Se sembró bien...

Faltan pocas horas para decir:

Adiós, revoir, goodbye, arrivederci, la reverdere…. fiestas de Segorbe, hasta el 2012.

Han sido horas venturosas las que he podido vivir en las fiestas de mi ciudad. He hecho un paréntesis a los caminos y sendas para extasiarme en el suspiro de los actos principales. He disfrutado con ganas. He enseñado a amig@s la fiesta de los sueños realizados. He sentido hondo el placer de la tradición. Me ha renacido el dinamismo de la juventud al sentir muy cerca el sugestivo  hálito  de los jóvenes…

Otro año que las fiestas me han dejado las salmodias del armónico oleaje de la alegría, al arrullo de la belleza de la mujer segorbina. Y con ello me ha parecido que he subido a las nubes como un águila navegando con la ilusión en el pecho.

He sentido el delicioso estremecimiento en mi cuerpo al pasar la entrada fugazmente por mi lado, hilvanada por la estela de la carrera hecha arte a través de los siglos. He sentido muy cerca el calor del toro de fuego, en las garras de las noches temblorosas. Y he buscado el asilo de la historia subiéndome a Sopeña en las horas tranquilas de la fiesta. Y bajo el enervante toldo de los pinares he hilado notas de amor a mi ciudad. He buscado en los panales de la historia el tronco de la manifestación festiva,  y cada año lo hallo en el feliz revuelo de los actos, en ese engranaje donde los segorbinos y visitantes se enredan con  su hechizo, como cabelleras flotantes de haces rodados.

Segorbe se reclina en sus murallas y los frutos de la fiesta crean pasión, perfumes, flores en una primavera feliz. Dejan huella, caudal sin frenos, raíces de luz y eternidad. Se sembró bien y cada año el crisol de la fiesta, la fama de su bandera,  traspasa fronteras en su faz universal.