A los 5 minutos paso por delante de una caseta, cobijada bajo el parasol de una centenaria sabina. Por estos parajes, abundantes en sabinas, atrae la atención una forma de museo integrado en el paisaje, donde aparecen piedras en el suelo y en los muros pintadas de llamativos colores, así como otros curiosos artilugios.
En la subida cruzo la pista que une La Torre con Torrijas. El sendero me facilita unas sugestivas vistas panorámicas, una amplísima cuadrícula de campos con sabor a cereal, un festival de encendidos colores entre tonos verdes y escarlatas, asomando, asimismo, numerosas pinceladas de un verde oscuro, conformadas por bosquetes de sabinas. Un coro de montañas cerca la amplia llanura, donde despuntan los manchones de las aldeas de Alpuente con sus tejados ocres. En la luminosa mañana, el bucólico paisaje es reluciente y apacible.
Siguiendo el GR asciendo pausadamente alcanzando las zonas despejadas de la montaña, donde prolifera el erizo entre aislados escaramujos. Llego a la Cañada de Castilla, que fue paso de pastores trashumantes. Lo explica Teresa Casquel: “Hasta los años 60 pasaban por aquí unas cinco mil ovejas, dos veces al año”, en su libro “GR-37 Vías Pecuarias. La Serranía”.
Estoy en la sierra del Sabinar, caminando por alomados terrenos. Un poste del GR-37 indica direcciones y tiempos. Señaliza también la cercanía del GR-10, a 10 minutos. La vía pecuaria recorre la frontera entre Valencia y Teruel. Alcanzo el Alto de las Donzas, de 1.495 m. de altitud. Y disfruto con la magnificencia de las panorámicas, entre la calma que reina en esta atalaya. Hacia el norte, cortando el perfil del horizonte, la imponente sierra de Javalambre airea sus abombadas cimas, descollando el pico del Buitre, de 1.958 m. Entre los tonos grisáceos y oscuros de las cumbres, efecto de su tipología calcárea, relucen con su impoluto blanco algunas hiladas de nieve. Con la vista recorro el vertical curso del río Arcos, con sus cantiles, huertas y chopos, enhebrando sus piscifactorías, donde se crían las truchas asalmonadas. Debajo de la montaña, Arcos de las Salinas apiña su agraciada contextura urbana, sobresaliendo la torre y la fachada de la barroca iglesia de la Inmaculada, entre casas que destacan los tejados rojos y las blancas fachadas. Al sur, los montes de Alpuente diseñan sus típicas muelas. Y como contrapunto del Alto de las Donzas se alza la cumbre más alta de La Serranía, que es la Muela (1.546 m.). La sierra de El Toro se asoma al SE, entre un holgado paisaje de cerros y navas, con sus fondos planos, donde aún planean las huellas del pasado.
Voy ahora en busca del GR-10. Cuando alcanzo su trazo lo sigo en dirección a Arcos de las Salinas. Las marcas han perdido bastante color. Desciendo por el sendero -que registra algunos mojones de piedras- entre el bosquedal de pinos y algunos tramos de camino. Y cuando me doy cuenta he descendido demasiado, hasta el punto que estoy muy cerca del pueblo. He cruzado la pinada y aparece el piso inferior poblado de majuelos y arces. Dudo entre subir y bajar. Y como son las dos y media de la tarde, decido reanudar el descenso para comer en Arcos y regresar a La Torre, atravesando de nuevo la sierra. La tarde es larga.
Tras el descenso vadeo el Arroyo Torrijano, cuya corriente se desliza mansamente, engrosada cauce arriba por los hilillos de frescas fuentes. Subo al pueblo, pues ha llegado el momento de dar satisfacción a mi estomago. Me encamino a un bar y doy buena cuenta de una gratísima comida regada con un buen tinto. Y con el ánimo levantado y en condiciones para acometer de nuevo la travesía de la sierra, emprendo el trayecto hacia la carretera, aunque mejor sería detener algún coche de los que siguen el viaje hacia La Serranía.
Espero en la carretera pacientemente, trasluciendo mi imagen de improvisado auto-estopista, brillando aupadamente la esperanza. Transcurre el tiempo y nadie se detiene ante mis reiteradas señales. Cuando estoy a punto de acometer la ascensión a la sierra por el GR-10 se para un Seat Ibiza ocupado por un matrimonio. Acceden a llevarme a La Torre. Me dicen que son de Valencia, que conocen mi comarca y que van a Cuenca, tras visitar los pueblos más típicos del Rincón de Ademuz.
Así, felizmente, discurrió mi jornada senderista.
7 comentarios:
Hola Luis, una detallada descripción de la ruta que hiciste y muy bien acompañada de las imagenes para que veamos el recorrido y conocer mejor esa tierra de la Sierra.
Un abrazo
Hola Luis:
Siento no haber podido acompañar en tu estupenda salida del otro día, pero me cogiste desprevenido y ya habia concretado con mis mujeres los quehaceres de la jornada, como veo te lo has pasado bien.
Hasta otra andadura
Juan Abad
Luis, que casualidad, coincidimos en el día y también en una zona muy próxima. La verdad es que hizo un día perfecto para caminar.
Hola Luis:
Agradezco a la magia de internet, el descubrir blogs como el tuyo. Otro más al que me sumo como lectora.
He visto que tienes en la columna de la derecha un párrafo de Herman Hesse, dedicado a los árboles, que si no te importa, lo voy a añadir a mi blog.
Iré leyéndote por las noches, porque estos blogs, me gusta respirarlos a gusto y sin interrupciones.
Un saludo.
Admirada amiga Ardilla: Es un placer seguirte como lector, verdaderamente sigo entusiasmado tu blog por todo su excelente contenido. Y me encanta que añadas al tuyo la hermosa frase de Hermann Hesse dedicada a los árboles. Tiene otras también muy bonitas, en su obra "El caminante". Con mi cordial saludo.
Buenas noches Luis:
A mi me gusta caminar por el monte, pero nunca he recorrido tanta distancia.
Preciosas imágenes has conseguido en esa salida.
Hasta pronto :)
Bueno, ya para terminar por hoy, comentar que la última foto de esta entrada es espectacular, muy bien elegida la perspectiva y el encuadre.
Entretenido blog y buenas fotografías, a partir de ahora, no te perderé la pista. Un saludo.
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