¿Habrá un arco iris?

 Tenía necesidad de salir, de buscar nuevas tierras a la curiosidad del caminante. Que me diera el sol, que el frío se arrebujara en mi rostro, que el aire inflara mis pulmones. Marchaba por el camino solo, con la tarde elevando su imagen, tejiendo sombras en los alcores, en los valles, en las quebradas… Y llegué por fin al caserío. Que triste verlo tan desolado, tan quieto, enfrentado al vértigo del tiempo, a la soledad. Me senté sobre una piedra. Y me encontré tan solo como cada ventana, como cada puerta desquiciada por la inmovilidad, como cada tejado fragmentado en incurias. Mi corazón parecía recibir los soplos de esta soledad. Y me invadía una tristeza insoluble, cardinal, arrebatadora… Escondí mi rostro entre las manos. Estuve así durante unos minutos. Hasta que escuché unas canciones. Parecían salmodiar el pasado. Alegres como las noches del verano, irradiando el esplendor del universo en paz… Pero fue una sensación fugaz, como las sombras que envolvían el paisaje. Alcé mi rostro y vislumbré nostalgia  en todo lo que veía, melancolía, ardor en mi alma. Y me levanté cuando la noche había caído, una noche que se vestía de plata. La luna llena expandía radiante su pabellón lumínico. Y acosado por esta luz de plata seguí un  camino, temeroso en el abrazo de la soledad, del silencio. Mis pensamientos eran como aves destempladas. Me adentraba en  el maternal regazo de la tierra. Caminaba de noche con la luna en lo alto. No se por donde iba…. Solo quería seguir el camino hasta su final, ausente de ese mundo de modas, dinero, tristezas, de desengaños y quimeras, de falsedades, de avaricia….

¿Habrá un arco iris al final del camino?