan
las carrascas, los enebros, el pinar, parece trasegar la quietud, la calma y el
silencio que arrebuja al caminante, alentando sus sentimientos, tan enraizados en
estas tierras donde ese silencio…
¡habla!
Y cuando llego a Vilafranca la
sed me atenaza. Me apetece tomar una gin-tonic. Y entro en un bar. En un
velador-revistero está la prensa del día. Mas, no me apetece leerla. Siempre las mismas
noticias… Hay que bajar los impuestos, el plan fiscal, Urdangarin, el déficit…
Y el dueño del bar, una persona joven, parece adivinar mis pensamientos.
-¿Qué, de excursión?
-Acabo de terminarla.
¿A dónde ha ido?
-Al barranco de Les Carabasses, desde el Peiró de Sant Pere.
Y me entrega, muy amable, información turística de Vilafranca, junto a
un libro de rutas por el término. Lo hojeo y veo algunas muy interesantes.
-Gracias, seguro que haré alguna
más.