Una carretera termina en la misma cumbre. Desde Tortosa hay que seguir hasta Roquetes, y una vez que se cruza la población, se sigue por la carretera que conduce a Els Reguers y Alfara de Carles. Pero un desvío a unos 3 kms. señala el inicio de la carretera con el cartel “Mont Caro, 20 Km.”. La carreterita nos acerca a las faldas de tan soberbio macizo montañoso, erguido con sus calizas paredes donde impera la verticalidad bajo el aspecto de fortalezas. La carretera es todo un festival zigzagueante, con enlazadas curvas que resultan más espectaculares en el tramo del Caragol. Un aislado y abrupto peñasco nos descubre en su cima la vistosa escultura de la “capra” hispánica, símbolo de Els Ports.
Tras la impresionante cuesta, la carretera se acomoda en “El Portell”, paso situado a 1.000 m. de altitud, entre la Barcina y la Tossa de la Reina. Más adelante, después del cruce señalizado al Mont Caro, la carretera, entre parajes boscosos, orilla chalets y algunos restaurantes.
Y al Mont Caro acudimos en la mágica mañana del pasado lunes, día 5. Juan Abad y yo realizamos una entretenida e interesante excursión, que partió desde el señalizador que indica el refugio de Caro. Seguimos los trazos del GR-7 en dirección a Fredes, en busca del collado de los Pallers (3,1 km.). Y también marcas azules en forma de estrella. El ambiente era gélido. Caminábamos por la umbría del tupido bosque, admirando las fachadas rocosas del Mont Caro, cuya cumbre se adivinaba por la rectitud terminal de las antenas. Entre los enormes precipicios se desgarran vertiginosas fajas colmadas de vegetación. Las bajísimas temperaturas hicieron crecer las escarchas, que blanqueaban el suelo y cristalizaban ávidamente los arbustos. Las plantas enredaderas ensortijaban briosamente los troncos de los pinos y los líquenes y los musgos se aprehendían a las rocas con innata vehemencia.
Tras pasar el collado de la Carrasqueta el GR-7 continúa por un transitado sendero, que sube hasta alcanzar el collado de los Pallers (50 min.). El sol acarició nuestra llegada al collado e hizo brillar una plétora de gotitas cristalizadas en las hojas de los pinos, que la fuerte brisa se encargaba de descolgar, balanceándose en el aire con ritmo centelleante.
En el collado de los Pallers abandonamos el GR, donde hay un poste vertical del mismo que indica las distancias a los refugios Mas del Frare (6 km.) y Font Ferrera (13 km.). Por la izquierda del collado, rodeando un espigón rocoso -el Paller Gran-, nos elevamos para buscar la arista y desembocar en otro colladito. El itinerario es evidente sobre el pedregoso terreno. Gana altura por la cresta entre una sucesión de pronunciados repechos, collados y fajas rocosas. Hay mojones de piedra en todo el recorrido. El sendero pasa por unos llanos y al lado de la Moleta Rodona. En el tramo final, ya en el mismo cabezo rocoso del Mont Caro, el sendero remonta una inclinada canal donde los pinos muestran el furioso embate de los fuertes ventarrones, con sus ramas inclinadas sobre la rocosa pendiente que se asoma a los despeñaderos. Un denso bosque de bojes cubre los metros finales de la ascensión. Se llega a la cima del Mont Caro (1 hora, 40 min. desde el collado de los Pallers).
En la cumbre, aparte de las enormes antenas, hay un mirador centrado por un monolito de piedra, con placas donde se inscribe la altitud del Caro, así como un monumento en honor a la Virgen de la Cinta, patrona de Tortosa.
Desde los miradores de esta formidable atalaya la amplitud de las panorámicas es inmensa, única y cautivante. Todo el conjunto orográfico comprendido entre las distintas comarcas desfila ante las miradas como un calidoscopio natural, excelsamente quebrado y de fascinante atractivo, aflorando sus cumbres más airosas: Punta de la Devesa (1.313 m.), Mont l’Espina (1.182 m.), El Negrell (1.345 m.), el Retaule (1.238 m.), el Turmell (1.315 m.), el Tossal d’en Cervera (1.347 m,), el Tossal dels Tres Reis (1.351 m.) y el Tossal d’en Canader (1.393 m.). Se extienden las perspectivas hacia el Delta con el curso del Ebro. Pero en ocasiones surgen las lechosas brumas, que enturbian con languidez las planicies, se apoltronan en las barrancadas y se apegan como un blanco manto sobre los elevados rasos y collados.
El descenso hasta el punto de partida lo realizamos por la sinuosa carretera (3,8 km.). Fue una bajada algo monótona pero enriquecida por las vistas en los umbrales del pico, los contrafuertes calizos y los pisos que forman la vegetación, engalanando de verdes frondosos el concierto rocoso que domina la serpenteante carretera. Desde la misma surgen algunos itinerarios, como el de la Barcina, cumbre de 1.359 m., con vistas panorámicas de la planicie del río Ebro y del Delta. Una excursión recomendable a esta cima, alargando por consiguiente la ruta al Caro (1 hora ida y vuelta)
¡Ah! No vimos ninguna cabra montés. Bueno, sí, una: La del monumento. Hasta la próxima vez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario