Como una cita iniciática, como un
encuentro simbólico con el otoño, cada 21 de noviembre acudo a la sierra de El
Toro.
Y recorro el emblemático barranco
de la Cueva del
Agua. Una delicia cromática. Toda la vegetación se asoma orlada de tonos rojos, ocres, cobrizos, amarillos… Es una
explosión de gamas ubérrimas. La naturaleza engrandece la sierra, con el privilegio ornamental de plantas y
arbustos que espiritualizan un bosque denso, armonioso y fecundo, henchido de
suprema belleza, entre el acorde dominante de una pléyade de aristas, bloques y
vértices calizos, con su aspecto ceniciento, embelleciendo terrazas y
desplomes.
Camino despacio, me paro,
reflexiono…. Las caricias de las hojas de los rojos arces son como un bálsamo
purificador, que mitiga los zarpazos de ventiscas agridulces, de alacranes
depredadores. Aquí, rodeado de racimos de bondad, no escucho el reloj de las
prisas, de la aceleración urbana. Las sombras, que las hay, son otras. Y lucen,
también, con sus colores.
6 comentarios:
amigo Luis, una maravilla que solo unos pocos podeis disfrutar.
¡QUE FESTIVAL DE COLORES!
[esses caminhos que foram feitos para o passo de quem sabe olhar o mundo...]
abraço!
Qué variedad de colores en el Otoño.. es una maravilla. excelentes imágenes.. un cordial saludo..
Caminar entre ocres, rojos y amarillos es todo un placer, si además la senda escojida nos gusta el placer es infinito.
SAludos.
buena elección amigo Gispert, yo tambien tengo querencia por ese precioso y solitario barranco cuando está llegando el invierno, incluso con el deshielo también es visita muy recomendable, pero quizás para variedad cromatica y botánica, en la sierra del toro, entre acebos, tejos, arces y pinos negrales, me quedo quizás con el barranco de los tajos, a final de octubre, no muy lejos de ahí, como supongo que sabrás...
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