El vals de las nieblas

Estoy nuevamente en Javalambre. Avisto desde el camino la enorme cúpula del pico del Buitre. En invierno deslumbra con su capa de nieve, cuyo espectáculo se enracima hacia la cumbre señera, presidiendo un coro de cimas desnudas, donde el viento, cuando se empecina, lo hace a gusto. Cumbres que saltan al cielo y que constituyen mi palacio con su vasto y magno relieve.

Sus ríos tienen aguas límpidas, y discurren rápidas sobre blandos céspedes y entre el perfume de sabinas y pinos. Pero, no deseo hacer geografía de esta elegante sierra. Camino feliz entre las bellezas naturales que flotan por Javalambre.

Como decía mi admirado Henry Russell, que dicha se apodera de uno al "hacer entrever al hombre de los llanos la poesía de las nieves y del sol, de los torrentes, de los abetos y del viento, e iniciarlo en las suavidades divinas que acontecen en el alma, cuando se eleva sobre las montañas, al unísono de la naturaleza".

¡Qué bella es la naturaleza!

Desde la cumbre del Buitre la escenografía de Javalambre es única, poderosa, fascinante. Su poder y su pureza me extasían y me rejuvenecen. Es como si tuviera alas y me transportara a un espacio mágico.

Pero... esta vez he tenido por Javalambre nieblas, nieve y... ¡ventisca!.

Otra experiencia.