Por Sarrión entre fuentes, sabinas y miradores

… y además las fortificaciones defensivas de la guerra civil (1936-39). Así las vimos, a más de 1.500 m. de altitud, enclavadas en la Sierra de Javalambre. Los restos de estos escenarios bélicos están constituidos por trincheras, puestos de tiro y observación, abrigos de tropa, refugios, etc. Debidamente acondicionados, con sus respectivos paneles informativos -conformando un recurso turístico relacionado con la historia-, se abren a excelsas panorámicas de la sierra, enseñoreadas por cumbres que rozan los dos mil metros de altitud en su demarcación señera.

El grupo de Rocacoscolla estuvo guiado por nuestro amigo Pascual Paricio, gran conocedor de esta zona, y la verdad es que la ruta fue magnífica por su diversidad de detalles, tal como se expone en el título de este texto.

Tras el ilusionado madrugón, un poco más de las ocho ya estábamos de marcha. Eso sí, la temperatura era muy fría y con rachas de fuerte viento, que nos acompañó durante todo el trayecto.

La marcha la enfocamos hacia los primeros vestigios de las citadas fortificaciones, sitos en la Muela, dominando el barranco de la Hoz, destacando un nido de ametralladoras. Breve parada y bajada por empinada ladera hacia el lecho del barranco. Fuimos al encuentro de la primera fuente de la jornada, de nombre Riscla.

Y proseguimos la marcha barranco arriba un buen rato. En las laderas, donde las umbrías se angostan, lucían las rocas el pentagrama de los coruscantes verdes de los musgos, mientras que los arbustos plasmaban su esmeraldina simbiosis. Pasamos por lugares de meditación íntima protagonizados por la naturaleza. La vegetación deslumbraba con sus señoriales vítores, espesa en sus fases. Sabinas albares, pinos, enebros, sabinas rastreras, tomillos, ajedrea…, perfumes deliciosos que salmodiaban nuestros pasos.

El barranco, muy meandrizado, se iba estrechando, cercado por altísimos paredones. En el cielo las nubes desfilaban rápidas, impulsadas por el viento, formando colanillas que abrían y cerraban el acorde solar. En las empinadas laderas los arces mostraban su grisáceo ramaje, afincados entre torrenteras de piedras. Y algún lirio cabeceaba su azulado lustre sobre la verde pátina del césped.

El grupo se aposentó en el idílico paraje de la fuente de Cavero, para dar buena cuenta del almuerzo. Y, como siempre, triunfaron las aportaciones sibaritas de cada uno: El excelente vino de Juan, las apetitosas papas de Pilar, el sabroso “Brownie” de María Amparo, los cafés, las infusiones…; toda una incitante gama de placeres que glosó el intermedio del trayecto.

Tras visitar la fuente de la Gota sita en el interior de una pequeña gruta, afrontamos el tramo final por el barranco de la Hoz, muy cerca de donde se le une el barranco de la Zarzuela, que se forma por el Alto del Ventisquero, surcando paisajes salpicados de desnudos cerros de más de 1.800 m. de altitud, destacando el Falso Javalambre, de 1.985 m.

Tras salir del cauce del barranco y habiendo ganado altura, con la presencia de pastizales de alta montaña, fuimos al encuentro de nuevas fortificaciones defensivas, gozando de la altitud del trayecto.

En las lazadas finales de la ruta, las nubes íbanse escalonando en un inmenso fondo negruzco sobre las cúpulas de Javalambre con su fisonomía nevada. Y en su avance nos obsequió con una ración de matacabras, que no nos amilanó. Surgió otra vez el sol cuando alcanzamos la fuente del Enebro, con troncos convertidos en abrevaderos, mientras el paisaje, lleno de atractivos campestres, se cubría de verdes impolutos entre cebadas y pipirigallos. Y con la alegoría de viejas masías y corralizas regresamos felizmente a Sarrión.