-Luis, cuantas ganas tenía de verte.
-Abuela Emilia ¿como se encuentra?
-Ya ves, hijo, achacosa como siempre, pero voy tirando. Anda, sentémonos, que me has dado una gran alegría.
El sol calentaba y nos sentamos en un poyo encalado, bajo el dosel de un emparrado globuloso.
-¿Se acuerda cuando nos conocimos, Emilia?
-Huy, y tanto. Me asusté mucho al verte, Luis.
Emilia era pastora. Iba con su rebaño de ovejas y un perrito que, por su color, lo llamaba Canela. Me topé delante de ella al remontar una trocha y se asustó mucho. Días más tarde, sin saberlo, me la encontré en su masía. Charlamos y desde entonces fructificó una gran amistad entre nosotros.
-Ya ves, Luis, con mis 87 años aún me apaño bien en la masía. Doy de comer a los animales. Me acerco paseando hasta la fuente y de vez en cuando mi hijo Ismael me baja al pueblo.
La abuela Emilia, cuando se llega hasta el pueblo, se reúne con tres amigas octogenarias como ella. Y charlan de sus vidas, de sus hijos, establecidos en lugares distintos, de sus nietos…. De las ganas que tienen de verlos y del abatimiento que produce en ocasiones la soledad en la vida rural.
-¿Luis, sigues con tus libros?
-Ahora, no, Emilia. Pero me lo paso bien viajando, conociendo a personas como usted, con su fortaleza y su sabiduría.
-La vida nos enseña mucho, Luis. La tierra nos hace fuertes, y somos como el roble, que se mantiene en pie soportando calores y fríos, tormentas y nieves.
Emilia, cuando me habla así, me emociona. Soy muy sensible a las personas que tienen el don de transmitir afecto, que confían en mi, que saben que mi amistad, cuando se abren sin recelos, es para toda la vida, creciendo como un chopo, erecto y feliz.
Me lo dijo una vez la abuela Emilia, y sus palabras significaron para mí un chorro de alegría, difundidas por una mujer hecha desde muy pequeñita a imagen y semejanza de esa naturaleza que cada día la saluda.
-Abuela, me gusta escucharla. Siempre me ha gustado.
-Ya lo se, Luis. Nos conocemos desde hace tiempo. Eres una persona bondadosa. Has nacido como yo, de la tierra y nos abrimos como el árbol, al extender sus ramas buscando la luz.
Hablamos un rato más. Emilia es feliz y yo también. Pero me tengo que ir. Su abrazo es alegre, pero también triste. No quisiera que me marchara.
-Volveré pronto, Emilia. Ya sabe que lo que digo lo cumplo.
-Ya lo sé, Luis. Te conozco bien.
-Cuídese, abuela.
-Y tu también, hijo.
La abuela Emilia se marcha con su bastón. Le siguen Canela y un gatito con su pelaje de café con leche. Van por el camino, como tres amigos. Ella les habla y Canela ladra alegremente. Los cardos lucen por el camino, los chopos del cercano arroyo cangrejero arremeten contra el cielo. Vi a la abuela Emilia doblar el camino y desapareció.
19 comentarios:
Benos días Luis:
Una escena preciosa.
Las abuelas de pueblo acostumbran a ser muy fuertes.
Enhorabuena, esta e ntrada me ha emocionado.
Besos, Montserrat
Muy bella historia
un beso cielo
Entrañablemente hermoso, Luis. Me encantan las abuelas y sobre todo escucharlas. Me fescinan sus historias. Son la gran enciclopedia de la vida.
Besos. María
Una entrada que dice mucho de ti, escuchar a las abuelas que como Emilia tienen esa fortaleza es una maravilla que nadie se debia perder.
Buen fin de semana Luis.
Hola Luis gracias por este entrañable relato, me ha conmovido de verdad.
Espero que la próxima vez que la veas nos cuentas como le va a la señora Emilia. Me alegrará saber que le va bien.
Saludos
Una valiente de la vida la abuela Emilia, bonita historia y amistad en tus rutas de caminante.
Un abrazo grande!
Qué suerte quien tuvo abuela, incluso como tú, Luís, que la tomaste prestada y no la has dejado marchar en la soledad plena.
Conmovedor como siempre. Tienen también suerte tus amigos contigo.
Saludos.
Hola Luis.
Por suerte hay muchas abuelas Emilia en este mundo que te impregnan de esa fortaleza y sabiduría conseguida "solo" con el paso de los años,es una gozada hablar con esta gente.
Bonito relato,sí señor.
Un abrazo.
Amigo Luis, ya ves que me faltó tiempo para visitar tu página. Estupendo el relato de tu encuentro con la abuela Emilia, fenomenal el reportaje sobre Olba, y en amboscomo ya nos tienes acostumbrados, excelente fotografía. Me encanta comprobar que además de amante de la naturaleza y de nuestros pueblos, mantienes íntegro el interés por sus gentes, sobre todo por sus gentes sencillas, pero que en su sencillez albergan la grandeza de un alma noble. Un abrazo de Miguel Angel.
Me hiciste emocionar Luis con este bonito diálogo y con ese encuentro tieno y sincero. Ya quedan pocas personas auténticas. Sin dobleces. Ella se mantiene firme a pesar de los avatares de la vida. Aprendamos lo verdaderamente importante de la vida. Gracias Luis por este diálogo entrañable. Un saludo
Gracias, amig@s, por vuestros amables comentarios. La vida me sonríe con Emilia, con personas como ella, que en el camino de la luz te enriquecen mucho.
Besos y abrazos,
Luis.
Un texto muy hermoso Luis, describes lo cotidiano haciéndolo extraordinario. Felicidades, un saludo.
Bellísimo Blog, las imágenes, los escritos y Enya con su música. Un verdadero placer estar aquí. Gracias por regalarnos este espacio.
Que bonito Luis!
Las gentes del campo son extraordinarias, te tienen que querer a la fuerza, por ser tan buena persona, llena de cariño y amor.
eres un ser que desprende mucha dulzura,ternura y amor....
besos
Ah... tão bonito... eu precisa vir aqui ler você, ver as suas fotos de lugares tão mágicos!
Você é um encanto, Luis.
As avós são uma gostosura. Eu aproveitei bastante as 2 que tive. E sem contar as avós que vamos adotando pelo caminho. Elas são doces e cheias de sabedoria.
Um beijo imenso, amigo, e outros tantos na vó Emília.
Felicidades.
Tu maravilloso relato me ha recordado a mi abuela Gloria, ya fallecida hace unos años.
Sigo recordando mis charlas con ella, sus palabras siempre eran amables y sabias. Casi 90 años, 9 hijos, cuatro viajes a Cuba, dos en velero, mi abuelo murió relativamente joven y ella saco a toda la familia adelante.
Nunca se enfadaba, era amable y cariñosa con todos y sus palabras siempre justas y sabias.
Es un privilegio y una gran suerte, poder hablar con estos queridos mayores.
Un abrazo.
Luis:
Me has emocionado con tan bello texto.Me trae recuerdos de mi querida abuela.Tienes duende para llegar al corazón luis.
Mi abrazo lleno de cariño.
Hola Luis, buenos días
Con este texto me has llegado a emocionar porque pienso que los abuelos están bastante abandonados, no sólo por sus familias, sino también por las instituciones. Parece que estorban y debemos pensar que estamos aquí por ellos.
Esa generación es bastante fuerte, están hechos de roble como sus árboles del campo.
Un beso y agradecida por tan bellas palabras
genial relato Luis
realmente un placer leerte ya que casi te puedo oir cuando lo hago
un abrazo
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