El Gorgo, pintoresca montaña

Desde el molino de La Ceja se descubre la mejor postal de Gátova, con el caserío pegado a la tierra matriz, dominado por la verdi roja peineta del monte Rodeno. Y en lo alto, asoma el rocoso campanil de esta zona serrana de la Calderona, el pico del Aguila, blasón silíceo, mirador excelente entre comarcas y provincias.

Camino en dirección al  corazón del parque natural. Ancha pista de tierra a Tristán, Rebalsadors y Serra, que se solapa al terreno como una sierpe. Pero me desvío a la altura de la cueva Sacañé. La tierra se empapa de flores. Perfumes y verdes sinagogales. La ruta se endurece, se remonta una larga cuesta, el resuello asoma… Con calma -uf, no hay otro modo- alcanzo el collado de Villacampa. Ya estoy más cerca del Gorgo, de su estricta cumbre, clásico techo de la Calderona.

Buen sendero. Alcornoques y pinos. Y piedras, bloques de rodeno. Y olor a pinar. Una senda caminada muchas veces. En la cumbre restalla el color rojo del rodeno. El vértice es vistoso. Un belén chiquito le hace compañía, resguardado por un pilastrón. Y el éxtasis de la contemplación  surge con su enorme atractivo. Panorámicas que te enganchan, que rubrican esta pasión nuestra, este rito de subir montañas, como una energía biológica,  casi, casi como un clímax.

Mi empeño ha cristalizado felizmente. Bajo nuevamente al collado, a la cueva y a la pista. La ruta es como una serpentina entre remansos de hierba y arboleda, una arcadia de desniveles y vertientes que doblan su alma al Carraixet.