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El Tiempo en Segorbe

viernes, 26 de julio de 2013

Siempre hay una cumbre para hollarla



A lo largo de la Sierra de Albarracín hay cumbres muy relevantes. Elevaciones de notable porte que configuran un relieve majestuoso por el Sistema Ibérico. También es marco de nacimientos de ríos importantes de la península. Un conjunto orográfico enmarcado en esta sierra, pero que, asimismo, conforma alineaciones que tienen su propia personalidad física, en forma de subunidades.

El techo de estas esbeltas montañas está en el Caimodorro, de 1.920 m. de altitud. Pues bien. Puedo decir que he subido a todas las cumbres más sobresalientes de esta pintoresca y hermosa sierra. El citado Caimodoro, la Sierra Alta (1.852 m.), el Jabalón (1.692 m.), la Muela de San Juan (1.814 m:)), la Peña de la Cruz (1.538 m.), el monte Carbonera (1.540 m.)…

Observando el plano de la sierra, me fijé en una cumbre aislada, creo que apenas conocida en el ámbito senderista, y que tiene una altitud importante, 1.849 m. Sí que se mezcla con otras elevaciones que se emplazan al sur de la sierra del Tremedal, que sobrepasan elocuentemente los 1.700 m. Esta montaña es Peñablanca. Y me fui a conocerla.

Aparco al lado de la carretera de Griegos a Orihuela del Tremedal. En los prados de Piedra Mancheta. Una pista desemboca en la carretera. Registra las marcas rojiblancas del GR 10.1. Una señalización indica  la dirección a Griegos. Comienzo a andar.  A ambos lados de la pista se despliegan extensos pinares. El paisaje es plácido, atemperante. Camino por tierras que se sitúan a 1.600 m. de altura, conformando un bastión pinariego de los más espléndidos de España. Por aquí hay mucha paz. Y por estos maravillosos bosques, tan frondosos, tienen su hábitat ciervos y corzos…

A los 30 minutos abandono el GR. Continúo por un camino a la izquierda, que sigue elevándose suavemente. Los pinares sueñan y los prados también. Y los arroyos verdean. A lo lejos, se abruman los ariscos peñascales. Y los bordes del camino están sembrados de florecillas blancas, pequeñitas, frágiles… Parecen quietas mariposas tomando el sol.

¿No eres tú, mariposa,
el alma de estas sierras solitarias,
de sus barrancos hondos
y de sus cumbres agrias?

(Antonio Machado)

Pero no. No hay cumbres agrias en la sierra de Albarracín. Hay poesía y frondosas tierras pinariegas. Y el silencio es espectacular.

Y empieza a soplar una ligera brisa, que se apelmaza por los collados, y que hace bailar a “las mariposas”.

Un desvío del camino me conduce a la anchurosa cumbre de Peñablanca (1.849 m.). Jóvenes pinos entrelazan sus copas formando un pasillo sombrío. Percibo una marejada de perfumes silvestres. Compactas sabinas rastreras eslabonan los prados. Pronto veo la torre metálica que jalona la cumbre con su tono amarillento. Al lado, se estira el vértice geodésico. Puede tener unos diez metros de altura. El pequeño cilindro del vértice roza las copas de los pinos.

Y no hay panoramas para ver a causa de la pinada que lo impide. Y eludo trepar por la oxidada escalerilla. Así que me dedico a almorzar, con el sol bañándome con sus rayos,  y los insectos danzando por las espigadas florecillas que adornan el terreno.

Bueno, Peñablanca se emparenta con el Caimodorro, porque igualmente los pinos limitan las perspectivas. Tengo que avanzar un poco por la pinada en dirección NE. Y entonces, bajo mis pies se abre un inmenso valle, profundo, con idílicas praderas. Enfrente se eleva la corpórea cumbre del Caimodorro, oscura, solemne,  compacta,  de inacabables pinares…

En la carretera que une Orihuela del Tremedal con Noguera se obtiene una magnífica perspectiva de Peñablanca y de su altura sobre el alargado valle de La Pinada. Y en una curva de la carretera me paro para visitar la Peña del Castillo, un manojo de rocas volcánicas procedentes del Paleozoico. Observo la textura de estas rocas, que forman un cono pintoresco, dominando la depresión del río Garganta. Alrededor, se agrupan multitud de robles marojos, que contrastan con los cercanos bosques de pinos…

Cerca de Albarracín las márgenes de la carretera están bordadas de rojas amapolas. Con su estridente colorido parece que ríen, o que celebran sus esponsales con la transparente corriente del río Guadalaviar, que baja de los alcorces de la Muela de San Juan. Por allí andaré este otoño.


















4 comentarios:

Remei Navarro dijo...

Tu blog y tus andanzas por los montes y caminos nos hace mejores personas amigo.
Mirar tus rutas y leerte es un placer para los sentidos.
Gracias Luis.
Un abrazo

L. Gispert dijo...

Gracias a ti, Remei, me complace mucho lo que me dices.

Un abrazo.

trimbolera dijo...

Querido amigo, quiero que sepas que te sigo aunque no deje comentarios. Besicos.

Emilio Vera dijo...

¡Hola Luis!Preciosa la sierra de Albarracín como se muestra en tus fotos. Como dices, siempre hay una cima para hollarla y en esa sierra hay muchas.
Un abrazo.