El sol pegaba fuerte. La luz era
intensa. Notaba el calor…
Desde el mar navegaba una brisa
que me brindaba desbordados impulsos. Estimulaba mi caminata, mi ascensión,
siguiendo el SL.V-51. Iba en busca de esos espacios marinos, mágicos, esplendentes
de azul.
Estoy en Moraira. Y su bandera
ondea por la montaña. Se despliega por los soberbios acantilados, donde las
olas pespuntean sus cabriolas destellantes, creciendo con plenitud al chocar
contra las rocas.
Mis ojos están hambrientos de
paisajes de mar, de aventurar pasos hacia esos vacíos escalofriantes, donde el
agua juega con la piedra ardientemente, convulsivamente. Donde el desigual
terreno está enriquecido de microreservas de flora, donde crecen plantas rupícolas
tan interesantes como la silene d’ Ifac….
Cerco de mar. Y se alza ahíta de
brisas y soles la torre vigía del siglo XVI. Estoy solo en el Cap d’Or. Toda la
grandeza de la Marina Alta
para mí, desde el cabo de la Nao hasta el Peñón de Ifach,
con la figura somital de su airosa cúspide.
Hoy el mar parece haberse vestido de fiesta para mí, aunque los
lejanos perfiles aparecen difuminados entre ligeras brumas. Y mi andadura deja
para más tarde la admiración de los amplios y lumínicos paisajes.
Y me dirijo a la cueva de la Cendra , pegada a los
acantilados, a unos 35 m .
del mar. La estrecha senda desciende vertiginosamente, como agarrada a la roca,
cortejada por abundantes arbustos. Un tramo que solo deja impresión, el impacto
de la sencilla aventura. Las marcas blancas y verdes me conducen a la cueva. Sobrecoge
todo: El conjunto que te abraza con su aliento. La sorpresa que produce el
lugar. El rítmico sonido del mar, despachando soliloquios. La cueva, su
historia arqueológica que se remonta al Paleolítico superior, la lobreguez de
la gran sala, como un microcosmo, y esa carga
relevante de misterio que se arremolina junto a ti, como un compañero inseparable.
Y al salir de la cueva, me siento
sobre una roca, casi rozando el vacío. “De
la montaña al mar”. Y me gusta
esa bipolarización de sensaciones entre estos dos bellos mundos de la
naturaleza. Y me retrepo en abstracciones temporoespaciales, mientras el mar
dialoga con las rocas y las brisas, y las gaviotas libran alegremente sus
vuelos entre dos azules, tan dispares en su magnitud colorista
Más tarde, después de contemplar
tanta grandeza paisajística, tanta solemnidad entre el la soledad sonora y las
lejanías, y desbordado por los sentimientos que voy agavillando en mis
constantes periplos por lugares que son banderas en la mirada y la
contemplación aventurera, caminaré sobre la arena. Y mis pies la pisarán.
Mientras, las olas alegrarán mis pasos, con sentimiento, como una ventolera de
amor. De innegable grandeza. Como la mirada de la guapa moza, luciendo su esbelto cuerpo sobre la arena.
El mar, las olas, la arena, las
espumas de nácar, tu silueta, bella imagen entre manantiales dorados y azules…
5 comentarios:
Una bella descripción sobre el caminar bajo el olr a mar.
Buenas vacaciones !!!! un saludo
de Begoña
Gracias una vez más por enseñarnos esos contrastes maravillosos.- Besicos.
Bellísimas imágenes familiares. Sí también es mi tierra, bueno al menos bien cerquita le anda. Bss.
Que maravilla Luis, mirar estar esplendidas fotografias es como si te encontraras en el sitio disfrutando de tan bellos paisages.
Un abarazo.
Luissssssssssss...no paras!!!!
que envidia, com ose nota que estas libre de horarios y de cargas.
Feliz verano.
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