El Negrell

Viajar para hacer senderismo. Aunque el viaje sea largo, una vez empiezas a caminar se te olvidan las distancias. Y gozas como el que más. Y aprovechas la menor oportunidad para largarte. Así lo hice, siguiendo el ritual de mis salidas de los miércoles. Y me fui a ver otra vez el más imponente de los bosques valencianos. Un bosque impenetrable, denso, donde la espesura de pinos tamiza el sol. Es tal la salvaje aspereza y la magna belleza de la Tinença de Benifassà que siempre me cautiva, como una diosa señoreando en un paraíso  mágico

En este insólito marco el bosque escala barranqueras para conquistar las rocas cimeras, adornada de cortinajes verdes.

El atractivo de una gran montaña, el Negrell, me impulsó a internarme hacia el corazón del parque natural. Seguía el GR-7, escuchando los rumores que nacían del bosque. Es difícil avanzar por él, porque es un auténtico laberinto. Arribo al refugio de la Font Ferrera (1.250 m.) y me encamino hacia el Negrell. La cumbre está más cerca y las vistas de tan vasto y exótico territorio se ensanchan. Un  camino caracolea hasta sus 1.345 m. de altitud.

Una masa de verdor se extendía hacia el infinito. Els Ports los tenía al lado. Y admiraba, con mi soledad respirando fuerte,  ese mundo geológico que me rodeaba por todas las partes, entre galas de verdes y grises, y los mil tonos que viste el otoño a árboles y arbustos.

Al volver al punto de partida me fijé en la inmensa variedad de plantas que adornaban el sendero: Labiadas, líquenes, musgos, helechos…

Me senté sobre una piedra plana y me creí estar contemplando una catedral natural inmensa, con sus ábsides, pórticos, parteluces….La magia del bosque me atrapaba. Y una coral sonaba entre las arquivoltas del pinar. La escuchaba entre el sinfónico romance de la naturaleza.