
Aparco el coche junto a la ermita de la Virgen del Castillo, situada al lado de la rambla del Salto. He llegado al punto de partida de la excursión de hoy abandonando la autovía A-23 por la salida 150. Sigo en dirección a Aguatón, tomando la carretera TE-V-1002. Desde este pueblico una pista de un poco más de 5 kms. me acerca a la ermita. Son las 9 de la mañana cuando inicio la ruta. Mi objetivo es alcanzar la cumbre del pico Palomera (l.529 m.).
La mañana es soleada, con algunos cirros rasgando el cielo. Y una brisa juguetona se pasea por el camino, creando un ambiente agradable para andar. El terreno aparece ondulado, moteado por oreados cerros cubiertos de carrascas. Sigo la señalización de un PR que llega hasta la cima.
El paseo por el camino es entretenido. Mariposas de distintos colores revolotean con gusto por las floraciones. La brisa es suave y peina con amorosos ramalazos los frágiles mechones de las gramíneas. Al contraluz, las finas espigas parecen volutas de humo, adoptando diferentes posturas luminescentes. El paisaje está callado. Tiene un regusto sutil y atávico y camino placenteramente.
Ahora sigo por el lecho de un barranquillo que se empina hacia el collado de la Cruz. A ambos lados de la ascensión la enramada de las carrascas recrean el paisaje, mientras que las gayubas con su coruscante verde tapizan el inclinado terreno. Es la parte más dura del trayecto. Antes, he abandonado la pista muy cerca de una cadena que impide el paso a los vehículos.
Traspongo el collado y más cómodamente el senderico se eleva hacia otro collado, el de los Picachos. Es el punto ideal de la ruta, donde el pico Palomera remarca su imagen más impresionante con su airoso vértice geodésico. Casi sin perder desnivel alcanzo la base de la cumbre. Pero antes me asomo a los bruscos escarpes de falla que se apean en saltaderos hacia el llano. Abrumador. La acción tectónica de esta sierra es muy relevante. La caliza protagoniza un espectacular espinazo. Y por el cresterío me reúno con la altiva torreta, que es un referente geográfico de notable magnitud.
Mi vista se llena de panorámicas por todos los lados. Cerca, los llanos de Visiedo y el amplio valle del Jiloca. Y más lejos, las sierras Menera, Albarracín, Javalambre y Gúdar.
En esta impar cumbre me recreo con el silencio, con la majestad de la caliza, con el elegante vuelo de los buitres, enjoyando el espacio con sus alas extendidas.
Me quedo quieto en la cumbre, como pegado a ella. Mis piernas se resisten a partir.









