Sigue el misterio en la vieja aldea

Estoy nuevamente en esa masía abandonada, que es mi hechizo. El tiempo ha devorado paredes, techos, ventanas….Cruje una puerta, los techos se deshacen. Unos huecos en la pared. Fueron aposentos de palomas, de blancura, de almas felices. Ahora la sierpe de un parral dibuja su barroca geometría sobre los orificios. Busco el silencio y lo llevo conmigo. Persigo recuerdos de compañías que me sonrieron entre pasos felices. Ahora voy solo. Cruje otra puerta. Parece movida por una mano invisible.

El viento se olvidó de llegar a estas masías arrinconadas en una geografía conmovida, curtida de viejos oficios, donde anida la tristeza, la nostalgia, la evocación.

Sentado sobre una piedra, miro. Y veo desolación. Los relojes ya no existen. Solo los aletazos del sol esbozan falsos relojes sobre las  envejecidas  paredes.

-Luis, dónde estás???

Parece una voz femenina. Acaso regrese por el camino blanco. Pero no, no veo a nadie. ¿Es mi imaginación?  ¿O no?

Por el camino se levanta un polvo blanco, hipnótico. Es un misterio, porque no danza el viento. Pero la tierra parece que huele más. No corre el viento y veo moverse las hojas de los árboles. Creo que estoy en un lugar mágico, en el reino alimentado de retazos ancestrales. Veo una luz que brota como una flor por una ventana. Parece una luz fugitiva que me anubla.

Sigue el misterio en la vieja aldea. La luz significa el retorno de una vitalidad emboscada. El camino hacia los rincones de los ensueños. Que nacen cuando camino solo a donde habitaba la vida, donde puedo crear,  con sentidas palabras, umbrales alentadores, ventanas de luz, chimeneas de vida, ensamblajes de esperanza, invadiendo la soledad como estrellas rondando la nostalgia.