Nueve pueblos de la comarca del
Bajo Aragón representan la Ruta
del Tambor y el Bombo: Alcorisa, Calanda, Alcañiz, Andorra, Samper de Calanda, Híjar, Albalate
del Arzobispo, Urrea de Gaén y La
Puebla de Híjar.
Todos los actos comienza el
Domingo de Ramos y finalizan el Domingo de Pascua.
Estamos en Alcorisa. Es mediodía
del Viernes Santo. En los campos brotan las amapolas, anunciando el sereno
clamor de la primavera. El sol nos ha acompañado en el viaje. Pero en el pueblo,
las nubes quieren jugar al coro, como el anfiteatro natural de lienzos rocosos
que festonean el pueblo, redondeados con sus arrugas, y vertiginosos.
En la iglesia de Santa María la Mayor tiene lugar el relevo
de la guardia. Y a la hora prevista, el silencio queda absorbido por el
mayestático y progresivo redoble de tambores y bombos. Las distintas cofradías
de Alcorisa se concentran al pie de la grácil y enhiesta torre de la iglesia.
Y conformando el típico ritual
empieza la procesión del Pregón. Se uniforman los sonidos, el color variado y absorbente
de los trajes de los cofrades, negro,
morado, azul… El ritmo cadencioso de los pasos, el clamor de trompetas rasgando
como música equilibrada el espectacular ambiente que crea el desfile. Pequeños
y grandes hacen danzar con energía los aplomados brazos sobre el tambor o el bombo, en filas alargadas y periódicas, con
templada seriedad, con un tamborileo
seco, disperso…, que se cuela por arcos, aleros…. Y todos hacen anidar el
asombro entre la numerosa expectación que se arracima en el sinuoso recorrido
del Pregón.
Pero queda en el aire el instante
final del tamborileo en la plaza del Ayuntamiento. Una costumbre medieval, que
en Alcorisa se remarca entre vestigios del pasado, articulados por una
arquitectura popular. Llueve. Parece que el cielo llora. Y al cobijo de los
soportales de la plaza se refugia el publico y los cofrades. El estruendo es
tremendo, acompasado por tambores y bombos y hendido en el cielo litúrgico, que
conmueve los sentimientos de la población, imprimiéndole asentimiento,
potestad, espiritualidad, y emocionales vivencias, encantadas en la
idiosincrasia de la
Semana Santa.
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