La hoz del Gallo y el Alto Tajo, maravillas de Guadalajara

  

He vuelto de nuevo a Corduente, al parque natural del Alto Tajo. Me recree fotográficamente con este paraíso natural de grises farallones, donde las aguas bravas del Tajo van labrando y creando paisajes de cantiles y bosques.

En verano busco el placer del agua. Y que mejor que encontrarlo en los ríos, en ese sugestivo poder de las aguas de crear rápidos, cascadas, eslabones espumosos al saltar escalón en escalón y de recrearse el sol en el cristalino espejo de los remansos -delicia para el baño-. Y, alrededor, desplomes rocosos que el río lame, golpea y rebota con rabia.

Desde la belleza urbana de Molina de Aragón fui en busca del Alto Tajo, pasando por la citada población de Corduente, en el impresionante marco de su parque natural. Pero antes pasé por esa sugestiva cartela geológica que es el paraje de la Virgen de la Hoz. Puede definirse este maravilloso rincón como un paisaje romántico, mágico y bravo a la vez, desde los mistéricos monolitos rocosos, enseñando sus fantásticas formas silíceas en un  ritmo audaz y realmente vistoso, donde la vegetación estiliza su hechura, su formato escalador y su colorido bermejo con una belleza imperturbable, hasta el recoleto regazo del sacralizado templo medieval, que custodia la imagen de la Virgen, que recibe cada 8 de septiembre devota  romería rubricada de folklore autóctono, donde se danza y palotea.

El paisaje es arcaico, exótico  y encantador, donde el río Gallo teje su rumoroso candor bajo las frondas marciales de los chopos y de los elevados conglomerados, que reciben nombres como la Cobertera, el Huso y la Tinaja.

Una carreterita me bajó entre pinadas hasta el  Puente de San Pedro, donde confluyen las aguas de los ríos Tajo y Gallo. Impresionante abrazo de estos ríos, clamor de aguas dichosas entre una naturaleza salvaje, imponente, entre paredes empinadísimas. Tajo se rehunde, culebrea entre cantiles, entre grises riscos.

Disfruto viendo estos paisajes de la serranía, una obra colosal de la naturaleza. Por aquí pasaban los gancheros. Esfuerzos, intrepidez, arrojo, energía humana… Todo se conjuga en una novela llevada al cine, la de José Luis Sampedro  “El río que nos lleva”…

Un sendero me lleva a lo alto de estos cantiles. Perfumes de enebros, de sabinas… colores de mil flores ajardinan mis entusiastas pasos…

¡Qué delicia, amig@s!