Monumento al Padre Tajo
Decía Pedro de Lorenzo en su obra “Viaje de los ríos de España” sobre las fuentes del largo y caudaloso Tajo: “Es increíble que este cauce apenas dibujado, y en este caudal, mínimo, den para mil kilómetros de río; mil kilómetros largos: sólo en España, 910. En el valle se escarpan, repentinas, las márgenes”.
Estoy en el mismo paraje donde brota el naciente Tajo, en la Fuente García. En verano esta fuente puede aparecer seca, por cuyo motivo también se le denomina “La mentirosa” (dato obtenido de la web hernandezrabal). El marco es soberbio. Los pinos negrales revisten los prados y acicalan las escarpas calcáreas. Las sabinas albares y las chaparras perfuman el ambiente y escámpanse por el valle los sonidos de las esquilas de los rebaños.
Paisajes de montaña con su diversidad geográficaEn la Serranía de Albarracín el Tajo afina su rumbo entre los límites de Teruel y Cuenca, entre elevadas montañas que resguardan su vigorizante vega. Al SW álzase el techo de la Serranía de Cuenca, el pico Mogorrita, con sus 1.866 m. de altitud. Y como contrapunto, en tierras de Guadalaviar, se enriscan Los Malenes, de 1.825 m. Y en estas cumbres, entre aromas de virginal pureza, donde el silencio se acopla mayestático, se extienden las panorámicas, dominando la naturaleza los cuatro puntos cardinales.
Pinos de carácter monumental
La vega del Tajo derrocha soltura de verdes, con praderas magníficas donde se encuadran los ocres de la tierra desnuda. Pero, como digo, estoy en el origen del Tajo, que mana al lado de unas pedrizas.
La Fuente García, donde nace el río Tajo, con sus esculturas
Este nacimiento se localiza fácilmente, pues en este emergente punto, a 1.500 m. de altitud, se instalaron un grupo de estatuas de hierro sobre pedestales de cemento. La mayor representa al Padre Tajo, que se alza a 15 m. de altura. Las otras tres simbolizan las provincias ribereñas: Teruel (el torico), Cuenca (el cáliz) y Guadalajara (el caballero). Estas estatuas son obra del insigne escultor rubielano José Gonzalvo.
Vestigios en la ruta de la trashumancia
Camino a trechos el Tajo, siguiendo las rutas de la trashumancia. La ganadería fue una de las principales actividades económicas de estas sierras, además de la agricultura y la explotación forestal. Aún quedan vestigios de este patrimonio ganadero, como las parideras o “paideras”, que formaban corrales, como el de Terreras. Estos edificios tenían en su interior una zona para resguardar el ganado, con comederos a base de troncos vaciados, y espacio para los pastores, con bancos adosados a la pared y una chimenea. Otra de las edificaciones típicas es el “torruco”, que se utilizaba por los pastores como refugio para guarecerse ante las inclemencias del tiempo.
El río Tajo cerca de su nacimiento
El Tajo forma remansos en su cabecera
Sigo entre majadas y hoyas el curso del Tajo. Su cauce es estrecho, como un riachuelo. Culebrea entre verdísimos prados y pinadas. El caudal parece quieto, como reposado entre el silencio de la naturaleza. Se acrecen en las orillas los juncales, y las ranas, ante mi presencia, traspasan las láminas de cristal provocando un chasquido metálico.
Asciendo a Los Malenes desde el puerto del Portillo (1.790 m.) y me asomo al mirador homónimo. Es un punto excelente para admirar la vega del Tajo. Con un desnivel de más de cien metros la belleza de estas tierras se muestra en todo su esplendor, formando un arrebato de matices muy pintoresco y armónico, de fuerte colorido. Esta aérea atalaya domina esta amable vega, dorada por el sol. Y grandes masas forestales revisten los titanes de esta solemne geografía: el citado Mogorrita, la Muela de San Juan y el Cerro de San Felipe. Una treintena de buitres contorneaban el cielo. Coronaban el roquedal donde me hallaba y sus constantes giros transmitían fuerza y arte, dibujando contra el transparente azul sus evoluciones, figurando juegos mágicos y placenteros.
La Vega del Tajo desde El Portillo
Por Villar del Cobo y Tramacastilla sigo el curso del Guadalaviar, que se abre paso en medio de un congosto impresionante. Y dejo para otras jornadas mis encuentros con Peñablanca y el Caimodorro, el punto culminante de los Montes Universales con sus 1.935 m. de altitud. Me alzaré hacia estas cotas entre el conjuro de las majadas, de las praderas, de las tierras rojas y de los extensos bosques de pinos.
La Mogorrita, desde el mirador del Portillo