El Clot de la Mare de Déu, de Burriana

La bella flor de azahar perfuma los caminos a ambas márgenes del río Anna. El sol de la tarde se diluye entre la arboleda, tejiendo claros y sombras que enardecen los verdes de la vegetación ribereña. Los jilgueros, atalayados entre el ramaje cimero, parodian cantos melodiosos, saturando las horas vespertinas, dulces y melancólicas, con su agradable sinfonía.

Paseo por el paraje natural municipal del Clot de la Mare de Déu de Burriana. Tiene una superficie de 17,84 ha. Se encuentra incluido en el catálogo de zonas Húmedas de la Comunidad Valenciana y fue declarado paraje natural el 8 de febrero de 2002.

Contemplo con placer este paleocauce. El agua espejea la clásica reciedumbre de la vegetación forestal y acuática. Frondosos olmos, almeces, tamariscos, chopos, sauces, álamos blancos, cañaverales… combinan con disposición natural con juncos y carrizos. El ramaje conforma toldos sobre el alargado espejo del río, como si le rindiera tributo al elemento fecundador, que es el agua. Y pienso en las noches de luna llena, cuando sus resplandores se cuelan a través de las ramas y triunfan sobre la superficie líquida con destellos de plata. O cuando los ocasos avivan de oro la arboleda, salpicando indefectiblemente en las tranquilas aguas.

Es tal la belleza del “clot”, en estas tardes primaverales, con sus aguas quietas y brillantes, que muchos paseantes buscan este paraje para disfrutar de su tranquilidad, mientras las aves acuáticas, como el avetorillo común, la garcilla bueyera o el zampullín chico, son el aliciente denominador con sus escarceos en esta linfa cristalina.

Al final del “clot” está el mar, con la amenidad de sus playas donde la espuma canta, con el encanto de su luz, con sus auras, con su típico clisé. E incluyo la ilustración fotográfica, que valora gráficamente este excepcional paraje con su notable fantasía cromática.

Después del paseo y de avistar la Torre del Mar me siento en un banco, bajo la protectora sombra de un sauce y cerca de la ermita de la Misericordia. El silencio aflora como un mutismo enclaustrado, que se apega a la maraña vegetal. Los pájaros rompen ese silencio mayestático con sus musicales cantos. Hierbas olorosas dilatan sus efluvios como olas invisibles. El cielo es puro y azul, y el “clot” es la armonía del paisaje con su romántico encaje.