Camino de nuevo por tierras de
Teruel. Cruzo el río Guadalaviar. Su trenza líquida susurrea cantos de sierra
grande. Dejo atrás Gea de Albarracín. Los cereales exhiben su verde ecuménico.
Brillan como el prístino rostro de mil diamantes. Enfrente, se alza el monte Carbonera, con sus 1.540 m . de altitud. En el
libro de Jaime Lorén explica: “El monte Carbonera, cuando se observa con
perspectiva, tiene precisamente la misma forma que los apilamientos de leña que
tan habituales resultarían en sus faldas”.
Pero, hasta llegar a sus faldas,
aún me queda un buen trecho que recorrer. Y me entretengo observando las
miríadas de florecillas blancas y amarillas que adornan la pista forestal. Las
amapolas fomentan, con su intenso colorido rojo, la frescura del alba. Por la Cuesta del Llano el
Guadalaviar dobla su curso, entre cárcavas de arcillas rojizas, cortejado por
verdes choperas.
La pista dobla por Cabeza de
Morillo, un espléndido mirador, a 1.165 m . de altitud, sobre las tierras de Gea.
Enfrente, se estiran los ciclópeos cortados rocosos, los pináculos y los balcones
del rodeno (Paisaje Protegido de los Pinares de Rodeno), que ofrecen los
modelados de las areniscas y conglomerados de la facies Buntsandstein.
El terreno, en las faldas del
monte Carbonera, compone un muestrario
muy ilustrativo de colores. Parcelas de tierra bermeja contrastan con los verdes
campos cerealistas. En los jorfes se estampillan globulosas sabinas albares y
multitud de majuelos. Los majuelos imprimen la alegría blanca de su floración. Es como si
estuvieran bañados de pespuntes níveos.
Cuando llevo caminando una hora y
media desde Gea, tomo por la izquierda de la pista el camino que me conducirá a
la espigada cumbre del monte Carbonera. Un rayo de sol se cuela entre las
nubles blancas e ilumina la fuente de la Corraliza.
Las ardillas cruzan el camino y
se encaraman por los troncos de los pinos. El sotobosque está enriquecido de las
leñosas jaras, brezos y carrascas. La gayuba riza su verde claro, formando
pañuelos sobre el inclinado suelo. Y el cantueso desparrama su floración
violácea.
En una hora me planto en
la cumbre. Pero ha sido una ascensión dura, monopolizada por el culebreo del
camino. Sin embargo, el esfuerzo se ha visto compensado por la inmensa hoya de
Teruel, pintada de un intenso cromatismo.
Además de la torre forestal,
sobresale entre las cuarcitas el mojón del vértice geodésico. Y las panorámicas
son inmensas, abarcando las sierras de Gúdar y Javalambre, así como una
extensión grandilocuente de tierras, cordales y cumbres de la Sierra de Albarracín.
Al bajar del monte Carbonera, sigo
caminando por el adyacente vallecito de la Corraliza , rodeo los Castillejos y paso al lado
de las parideras del Púlpito. A partir de este punto, los cultivos cerealistas
forman un manto inmenso y combado. El viento mueve el trigal, y las tiernas
espigas se balancean como olas rizadas.
Paso junto a una señal del PR-TE
1, que indica direcciones a Bezas y a Gea de Albarracín y Albarracín.
Desciende el camino hacia la hoya
de las Parideras, donde se ubican las de las Cabras, Quemada y de la Sargalera. El camino toma
dirección noroeste. Se introduce por alargadas llanuras cerealistas, salpicadas
de solitarios apriscos. La ruta es hermosa. Está festoneada por un ejército amoroso
de rojas amapolas, cuyas tonalidades emergen como un signo mágico entre los
festones verdes del cereal. Forman acuarelas de positivos efectos plásticos.
Cuadros pictóricos llenos de decorativismo natural, de austeridad flotante,
bajo el centelleo deslumbrante del sol, que las nubes mueven a su capricho.
Por la cuesta de los Frontones,
la pista desciende hacia el encuentro del río Guadalaviar. Y lo sigo por la Fábrica (antiguo molino) , quedando ya cerca
Gea de Albarracín. Se extienden junto a las riberas fluviales, entre un
enrejado de fresnos, sargas y carrizos,
notables plantaciones de chopos canadienses, con el rebrillar de sus
hojas, agitadas por el viento. Paso al lado de una vieja noria, que sigue
accionando el agua de una acequia, y penetro en Gea. Sus tres iglesias barrocas
y sus calles alargadas y en pendiente, con motivos moriscos, me acogen.
¡Qué bien sabe un vaso alargado
de cerveza fresca…!!
-¿Y cuantos kilómetros ha hecho?
me dice un lugareño en el bar.
-Veintiuno….
-Pues sí que está fuerte usted…
6 comentarios:
Preciosas. Besitos.
Bellisimas imágenes. Impresionantes. Bs.
Esto de no llevar un plan de rutas es divertido. Unas veces aquí, otras allá... Escoges las que quieres y vas salpicando la geografía valencia y la turolense... Y vaya naturaleza la que se explaya en la sierra de Albarracín... Espectacular en colorido....
Ayer disfruté mucho, amig@s...!!!
Este año aquí en el norte la primavera nos la han robado un poco, pero aún así las flores siguen saliendo, preciosas fotos. Saludos.
Bienvenida primavera con estar hermosas fotos de las bonitas amapolas.
¡Hola Luis! Preciosas tierras de Albarracín. Esos verdes salpicados de gotas de sangre roja, se convertitán en dorado metálico cuando el calor del sol las grane. Preciosa ruta. Excelentes fotos.
Un abrazo.
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