Para ti, abuelo

Estoy sentado en mi sillón. Me distraigo mirando por la ventana, columbrando las huertas de la Esperanza. Y veo todo un mundo vegetal, radiante de verdes. Tonalidades diferentes. Gamas ostentosas que recrean bellamente la primavera. Verdes claros, hojas tiernas del campo de caquis, apretado, formando un mentidero vegetal.

Arracimado al lado de un ribazo, embriagado de hierbas silvestres, un cerezo explaya su globuloso continente, su ramaje y espesura, alegrado por la explosión verbenera de incontables frutos, de incipiente cobertura roja.

Abro la ventana. Y percibo el fuerte olor de la hierbabuena, del laurel... Perfumes que se balancean para recrear mi olfato.

-Para ti, abuelo.

Mi nieta me ofrece un ramito de flores blancas.

Y yo le doy un beso.

En sus colores se estampa

Hay colores en Segorbe. Los revive la historia. Y ponen su asombro para emocionar miradas. Su claridad nos gana. Y se izan hacia lo alto, como banderas volanderas. Se abren hacia singladuras del azul. Allí donde se agolpan los vientos endiosados, almacenando el joyel de una ciudad que emboba por su alegría. Y en sus colores se estampa.

Para que los ojos tomen lumbre

Lo digo bien alto. Hay detalles que embriagan. Ese arco conopial reluce al sol. Arriba, el acueducto, renovado, como el de ayer. Abajo, la estructura adovelada, que son sillares de aroma antiguo. Y con la muralla al lado, la portada queda chiquita. Pero, no pierde su encanto. Lo gana, sembrando silencios místicos  de cartujos. Quieta, en su andadura histórica, para que los ojos tomen lumbre.