La cascada de San Pedro

El río Cabriel tiene sus fuentes en El Vallecillo, en sus “ojos”. Río abajo sus aguas bajan alegres, sonoras. Crearon recursos industriales y la estrella de los paisajes de la sierra: la cascada de San Pedro. Se llega tomando una desviación cerca del km. 5 de la carretera en dirección a Masegoso desde El Vallecillo.

Esta caída natural forma una cortina de gran belleza. El caudal del río al despeñarse golpea estruendosamente sobre las rocas, desplegándose como centelleantes lágrimas espumosas, formando una ancha poza de aguas verdosas y transparentes, que resplandece en hermosos reflejos, como fluidas de un manantial. El paisaje seduce, todo un concierto de vida, armonía y esmeraldina tranquilidad.

Corre el agua bajo las opulentas sombras de sargas, sauces, avellanos, carrizales, fresnos y juncales. Por las laderas triunfan el pino albar y las sabinas. Y el cónclave de una señorial chopera brinda frescas sombras en verano, mientras el sol los inflama de verde rondando por sus apuntadas copas. Y en el otoño, que llegará mañana, las hojas se pintarán de amarillos y ocres y volarán… y en su caída trajearán el suelo.

Uno se siente muy atraído por este paraje, fascinado por la imborrable musiquilla del agua, el espectáculo del salto. Y es fácil imaginar la presencia de ninfas entre la frondosidad de los sotos, que habitan alegres en este marco delicioso del Cabriel, observando a los allegados con infinita amistad.

La cascada de San Pedro fue utilizada de antiguo con el imprescindible elemento del agua para mover el molino harinero situado al lado del salto. Las tobas calizas resaltan en la concavidad de la cascada, y el agua resbala por la roca salmodiando cánticos de vida, pespunteando hilos de plata, donde se cobija y busca su alimento la nutria.