Por el Guadalaviar: El Cañón del Arquillo

Antes de que el Guadalaviar y el Alfambra se unan para festejar a Valencia con su  alegórico topónimo de río Turia, el primero ya sabe lo que es andar entre congostos desde que alumbra en las verdes faldas de la Muela de San Juan. Caminarlo es andar por terrenos de la Serranía de Albarracín, cosiendo márgenes entre prados donde se espigan los cereales y oye la briosa jota a su paso por la monumental Albarracín.

Es Guadalaviar río trovador; pespuntea con hilos de plata el terciopelo verde de los prados, pero también crea profunda y espectacular belleza entre el pueblín de San Blas y el embalse del Arquillo, donde su corriente salta alborozada y les canta en  romances  espumosos a los felices senderistas, admirados por la escenografía natural de estos preciosos paisajes fluviales del Guadalaviar.

“… un virgen coro

de bellas ninfas de desnudos pechos

sobre cristal cerniendo granos de oro,

con verdes cribos de esmeralda hechos”.

Partimos l@s seis amig@s de San Blas. Por delante teníamos un recorrido de 7 km. entre todo el trayecto. Enseguida nos entusiasmamos por la celebridad de estos paisajes del Guadalaviar. Todo un privilegio andar por un camino rehabilitado, entre un cordón de miradores, azudes, profundas cortaduras, murallas pintadas de ocre, enormes rocas que se elevaban como airosos menhires, y el río labrador, escoltado por una exuberante vegetación de ribera. Se ganan las orillas entre puentes, mientras el Guadalaviar se desenvuelve libremente en recodos, pespunteados por triunfantes choperas,  bien alimentadas por la humedad del suelo.

El sendero es una maravilla, perfectamente equipado con barandillas de madera y elevadas pasarelas metálicas cuando el congosto comprime las aguas. En la misma piedra se crían plantas y arbustos, y sus colores contrastan por las exudaciones de color gris y púrpura de las paredes.

Las verdes vaguadas se encadenan con los congostos. Las sombras se precipitan en el fondo de estos pasos, victoriosas ante las calurosas arremetidas del sol.

La verdura es exuberante. Cubre escarpes y tapiza las márgenes del Guadalaviar. La primavera se adorna en este impresionante cañón. El río se remansa, respira, jadea, recorta paredes….

Llegamos al embalse del Arquillo. Un  entramado de empinadas  escaleras de madera nos conduce hasta la presa. Almuerzo, fotos, charlas y visitantes que acuden a broncearse sobre las blancas y lisas rocas relamidas por las aguas. Estupendo recreo bajo el alhumajo de la pinada. Y vuelta otra vez al Guadalaviar. Y más escalones de madera que trepan por las empinadas laderas. Nos sirven para encauzar nuestros pasos por los miradores, por encima del cañón, entre un cortejo de sabinas. Perspectivas del serpenteante desfiladero  a vista de pájaro. Y terrenos verdeantes en sus mágicas ondulaciones.

Pero,  como siempre,  lo mejor de la ruta fue la compañía de l@s amig@s, el gratísimo almuerzo ante  los arrullos azules del embalse del Arquillo, las barquitas descansando con su albura blanca en el embarcadero,  y,  como anécdota graciosa el look masculino de los chicos al término de la ruta,  en el fresco marco de la fuente de la Señorita, con cambio de camisetas al mejor estilo street fashion. Ella, la fuente, al vernos no se ruborizó. Palabra.

Es que nos esperaba Teruel, y las frescas cervecicas en la animada plaza del Torico. Un digno colofón para una mañana felicísima y deliciosa “per tutti”.

Hasta la próxima.

PRECIOSAS IMAGENES DE ESTA RUTA