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sábado, 8 de diciembre de 2012

y II. En Alarcón, donde el Júcar abraza a la historia





Y provisto de un plano turístico de Alarcón, empiezo a pasear su suelo de rica historia y recorrer algún camino secular. Y pronto la villa medieval me obsequia con su nobilísimo rango, contemplando palacios, puertas e iglesias, como las de Santo Domingo de Silos (siglo XIII), de estilo románico tardío; la antigua de San Juan Bautista (siglo XVI),  que alberga un conjunto de pinturas murales de Alarcón,  fruto de la iniciativa del pintor Jesús Mateo “consideradas como una de las altas cimas del arte contemporáneo mundial”.

Otras iglesias son: Santa Trinidad (siglo XV), con su portada plateresca, y la de Santa María (siglo XVI), que destaca por  su enorme espadaña.

Puedo afirmar que Alarcón es una ciudad relicario, o mejor: una ciudad-fortaleza. De ayer y de hoy. Tranquila. Un mirador excelente para ese río que sabe hacer hoces como ninguno. Y,  asomarse a esos miradores,  es una forma de llenar los ojos de paisajes ahondados de río trabajador, ya saturados de esplendor histórico de tan ilustre antigüedad que guarda la villa.

Ya dije que en el Parador de Alarcón rendí tributo a las excelencias de una gastronomía conquense que se coloca, en mi clasificación particular, en el rango de las favoritas. Lo que me vino bien para bajar a ver las hoces del Júcar, bajo la protección ocre de las antiguas murallas. Crucé la puerta de Chinchilla y por un sendero balizado por las marcas del GR-64, arribé al histórico puente del Picazo, por donde pasaban los mercaderes que llevaban a Alarcón verduras, legumbres, arroz y aceite, cruzando la antedicha puerta, donde pagaban  una serie de impuestos, como las Alcaballas.

Me hubiera ido bien seguir un sendero que rodea todo el cerro,  donde se emplaza
Alarcón, y subir a la villa por el puente de Tebar. Hubiera contemplado la fuerza geológica de las hoces, glosando la prosapia de los paisajes fluviales del Júcar. Pero abandoné la idea.

Y es que pienso volver a Alarcón. Y suspirar con tanta belleza reunida en esta hermosa villa. Recrearme con los trece siglos de historia del castillo, degustar la típica cocina,  que se instala en la más selecta restauración, como los asados, el morteruelo o los suspiros de Alarcón.

Y es que, amig@s, viajar se me da bien. Y más cuando encuentro estos hermosos remansos de la historia, con la reciedumbre de la piedra, con la altivez del pasado,  entre matices líricos, románticos… que son emblemas de la vida y capitalidad espiritual.

FOTOS DE ALARCON
















4 comentarios:

Teresa dijo...

Preciosas fotos, tengo que ir verla. Saludos.

Alma Mateos Taborda dijo...

Preciosas fotos e inolvidable recorrido. Un abrazo.

Teté M. Jorge dijo...

Estupenda rota! Precioso lugar... você conseguiu umas fotos maravilhosas para nos mostrar que vale à pena estar ali...


Beijos.

Josefa dijo...

Gracias Luis por traer hasta aquí estos maravillosos paisajes. He disfrutado viendolos y he viajado contigo desde mi silla del ordenador.
Un abrazo dese el blog de josefa.