Aquel día desapareciste, como las
brumas, después de acolchar con lienzos cenicientos el retablo vegetal del
profundo valle. Solo las rocas de la cima podrían unirnos.
Las rosas de la incertidumbre
revoloteaban como mariposas amarillas a mi alrededor.
Seguía el sendero, emborrachado de
visiones, de miradas sin palabras. Quería saber si todo fue un sueño, trepando
por los alcorces de los oscuros presagios.
Y cubría atajos para enroscar mejor el
tiempo. Vorazmente iba acercándome a esa
cumbre mítica, para hallarte, para abrazarte, para reírnos a bordo de nubles
blancas.
Y me acercaba, más y más, esperando
encontrarte, mientras el silencio se apelmazaba en el sendero, midiendo a
palmos los latidos de mi corazón.
Mi sendero tenía un destino…. Y yo lo
buscaba, sembrando pasos nerviosos entre la naturaleza.
El lago de los cisnes
La luz bailaba sobre el manto de las
aguas estancadas del lago… Las palomas trenzaban sus estelas contra el azul...
Y los peces chispeaban sus saltos sobre la quieta superficie líquida…
Y tú, caminando por sus orillas,
parecías una diosa con tu flamante vestido rosa, con tus ojos de verdemar
brillando la pureza de los ángeles… Y,
codicioso, te veía, y tu imagen me conturbaba, como un admirable
espejismo, lleno de fantasía romántica… Solo faltaba la luna, para transformar
la escena en un encuadre idílico…
Y una mágica melodía surgió del bosque, vibrante, dulce, exquisita,
penetrante…. “El lago de los cisnes” ponía su cándido aroma musical a la escena,
acompañando a las huestes de Odette…. Como un soplo fantástico, como una sorpresa
celestial, que solo la vida te muestra en ocasiones, cuando tu alma navega por
los acordes del amor y la magia, de la dicha inefable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario