RAPSODIA DE SEGORBE

Segorbe,

florón  de paseos

y fuentes cantarinas,

de jardines y arboledas damasquinas,

símbolo radiante de rancios perfumes,

trepando entre dos cerros pujantes,

aterciopelando firmes tus fértiles valles.

Alzas tu imagen al cielo,

como un pájaro en vuelo,

y te abres entre seculares huertas,

entre orgullosas y altivas sierras,

que albergan  el místico silencio.

Respiras ambiente de naturaleza,

solemne entre galas de sol y azul,

entre perfumes de pinos y frutales,

y tonadillas de gentiles fuentes

desgranando chorros de linfas claras.

Mi amor hacia ti

engendró  liras entrañables,

llené mi dicha versallesca,

de henchidos romances,

y como un concierto sinfónico,

fomentó tu imagen mi humilde vasallaje.

Segorbe, manantial de la nobleza,

musa para ser contemplada,

con el ardor del alma;

para recorrerla despacio,

entre el firme centelleo

de la dulce, de la primorosa calma.

Estas hecha de plazas y callejas,

estrechas, coquetonas y señoriales,

de rincones y parajes soñadores,

de amorosos recuerdos que flotan

como ramos de rosas lozanas.

Nombro tu aroma de siglos,

tu nombradía en monumentos,

la piedra hecha arte, con talento,

alzando al aire su aliento

y los laureles de tus estilos.

  

En el nervio de tu regazo

brotaron hazañas intrépidas,

de pueblos que dejaron

la impronta de sus huellas,

y hoy luces el fulgor

de tu historia lustrosa y recia,

multiplicándose en el arte y la piedra.

Entre dulces vibraciones,

como cantares de gloria,

redoblan las campanas,

sembrando notas de fiesta.

En el lienzo de tus hogares,

resplandece del alma segorbina

la belleza, la fe, las tradiciones,

encendidas de laureles y azahares,

grabadas en pentagramas que apasionan.